Conéctate, febrero 2023: Popurrí

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NUESTRO MUNDO

Llamados a cuidarlo y conservarlo

El don de Becky

Un alma valiente

La hermandad de los transeúntes Lo que nos une

Oír para entender Clave en la comunicación

TU
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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO
VIDA Año 24 • Número

A NUESTROS AMIGOS

oración breve sube al cielo

No sé si les habrá pasado a ustedes… En ciertas ocasiones cuando oro, me siento mal o me da no sé qué si juzgo que lo hice muy rápido o que mi plegaria era demasiado apresurada o espontánea. Estoy en otra cosa y no me tomo el tiempo que debiera para articular una buena oración. En esos casos Jesús me suele recordar que «no por tus muchas palabras se escuchará tu ruego.»1 A veces pensamos que para obtener una respuesta de Dios debemos explayarnos largamente y molestarlo con monsergas y repeticiones. No obstante, unas pocas palabras expresadas con fe valen más que una perorata sin confianza ni convicción. Una sola oración de fe basta para concitar la atención de Dios.

«Al orar no repitan palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan.»2 Lo que cuenta es si rezamos de corazón, con confianza y plena fe en que Dios nos oirá y responderá nuestra súplica.

La eficacia de una oración no está en su amplitud, sino en su virtud. No es la cantidad de tiempo que dedicamos a una plegaria, sino la fe, el amor y el convencimiento con que la hagamos. Un Dios mío, ayúdame que brote del alma puede ser más potente que un rezo monótono de dientes afuera.

Claro que también hay momentos en que Dios quiere que nos detengamos y le hagamos una oración pausada, no perfecta ni mucho menos, pero sí de corazón, invocando Sus promesas y alabándolo de antemano.

Él, sin embargo, entiende que si oramos sobre la marcha no podremos concentrarnos o dilatarnos mucho. Hay momentos para expresarse con más holgura en oración y otros para limitar las palabras e ir al grano. Pidamos al Señor buen tino para saber cuándo extendernos y cuándo ser breves. Él de todos modos nos oirá. A veces nos contestará que sí, otras veces que no y otras que esperemos.

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Director Gabriel García V.

Diseño Gentian Suçi

Producción Ronan Keane

© Activated, 2022. Es propiedad.

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y de la versión Reina-Varela Actualizada 2015 (RVA-2015), © Casa Bautista de Publicaciones/Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.

Año 24, número 2 1. Mateo 6:7
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2. Mateo 6:7,8 DHH

NUESTRO MUNDO

La Biblia nos enseña que, habiendo creado los cielos y la tierra, «Dios miró todo lo que había hecho y consideró que era muy bueno.»1 Seguidamente encomendó a los seres humanos la tarea de velar por Su creación y administrar sus recursos, no en calidad de dueños, sino de encargados. «Tomó, pues, Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.»2

Ahora bien, estoy seguro de que cuando Dios mira hoy Su creación se siente mucho menos complacido que en el principio de los tiempos. Muchas partes del planeta conservan su belleza prístina y funcionan tal como Él dispuso. No obstante, contrastan con otras que sufren un espantoso deterioro. Las fuerzas naturales han incidido en ello, pero los seres humanos también somos responsables del daño. Muchos de los ecosistemas del mundo se han alterado, especies animales y vegetales se extinguen y los recursos se agotan rápidamente. En buena medida los seres humanos somos culpables de ello por no haber llevado a cabo bien nuestra misión de cuidar y guardar lo que se nos encomendó.

El cuidado del medio ambiente es un mandato bíblico, una tarea que Dios nos ha encargado. Toda Su creación es importante para Él, hasta el último gorrión y la última brizna de hierba. Hemos supuesto, erróneamente, que la creación existe para nuestro consumo. Es preciso que volvamos al corazón de Dios. Es deber de todo verdadero cristiano tomarse en serio su labor de mayordomo o administrador del medio ambiente. Debemos asumir la tarea de «cuidar el huerto».3

Compartimos la responsabilidad y asimismo sufrimos las consecuencias. La contaminación del aire y del agua ha mermado la calidad de vida de millones de personas; el calentamiento global plantea un grave riesgo para las poblaciones asentadas en zonas costeras de poca elevación; la deforestación va de la mano de la desertificación; el mal uso de los recursos hídricos y de la tierra redunda en crónicas escaseces de alimentos, el desplazamiento de millones de personas y el estallido de guerras en ciertas regiones; zonas de nuestros océanos, lagos y ríos están quedando sin vida... Por añadidura, todos estos males probablemente se agudizarán con el crecimiento de la población.

