Revista Misión 360° - Misión Adventista - Vol 8 No 4

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CHINA

Dios, por favor envíame a China

Florence Muriel Howe, fue una intrépida enfermera y misionera que sintió la poderosa convicción de que debía servir a la gente de China. En la siguiente historia, Ud. verá todo lo que tuvo que hacer para llegar allá y vivir una asombrosa vida de servicio misionero.

F Lester Devine es un director emérito del Centro de Investigación Adventista Elena G. de White de Avondale, Australia.

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lorence Muriel Howe nació en 1908 en Nueva Gales del Sur, Australia. Fue hija de David y Philippa Howe.1 En 1931, Muriel dejó su hogar para estudiar en el Colegio Misionero Australasiano (hoy Colegio Universitario de Avondale), y se pagó sus propios estudios.2 Mientras se encontraba allí, fue secretaria de la Sociedad Misionera Voluntaria.3 Durante este tiempo, creció su convicción de que el Señor la estaba llamando a dedicar su vida a China. Pero la iglesia no había enviado obreros desde Australia a China hacía veinte años, así que supo que “tendría que hallar la forma de llegar allá”.4 Muriel decidió que iría a China, estudiaría enfermería, y aprendería el idioma, “sin levantar la cabeza” durante los tres años que estuviera estudiando. Su padre se opuso a estos planes, pero Muriel tenía más de 21 años y podía tomar sus propias decisiones. Le pidió al Señor tres señales de que lo que ella estaba haciendo era Su voluntad para ella. La primera señal era que fuese aceptada como estudiante de enfermería en el Sanatorio

de Shangai; aunque jamás un estudiante europeo había sido entrenado junto con los estudiantes nacionales. La segunda señal fue que, sin pedirlo a otras personas, el Señor proveyera el 60 por ciento del dinero que ella necesitaba. El último pedido fue que todo resultara a tiempo para que ella pudiera embarcarse hacia China en un barco que debía zarpar desde Sidney, Australia, el 28 de abril de 1934.5 Así que, ella esperó a ver qué haría el Señor. Siete semanas antes de su partida, Muriel recibió la notificación de que había sido aceptada en el Sanatorio de Shangai. Ella había ahorrado el 40 por ciento del dinero que necesitaba, y pronto recibiría el 60 por ciento restante, sin haberlo solicitado, de diferentes fuentes. De hecho, Muriel tenía más de lo que necesitaba, ya que los líderes de la División Australasiana aportaron suficientes fondos para un completo conjunto de ropa de abrigo, algo que ella no sabía que necesitaría. Mientras tanto, su padre, que había expresado una fuerte objeción a sus planes, le dijo: “Si el Señor quiere que vayas, que el Señor provea, pero


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