Artículo
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Beatriz del Cueto
Regreso al futuro: el patrimonio edificado en tiempos de cambio climático y pandemia
Cambio Climático “Cuando llueve y hace viento, cierra la puerta y estate dentro”. Para nuestra región Antillana, el comienzo del verano inaugura la temporada cíclica anual de huracanes, así como el recuerdo de momentos en la historia que registraron los actos más violentos de la Madre Naturaleza en suelo Antillano: los terremotos, los huracanes y daños extensos causados por lluvias torrenciales y tormentas eléctricas (Fig. 1). Es momento para considerar: ¿Nuestros edificios históricos están listos para enfrentar los efectos de la naturaleza? ¿Podemos aprender del pasado para beneficiarnos en el presente? ¿Existe una memoria colectiva, o estamos destinados a repetir los errores del pasado sin aprovechar las lecciones exitosas aprendidas? Inicialmente, el interés para investigar este tema surgió como consecuencia directa del terremoto devastador ocurrido en Haití en el año 2010 (Fig. 2). Profesionales caribeños de la Industria de la Construcción nos reunimos luego de esta catástrofe para analizar y repensar tanto nuestros conocimientos técnicos, como los códigos de construcción existentes, ambos, asuntos de importancia primordial cuando ocurre un desastre natural. Durante los diez años subsiguientes hasta el presente, el cambio climático global nos ha traído desastres mayores y más frecuentes como: - Las sequías prolongadas, que han contribuido a crear y propagar fuegos en áreas extensas y sin control; - El alza de las temperaturas del ambiente ha descongelado el hielo de los polos causando un continuo ascenso en el nivel del mar, claramente más notable en el Acqua Alta en Venecia, que ocurre con más frecuencia y mayor altura (Fig.3); - Tormentas de arena más intensas en el desierto del Sahara han causado nubes de este polvo rojizo, repleto de contaminantes, que viaja globalmente y afecta nuestra calidad de aire y visibilidad sin contar con alergias e infecciones; además de - Temperaturas más frías y tormentas de hielo y nieve durante periodos inusuales y lugares nunca afectados (Fig. 4). La frecuencia de la Tormenta Perfecta. ¿cómo podremos subsanar el planeta tierra, cuando como seres humanos continuamos maltratándolo y envenenándolo con intervenciones inadecuadas sin pensar en sus consecuencias? Tradiciones y creencias “San Isidro labrador, quita el agua y pon el sol”... o “Me voy con la virgen por el mundo a andar, a ver si la tierra deja de temblar...” Palabras, versos, rezos y cánticos tradicionales relacionados al azote de la naturaleza a suelo Antillano han formado parte de la cultura de esta región y son tan vigentes en nuestro mundo presente como lo eran en el pasado. La imprevisibilidad de la Madre Naturaleza nos continúa sorprendiendo. Desde épocas precolombinas, las
comunidades indígenas habían aprendido a leer las señales proporcionadas por la naturaleza antes de que ocurrieran estos eventos catastróficos. Comenzando en el siglo 16, varios documentos han detallado grandes terremotos y tormentas, específicamente en nuestro archipiélago. A partir de 1568, los huracanes fueron nombrados utilizando el nombre del santo correspondiente al día del desastre, según el historiador puertorriqueño Alejandro Tapia y Rivera. En la tradición local, esto implicaba recordar una fecha en particular para todos los tiempos. Fray Iñigo Abbad y Lasierra, importante cronista español del siglo 18 para el Caribe Hispano, narró los signos de la Madre Naturaleza en la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico: ...cuando se observaba que en las quebradas y desfiladeros por los cuales se deslizaba agua aparecían neblinas espesas pegadas a la tierra por mucho tiempo, o que el agua de pozos o manantiales salía con olor a azufre o tenía sabor extraño; o que las cotorras, periquitos y otros pájaros se juntaban dando graznidos, y que las vacas y caballos repetían frecuentemente muidos y relinchos; todo esto eran señales seguras de que un temblor o terremoto estaba próximo a ocurrir.1 En cuanto a los huracanes, el fraile relata: El huracán es el fenómeno más horroroso de cuantos se observan en esta isla, y aún creo que en toda la América. Es un viento furioso acompañado de lluvia, relámpagos, truenos y las más veces de temblores de tierra, circunstancias todas las más terribles y devastadoras que pueden unirse para arruinar un país en pocas horas: los torbellinos que forma el aire y los torrentes que inundan los pueblos y campiñas, acompañados de relámpagos, parece anunciar las últimas convulsiones del universo.2 Pero que nos causa mayor preocupación según observamos la fábrica de nuestras edificaciones patrimoniales - ¿los efectos de un terremoto (con vibración, ruido, y la posible combinación de una gran ola, un fuego o un derrumbe) ?, o ¿los de un huracán (viento, inundaciones, vibración, la erosión de nuestras costas, y alzas en el nivel del mar)? Entonces nos preguntamos, ¿nuestras estructuras están indefensas a los efectos adversos que nos presenta la Madre Naturaleza a través de estos fenómenos atmosféricos y el cambio climático? Como profesionales en los campos de la conservación y restauración patrimonial, debemos estar capacitados para entender cuales estructuras han resistido mejor el impacto de los fenómenos naturales a través de la historia y el tiempo. ¿Hemos realmente aprendido a lidiar con los efectos del clima con estructuras que funcionan y sobreviven, que disminuyen su impacto o huella en el medio ambiente con prácticas sostenibles y duraderas?