Hay que reconocer que no todo el efecto del hombre sobre el ambiente es perjudicial. Existen además discrepancias en cuanto al alcance real de los trastornos ambientales y los medios más eficaces para resolverlos. Así y todo, el planeta, que es la casa de todos, corre peligro, y es tarea de cada uno de nosotros hacer lo posible por salvarlo. Trabajando juntos, y con la ayuda de Dios, podemos mejorar las cosas y lograr importantes avances.

Keith Phillips fue jefe de redacción de la revista Activated , la versión en inglés de Conéctate , durante 14 años, entre 1999 y 2013. Hoy él y su esposa Caryn ayudan a personas sin hogar en los EE.UU. ■

Keith Phillips
1. Génesis 1:31 (NVI) 2. Génesis 2:15 3. Génesis 2:15 3
Tri Robinson, pastor de la Boise Vineyard Christian Fellowship Church

PRIORIDADES EN EL MATRIMONIO

Hace poco leí que a Tim Keller —pastor, consejero y escritor muy reconocido— le diagnosticaron en mayo de 2020 un cáncer pancreático grado cuatro. Me pareció admirable su actitud cuando le dijeron que no sobreviviría a ese mal; además, lo que expresó acerca de cuáles serían sus prioridades para el tiempo que le restaba en la Tierra.

Cuando le preguntaron al Dr. Keller: «¿En qué cosas quiere concentrarse ahora, teniendo en cuenta el breve tiempo que le queda de vida? y ¿cuál sería la prioridad número uno en su lista?», respondió:

Mi esposa Kathy y yo conformamos un equipo; somos bastante conocidos por eso. En muchos aspectos, somos inseparables.

Después del diagnóstico de cáncer nos dimos cuenta de que no estaba bien llegar al final de nuestra vida sin

1. Harrison Warren, Tish (10 de abril de 2022). “How a Cancer Diagnosis Makes Jesus’ Death and Resurrection Mean More,”New York Time s

mejorar nuestro matrimonio en aspectos en los que se podía hacer progresos.

A ella le parecía que no podía hablar conmigo de ciertas cosas, pues yo no reaccionaba bien; por ende, ya había desistido de hacerlo. Ahora, sin embargo, hemos hecho avances y logramos hablar de ciertas cosas y encararlas como nunca lo habíamos hecho.1

Eso me causó una honda impresión, porque si Tim Keller, que vive a la sombra del cáncer, puede hacer que una de sus principales prioridades sea mejorar su matrimonio, cuánto más deberíamos poder hacerlo nosotros en nuestras relaciones.

Otra cosa que me impresionó mucho en el mismo orden de ideas fue la vivencia de un hombre que se iba a divorciar. Su esposa y él habían intentado de todo, y nada daba buenos resultados. Pero él amaba a su esposa y quería seguir con ella.

Se le ocurrió entonces la idea de preguntarle todos los días qué podía hacer por ella y poner todo de su parte

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María Fontaine

para realizarlo. Las primeras tres veces que le preguntó, su mujer pensó que bromeaba cuando él le decía: «Amor, ¿qué puedo hacer por ti hoy?» Ella lo ponía entonces a prueba y le daba una tarea enorme o complicada, como limpiar el garaje o hacer un arreglo general del jardín. Se lo ponía lo más difícil posible, pues pensaba que él nunca llegaría a cumplir lo que ella le pedía.

Así y todo, después de que día tras día él seguía preguntándole qué podía hacer por ella y luego con entusiasmo ponía todo su empeño y fuerza para cumplir con lo que le pedía, la esposa empezó a creer que en realidad estaba decidido a hacer lo que fuera para convencerla de que la amaba. Gracias a que estuvo dispuesto a expresarle su amor de manera tangible por medio de sus acciones, su matrimonio se salvó.

Cuando Dios está en el centro de nuestro matrimonio y Él es la Persona más importante en nuestras relaciones, Su amor labra la unidad entre nosotros y nos hace uno. Cuando Su amor nos mueve, sabemos que lo estamos complaciendo a Él, por más que nuestro cónyuge no responda como esperábamos.

Transmitir el amor de Dios a los demás no es un contrato concebido para obtener a cambio lo que queremos de la otra persona. Se da libremente sin esperar reciprocidad. A veces hacemos cosas para nuestro cónyuge con la esperanza de que nos corresponda. Hacemos algo agradable por esa persona y queremos que a cambio haga algo agradable para nosotros. En muchos casos así será, toda vez que el amor engendra amor; sin embargo, es posible que ese acto recíproco por parte de la otra persona no nos llegue en el momento en que lo esperábamos ni tal como nos lo imaginábamos.

Si el móvil que tenemos es obtener algo a cambio, lo que damos no es completamente por amor. Procuremos más bien imitar el amor de Jesús, que lo entregó todo por nosotros sabiendo que nunca podríamos devolverle todo lo que nos dio.

María Fontaine dirige juntamente con su esposo, Peter Amsterdam, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■

VERSÍCULOS SOBRE LAS RELACIONES

Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse. Santiago 1:19 NVI

La respuesta suave aplaca la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor. Proverbios 15:1

Nada de acritud, rencor, ira, voces destempladas, injurias o cualquier otra suerte de maldad; destierren todo eso. Efesios 4:31 BLPH

Mejor es el fin del asunto que el comienzo. Mejor es el de espíritu paciente que el de espíritu altivo. No te apresures en tu corazón a enojarte, porque el enojo reposa en el seno de los necios. Eclesiastés 7:8,9

Sobre todo, sean fervientes en su amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados.

1 Pedro 4:8 NBLA

Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. […] Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue. 1 Corintios 13:2-8 NVI

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BAJO LA CRUZ

Hace unos años tuve una experiencia aterradora. Estaba llegando al final de una semana muy intensa y estaba ya agotada, cuando mi hija llamó desde Chile para contarme que ella y su familia habían resistido un terremoto acurrucándose bajo el marco de su puerta de entrada. Luego me enteré de que uno de mis nietos tenía dolores en el pecho por una artritis reumatoide y que los médicos temían por su vida. Todos esos pensamientos se agolparon en mi mente cuando me acosté a dormir la siesta ese sábado. Al despertar, ¡había perdido completamente la memoria!

Afortunadamente tres de mis hijos adultos estaban de visita en ese momento y se ocuparon de mí. Dado que estaba consciente y coherente, en el hospital recomendaron que esperara un día para ver cómo evolucionaba. Me aterraba la idea de no recuperar la memoria; lo que no se me borró de la memoria fue la oración, y recé muchas veces por mi sanación. Después de la cena mi hija me sugirió que descansara y escuchara mis audios de inspiración cristiana.

Uno de ellos se llamaba «El Cristo inmutable». En él, Virginia Brandt Berg habla de una cruz que construyó el navegante portugués Vasco da Gama en Macao en el

siglo XVI. Era muy grande y estaba colocada sobre uno de los muros de una catedral de piedra. A la postre la catedral acabó destruida por el tiempo y los tifones, pero el muro que sostenía aquella enorme cruz seguía en pie en 1825, cuando, según dicen, pasó por allí el futuro gobernador inglés de Hong Kong, Sir John Bowring. Observar la majestuosa cruz, aún en pie a pesar del paso del tiempo, lo inspiró a escribir un poema titulado In the Cross of Christ I Glory (En la cruz de Cristo me glorío), que más tarde se transformaría en un himno. El audio termina con otro himno titulado Permanece conmigo (1847).1

Podía imaginarme esa gran cruz brillando en la costa. Aquel relato verídico y los himnos me devolvieron la serenidad que extrañaba. Me sentí tranquila y alborozada y pronto me quedé dormida. Cuando desperté a la mañana siguiente había recobrado la memoria.

Las situaciones que me preocupaban ya se han resuelto. La familia de mi hija está bien, al igual que mi nieto. Aprendí a no excederme físicamente ni permitir que me dominen las preocupaciones. Sobre todo, aprendí a aferrarme a la cruz que irradia paz y alegría en todo momento, especialmente en los momentos difíciles.

Rosane Pereira es profesora de inglés y escritora. Vive en Río de Janeiro (Brasil) y está afiliada a La Familia Internacional. ■

Rosane Pereira
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1. N. de la R.: Para escuchar la reflexión en audio en inglés, visita http://virginiabrandtberg.org/meditation-moments /mm114_the-unchanging-christ.html.

HERMANDAD DELOS TRANSEÚNTES LA

Estaba recaudando fondos para obras de caridad en un semáforo y me di cuenta de algo interesante. Cada vez que pasaba una persona me regalaba una especie de sonrisa risueña y me asentía con la cabeza, y yo hacía lo mismo. Era como si todos los transeúntes tuvieran algún tipo de vínculo o camaradería. Se daba como una especie de hermandad o camaradería momentánea entre las personas que se deslizaban entre los autos y sorteaban cuidadosamente las líneas amarillas.

Me hizo pensar en el cuerpo de Cristo y en nuestras interacciones con los demás. Efesios 2:19 dice: «Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y de la familia de Dios». Esa camaradería y vínculo deben ser visibles, y debemos ser capaces de conectar e identificarnos con nuestros hermanos cristianos de forma inmediata y profunda. Cuando ves a un seguidor de Cristo esmerándose por transitar con Él, debería ser un episodio alentador y confirmador.

La unidad en Cristo es muy importante. Los seres humanos gravitamos hacia nuestro rebaño, los grupos de personas con los que nos identificamos, nos relacionamos y con quienes tenemos similitudes. Los cristianos podemos distraernos y quedar atrapados en confesiones religiosas, diferencias doctrinales e incluso en culturas y

formaciones diversas. Eso nos impide lograr la «buena y agradable» convivencia, en unidad, de la que habla la Biblia.1

Cuando estuvo en la Tierra, Jesús oró por la unidad entre los creyentes: «Te pido que se mantengan unidos entre ellos, y que así como tú y yo estamos unidos, también ellos se mantengan unidos a nosotros. Así la gente de este mundo creerá que tú me enviaste».2 Eso no significa que nunca debamos estar en desacuerdo o tener opiniones divergentes, pero sí que debemos considerarnos del mismo equipo, de la misma familia y con el mismo Gran Mandato: Divulgar las buenas nuevas de Jesucristo entre todos los que podamos.

El mundo no es nuestro hogar, mas tenemos una familia de millones de hermanos y hermanas que pasan por pruebas, apuros y dificultades igual que nosotros. Si la gente puede establecer un vínculo por algo tan simple como ir a pie por una calle concurrida, independientemente de lo que esté haciendo o a dónde vaya, y ver que los demás experimentan las mismas cosas, deberíamos ser capaces de sentir un vínculo con otros creyentes que tienen una fe y unos objetivos similares.

Amy Joy Mizrany nació y vive en Sudáfrica. Lleva a cabo una labor misionera a plena dedicación con la organización Helping Hand . Está asociada a LFI. En su tiempo libre toca el violín. ■

AmyJoyMizrany
1.
2.
V. Salmo 133:1
Juan 17:21 TLA
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OÍR PARA ENTENDER

Me subí al avión que me llevaría de regreso a casa tras visitar Toronto, Canadá. Un caballero se sentó en el asiento contiguo al mío. Llegó hablando en su iPhone. Enseguida me percaté de su acento sudafricano, ya que el año anterior había visitado ese país para asistir a una conferencia.

Al rato, Andrew y yo estábamos enfrascados en una amena conversación que duró el resto del vuelo. Él tenía un montón de anécdotas que contar; yo me dediqué más que nada a escucharlo. Descubrí que él tenía experiencia como conductor de grupos de turismo de aventura. Durante algunos años se había dedicado a llevar equipos de compañeros de trabajo —muchos de ellos con cargos

directivos— en excursiones de aventura por zonas inhóspitas de Sudáfrica, experiencias que los exigían al límite. Andrew sonreía muy complacido mientras me contaba con lujo de detalles las disyuntivas, los enigmas y los desafíos a los que sometía, en grandes espacios naturales, a aquellos oficinistas. Al verse en situaciones de gran exigencia física y ante pruebas de índole emocional, y sintiéndose además tremendamente asustados, empezaban a transformarse. Adquirían perspectivas distintas y percibían aspectos de sí mismos y de sus colegas que antes no veían ni entendían. En la mayoría de los casos volvían a su hogar y a su trabajo habiendo resuelto importantes cuestiones personales.

Jessie Richards
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Pensé que sería fascinante probarlo: Llegar a conocerme más a fondo y entender mejor a mis compañeros mediante una vivencia extrema. Reflexioné también sobre lo interesante que debía de ser estar en su pellejo. Primero, por el solo hecho de vivir una aventura y recorrer lugares atractivos y apasionantes; pero sobre todo por ver a tantas personas adquirir nueva conciencia de las cosas y transformarse.

No todos los días tengo ocasión de hablar con alguien como Andrew. Pensé por eso que con todos sus años de experiencia trabajando con la gente en un medio tan interesante podría darme excelentes consejos y recomendaciones.

—En todos tus años como organizador de esas actividades, ¿cuál dirías que ha sido el asunto o problema que más frecuentemente ha habido que resolver en esos grupos de personas? —le pregunté.

—La comunicación. El asunto más complicado casi siempre es la comunicación.

—¿Será porque la gente que trabaja en conjunto no se habla mucho?

—¡Hablan hasta por los oídos! Lo que casi nadie hace bien es escuchar.

Aquello fue una revelación. No era del todo desconocido para mí, aunque reconozco que no soy tan buena para escuchar como debería. Antes mencioné que en la conversación con Andrew me dediqué más que nada a escuchar, pero eso fue porque me interesaban sus anécdotas. En otras circunstancias no creo que hubiera sido tan buena oyente.

Andrew ahondó en el tema y explicó que la comunicación no es tal si las personas no se entienden. Es muy frecuente que alguien piense que se comunicó bien porque dijo lo que quería decir, de palabra o por escrito, pero que en realidad no tenga ni idea de si su interlocutor lo entendió. En muchos casos la otra persona capta algo completamente diferente de lo que el primero quiso expresar.

Para averiguar si hemos comunicado eficazmente lo que queríamos decir, o entendido lo que alguien nos dijo, es preciso hacer preguntas y, cómo no, escuchar.

Hace poco oí una charla de Peter Kreeft que reforzó en mí esta nueva enseñanza de prestar atención a los demás. Decía atinadamente: «No muchos tienen grandes dotes para hablar, pero todos podemos ser buenos para escuchar». Creo que a veces me preocupo mucho por ser una buena oradora y me olvido de que la mayoría de las veces no es eso lo que la gente quiere o necesita.

Kreeft también manifestó: «Que nos escuchemos unos a otros es raro, excepcional. Cuando escuchamos siempre sucede algo». Tengo vivos recuerdos de ciertas ocasiones en que descubrí algo extraordinario por el simple hecho de callarme la boca y prestar oído. Lamentablemente esas ocasiones fueron pocas. Podrían haber sido más.

No sé si comprometerme a ser una mejor oyente hasta el día en que me muera sería muy realista, pero sí me he propuesto hallar más personas a las que pueda escuchar con atención. ¿Por qué habría de limitarme a mis propios pensamientos cuando puedo beneficiarme de los de los demás y en particular de los de Dios?

Me vino una cosa más sobre el valor de escuchar: Hay fases en nuestra vida en que pensamos que no tenemos mucho que aportar. Yo misma ahora me siento así. Todo se nos hace cuesta arriba, hasta nos sentimos un poco perdidos quizás. Queremos ayudar a los demás, pero ¿qué podemos decirles que con certeza los haga sentir mejor? Tal vez hay situaciones en las que nada que dijéramos contribuiría a mejorar las cosas. En cambio, todos sí desean que alguien los escuche y los comprenda. Si soy capaz de prestar oído a los demás, siempre habrá algo estupendo que pueda entregar. Y lo más probable es que lo valoren más que cualquier cosa que yo pudiera decir.

Jessie Richards formó parte del equipo de redacción y producción de la revista Activated entre el 2001 y el 2011. Es autora de diversos artículos publicados en la revista y además ha escrito y revisado textos para otras publicaciones y páginas web cristianas. ■

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SAREPTA

—¿Tendría algo que darme de comer y de beber?

—preguntó el modesto forastero—. El hambre y el cansancio del viaje me han debilitado. Se lo ruego.

Me compadecí. Yo también tenía retortijones de hambre. En Sarepta, como por lo visto en la región de donde venía aquel forastero, había sequía y escasez. Yo también me sentía débil y cansada. Como él, necesitaba que alguien me salvara de la muerte.

Casi no tenía nada, y él me pedía que le diera lo poco que me quedaba. Si hubiera vivido sola y no hubiera tenido a nadie a mi cuidado, le habría cedido sin titubear mi último bocado. Confieso que yo le había dado a Dios sobrados motivos para que me diera la espalda. Pero... ¿y mi hijito, la luz de mis ojos, a quien adoraba?

—Pase... Claro, entre —respondí con voz vacilante—. Pero ya verá que no tengo nada que ofrecerle. Con la harina y el aceite que me quedan pensaba preparar una última comida para mi hijo y para mí antes de dejarnos morir. Estábamos juntando ramitas para el fuego cuando usted se apareció.

El niño era muy apuesto, mas se le veía demacrado por lo poco que había comido en las últimas semanas. Una sonrisa se dibujó en sus labios. Siempre lucía una sonrisa.

—Madre —me dijo—, yo también encontré unas ramitas. Cayeron anoche con el viento. Con ellas haremos un buen fuego.

El forastero miró al niño a los ojos y señaló:

—Sin duda el Señor me trajo aquí.

Miré a mi hijo, con sus rizos castaños despeinados por la brisa. Tenía los ojos clavados en mí, como mira un niño a su madre, con confianza y expectación.

—No tenga miedo —dijo el forastero—. Prepare primero una pequeña torta y tráigamela. Luego prepare algo para su hijo y para usted. Porque esto ha dicho el Señor Dios: «La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la faz de la tierra».

Me dirigí a la repisa y bajé la vasija de aceite. La sentí liviana, casi vacía. ¿Por qué estaba haciendo yo eso por un forastero? No tenía sentido.

—Hijo, enciende el fuego mientras preparo el pan.

Tomé el saco de harina que tenía en la tinaja y que también estaba casi vacío. Pero mientras amasaba, ocurrió algo extraño: Recuperé la energía en las manos y mis pies avanzaron ligeros en dirección al horno. Aquel pan que estaba preparando tenía algo peculiar.

Procuré no hacer caso de los dolores que me provocaba el hambre mientras el cuarto se llenaba del aroma del pan recién horneado. También evité la mirada atenta de mi hijo.

El forastero tomó el pan que le ofrecí. Lo sostuvo en alto y dirigiéndose a Dios rogó:

Joyce Suttin
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ADAPTACIÓN DE 1 REYES 17:8-16

—Señor, bendice esta comida que has provisto y a la persona que la preparó.

Seguidamente se volvió hacia mí, sonrió y me dijo:

—Ahora prepare una torta para usted y su hijo.

—Pero es que... ya no queda más... —dije vacilante. Con la mirada me indicó que no dudara y simplemente siguiera sus instrucciones.

—Hijo, alcánzame la harina y el aceite. Maravillado el niño me entregó la harina. Hacía muchos días que el saco no pesaba tanto. Cuando me pasó la vasija del aceite, estaba tan llena que se derramó un poco. Nuestro corazón también se desbordaba de emoción.

Así, Dios cumplió Su palabra. Lo que no había sido más que un puñado de harina y unas gotas de aceite nos alcanzó para sobrevivir tres años hasta que pasó la hambruna.

Joyce Suttin es docente jubilada y escritora. Vive en San Antonio, EE.UU. Su blog se encuentra en https://joy4dailydevotionals .blogspot.com/. ■

DA Y SE TE DARÁ

A quien más da, más se le devuelve, porque Dios es el mayor dador del universo y no dejará que lo superes. Inténtalo si quieres. Verás lo que pasa. Randy Alcorn (n. 1954)

En todos mis años de servicio a mi Señor he descubierto una verdad que nunca ha fallado y nunca ha sido desvirtuada. Esa verdad es que no cabe dentro de lo posible que uno tenga la capacidad de dar más que Dios. Aunque yo le entregue todo lo que valgo, Él encontrará la manera de devolverme mucho más de lo que le entregué. Charles Spurgeon (1834-1892)

¿Quieres ser dichoso? Abre la mano y cierra los ojos. Al liberal, nunca le falta qué dar.

Refranes españoles

Dios quiere proveer para todas tus necesidades, físicas y espirituales, a través de su Hijo Jesús.1 Puedes invitarlo a ser parte de tu vida y reconocer en Él a tu Salvador rezando la siguiente oración: Jesús, creo de verdad que eres el Hijo de Dios y que moriste por mí. Te ruego que me perdones todos mis pecados. Abro ahora la puerta de mi corazón y te pido que entres y me concedas Tu don de la vida eterna. Amén.

1. V. Filipenses 4:19
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EL DIOS FIEL

Uno de mis versículos favoritos aparece por la mitad de la Biblia: «Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en la gente».1 Todo el salmo es una expresión de gratitud, admiración, alegría y alabanza a Dios, y lo principal que se desprende de este versículo es la fidelidad de Dios.

Cuando no podemos depender de los demás —ni siquiera de nuestra familia o de nuestros mejores amigos—, sabemos que siempre podemos fiarnos de Dios. Él es infinito, omnipresente, omnipotente, omnisciente y el espíritu mismo del amor. Nosotros, en cambio, tenemos limitaciones y aprendemos sobre la marcha, generalmente a través de nuestros errores. Hasta nuestras mejores intenciones a menudo se malogran porque no sabemos cómo llevar a cabo lo que nos proponemos. Y, para ser

1. Salmo 118:8 NTV

2. V. Génesis 3:8-10

3. V. Génesis 18

4.

franca, nuestros motivos suelen estar contaminados por nuestros deseos personales.

Desde los primeros relatos de la Biblia leemos sobre un Dios presente, un actor relevante en el teatro de la humanidad. Imagínate lo que fue pasearse con Él por el huerto del Edén2 o reunirse a almorzar con Él para hablar de asuntos familiares, como hizo Abraham.3 Dios además condujo a los hebreos por el desierto,4 habló con Moisés cara a cara5 y despertó al niño Samuel en la noche para darle un mensaje profético.6 Hay muchos relatos similares en todo el Antiguo Testamento.

Luego nos encontramos con Jesús en los Evangelios. Vive entre Sus discípulos, camina con ellos en el mercado, a la orilla del mar, enseña con autoridad7 y amor8 Hasta en la cruz, demuestra Su divinidad y nuestra insuficiencia.9

Cuando le preguntaron: «¿Quién podrá ser salvo?», Jesús respondió: «Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible».10

Está claro que, aun en nuestros momentos más brillantes, todavía es mejor confiar en Dios que poner la confianza en el hombre.

¡Y Dios lo sabía desde el principio! La buena noticia es que Él aún camina con nosotros hoy. Es más, ¡anhela venir a vivir contigo! Jesús dijo: «El que me ama, obedecerá Mi palabra, y Mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él».11

Confía en Él por encima de todas tus otras opciones y comprenderás la relevancia de la verdad expresada en el Salmo 118:8.

Sally García es educadora y misionera. Vive en Chile y está afiliada a la Familia Internacional. ■

V. Éxodo 13:21 5. V. Éxodo 33:11 6. V. 1 Samuel 3 7. V. Mateo 7:29 8. V. Juan 13:1 9. V. Mateo 27:46-54 10. Mateo 19:26 11. Juan 14:23 NVI
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EL DON DE BECKY

Becky era una compañera de colegio con la que me sentaba en 5º grado hace unos 50 años. Esta mañana algo me hizo acordarme de ella. Una cosa dio pie a la otra, y me vinieron a la memoria un montón de recuerdos. Me acuerdo perfectamente de su sonrisa y su forma de ser tan agradable, a pesar de que debía de estar experimentando un dolor físico y psicológico extremo. Es que ella era ya consciente de que su vida nunca sería como la de sus compañeros, pues sufría de parálisis infantil.

La recuerdo levantándose con sus incómodos y chirriantes aparatos ortopédicos y arrastrando los pies, bregando para dar cada paso. Ya entonces me asombraba cómo podía arreglárselas. Yo en cambio tenía todos mis miembros intactos, buena salud y toda mi vida por delante. Mi familia era de clase media bien afirmada y no me faltaba nada de lo fundamental; así y todo, a veces no estaba tan agradecido como debía. Mirándolo en retrospectiva, puedo decir que fui bastante mimado.

A pesar de sus impedimentos, Becky mantenía una actitud positiva y conservaba su fe en Cristo. Su espíritu alegre era un regalo para mí que decía mucho.

En la primera mitad del siglo XX la poliomielitis seguía siendo un mal generalizado y podía afectar a cualquiera. El presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt quedó paralizado de la cintura para abajo a causa de la polio. En su punto álgido, durante los años 40 y 50, la poliomielitis paralizaba o mataba a más de medio millón de personas al año en el mundo. En estas últimas décadas la poliomielitis estuvo casi erradicada; por desgracia se ha vuelto a detectar recientemente en ciertas zonas donde casi había desaparecido.

Si bien todavía queda trabajo por hacer para acabar con esta horrible enfermedad, es alentador ver lo lejos que hemos llegado. Me da fe de que podemos superar otros perjuicios más actuales, como la pandemia de Covid19, el cambio climático, la escasez de energía y otras amenazas que puedan surgir. Y aunque tengamos que sufrir una desgracia, podemos recordar e inspirarnos en las almas valientes que, como Becky, aguantaron y conservaron la fe a pesar de todo.

Curtis Peter van Gorder es guionista y mimo. Durante 47 años desarrolló actividades misioneras en 10 países. Actualmente vive con su mujer, Pauline, en Alemania. ■

Cada vez Él me dijo: «Mi gracia es todo lo que necesitas; Mi poder actúa mejor en la debilidad». Así que ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí.

2 Corintios 12:9 NTV

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EMPATÍA Y COMPASIÓN

Hace poco leí un artículo que ofrecía una perspectiva interesante sobre las órdenes de permanecer en casa o medidas de confinamiento que se aplicaron en todo el mundo durante la crisis de la pandemia de Covid-19. El autor decía que aunque «todos atravesábamos la misma tormenta, no estábamos todos en el mismo barco».

La cuestión era que quedarse en casa, por ejemplo, podía considerarse una oportunidad para algunos, que obtenían un descanso o la posibilidad de explorar nuevos horarios de trabajo o de pasar tiempo con sus seres queridos. Para otros significaba una pérdida de ingresos, condiciones de hacinamiento —o, por el contrario, una profunda soledad— y, en algunos casos, incluso peligro físico o mental.

Pensé mucho en esto mientras leía mensajes y artículos muy intensos dirigidos a las personas que desobedecían las órdenes de cuarentena, o al gobierno por tratar de imponerlas, o incluso simples mensajes que daban por sentado que todo el mundo tiene los mismos puntos de vista y que quienes sostenían opiniones divergentes eran personas estúpidas, engañadas o cosas peores.

Algo de esto se aborda en la Biblia, ya que la naturaleza humana siempre ha sido bastante egocéntrica y Jesús recordaba constantemente a Sus discípulos y a otras personas de Su entorno que debían tener empatía y compasión y tratar de ver las cosas desde la perspectiva de los demás. Recopilé algunos versículos sobre este tema, que me han servido para recordar que debo ser empático y compasivo con la gente con quien trabo contacto, por más que sus creencias difieran de las mías.

Simon Bishop realiza obras misioneras y humanitarias a plena dedicación en las Filipinas. ■

Sean misericordiosos, como también su Padre es misericordioso. No juzguen, y no serán juzgados. No condenen, y no serán condenados. Perdonen, y serán perdonados. Lucas 6:36,37

Si ustedes aman solo a quienes los aman, Dios no los va a bendecir por eso. Recuerden que hasta los que cobran impuestos para Roma también aman a sus amigos. Si saludan solo a sus amigos, no hacen nada extraordinario. ¡Hasta los que no creen en Dios hacen eso! Mateo 5:46,47 TLA

Háganme verdaderamente feliz poniéndose de acuerdo de todo corazón entre ustedes, amándose unos a otros y trabajando juntos con un mismo pensamiento y un mismo propósito. No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. No se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás. Filipenses 2:2-4 NTV

Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros. No sean tan orgullosos como para no disfrutar de la compañía de la gente común. ¡Y no piensen que lo saben todo!

Romanos 12:15,16 NTV

Como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia. Colosenses 3:12

Aliéntense y edifíquense unos a otros, tal como ya lo hacen. 1 Tesalonicenses 5:11

14

ESE GRAN AMOR

«Sobre todo, tengan entre ustedes ferviente amor, porque el amor cubre una multitud de pecados.»1

Siempre he sido consciente de que el amor pasa por alto los errores, las insuficiencias, las peculiaridades y las cosas que nos irritan de los demás. Pero este versículo se refiere a un amor que cubre el pecado, no solo algún azaroso olvidé incluir eso en mi agenda o algún amigo que masca con estridencia, sino al pecado: las cosas que nos hacen daño, que nos separan de Dios, que nos hacen difícil amar o perdonar a los demás, cosas que sabemos que podríamos hacer mejor, pero que no intentamos con mayor esfuerzo.

Permítanme contarles cómo me caló esto en relación con mi marido, mis hijos y demás seres queridos. En cada una de esas magníficas personas puedo detectar puntos flacos, defectos y, cómo no, también pecados. Claro que esto va en ambos sentidos: Ellos sin duda podrían hacer lo mismo conmigo. A veces, sin embargo, soy poco indulgente y gentil con ellos y en algunos casos hasta llego a sentirme justificada en mi postura. Por un lado, no quiero hacer concesiones ni permitir que entre el mal en nuestra vida; pero en realidad, ¿a quién se le puede exigir tal grado de perfección?

Este es un concepto difícil de expresar para mí, pues me parece demasiado fácil caer constantemente en un

extremo o en el otro, ya sea todo basado en gentileza y misericordia, lo que a veces raya en la transigencia y la aceptación del pecado, o en la verdad pura y dura, que a diferencia de lo que haría Jesús, me lleva a ser áspera y sentenciosa. La realidad es que ambos extremos afectan nuestra utilidad para Dios y nuestra relación con los demás.

El punto medio es uno en el que la verdad puede ser exaltada como es debido, pero a la vez pueda dispensarse gentileza y misericordia como corresponde. Aunque la Palabra de Dios nos ofrece directrices para la vida —y sin duda puede transformar la vida de alguien—, yo no tengo la capacidad de convertir a nadie en persona recta. No me corresponde esa tarea. Mi cometido es amar, lo cual, según la Palabra de Dios, cubre multitud de pecados.

Pensaré en eso la próxima vez que mi hijo adolescente se ponga pesado, o que mi esposo no reaccione a mi recordatorio tal como yo esperaba, o que oiga a mi amiga enojarse con otro conductor mientras estoy hablando por teléfono con ella. Trataré entonces de cubrirlos a todos con ese inmenso y poderosísimo amor que llevó a Cristo a morir por nosotros «siendo aún pecadores.»2

Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■

1. 1
4:8 2.
5:8 NLT
Pedro
Romanos
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Marie Alvero

De Jesús, con cariño

VUELVE A COMENZAR, HOY

Buena parte de la vida consta de un cúmulo de pequeñas decisiones que tomas día a día. Si bien las que tomaste en otro tiempo tuvieron su efecto, cada día puede significar un nuevo comenzar. Sea lo que sea que haya sucedido hasta ahora, hoy tienes la oportunidad de tomar buenas decisiones.

No pierdas el tiempo reviviendo el dolor causado por los errores y las decisiones desatinadas del pasado. Eso no hace más que restarte energías para lo que podrías hacer hoy. No puedes alterar el pasado, pero sí tomar decisiones que forjarán tu futuro, empezando ahora mismo. Aprovecha, pues, al máximo el presente.

Aprende de los errores cometidos y déjalos atrás. Perdona a quienes te hayan ofendido y pide perdón a quienes tú hayas ofendido. Si bien no será fácil, no lo postergues: hazlo hoy mismo. Acude hoy a Mí y a Mi Palabra para hallar renovado valor y esperanza. Hoy mismo puedes concebir nuevos sueños y fijarte nuevas metas. Emplea el tiempo de que dispones hoy en lo verdaderamente importante. Ama a tu familia, cultiva la amistad. Comienza hoy mismo a hacer mejor las cosas.

Con Mi ayuda, tu futuro puede encarnar vida nueva y una relación más estrecha conmigo. Y todo empieza hoy.

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