FILIPINAS
Mujer en misión
A
imee y sus colaboradores, Eunice y Ralph, salieron al amanecer de la oficina de ADRA de Filipinas para comenzar un arduo día de trabajo. Aunque todavía era temprano, el sol tropical atravesaba la piel de Aimee y le hacía añorar un baño fresco. Pero esa no era una opción. Cerca, había un grupo de personas con hambre que esperaban sus bolsas de arroz. Dos meses antes, el volcán Taal -inactivo durante 43 años- hizo erupción con furia, lanzando al aire gases venenosos, rocas y ceniza, a más de 14 kilómetros de altura. Miles huyeron de sus hogares buscando refugio en los centros de evacuación, donde permanecieron por semanas. Para ayudarlos a estar más cómodos, ADRA entregó esteras de paja, mosquiteros y sábanas para los evacuados. También les entregó dinero para ayudar a reconstruir sus vidas una vez que pudieran irse de allí. Como directora de Relaciones Públicas y administradora, Aimee ha pasado horas con los evacuados. Cuánta compasión sentía por los mayores, comúnmente llamados lola y lolo (abuela y abuelo), que apenas podían caminar, pero de alguna manera habían huido de la ceniza que caía. Ella había escuchado a muchas personas compartir sus historias de cómo escaparon, y sus preocupaciones acerca de cómo se podrían recuperar. Aquellos fueron días largos, cuando el sueño solo llegó como producto del agotamiento. ¡Luego golpeó el COVID-19! Un día, mientras el equipo de ADRA distribuía suministros de emergencia a quienes los necesitaban, Aimee buscó entre la multitud algún rostro sonriente; alguien que pudiera estar dispuesto a conceder una entrevista. Vio a dos mujeres que parecían tranquilas y felices, y decidió acercarse a ellas. Una de las mujeres, llamada Elsie, le contó a Aimee que un amable vecino los había traído a ella y a sus dos hijos al centro de evacuación el día de la erupción. Aunque ella estaba muy asustada, tuvo la presencia de ánimo para empacar ropa para sus hijos y una Biblia. Mientras Elsie compartía su experiencia, Aimee se dio cuenta de que había algo 28
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diferente en ella: sus ojos no tenían indicios de la desesperación que tortura a muchas personas durante eventos catastróficos. “Señora, ¿puede Ud. decirme cómo le ha afectado el COVID-19?”, preguntó Aimee. Elsie sonrió. Estaba feliz de compartir su fe. “Honestamente, si Ud. cree en Dios”, dijo, “Ud. se siente tranquila. Aunque no pueda trabajar. Si Ud. ha puesto su fe en Dios, sus cargas se sentirán más livianas”. Otros habían expresado opiniones contrarias. De hecho, una mujer le dijo a Aimee que el COVID-19 era peor que la erupción volcánica. Por lo menos habían podido huir de la ceniza volcánica, pero ahora estaban en cuarentena, sin poder ir a ninguna parte. “También les dije a mis hijos que, mientras nos aferremos al Señor, Él no permitirá que pasemos hambre”, agregó Elsie. “Y el Señor nos cuidó”. Aimee no pudo evitar pensar en todos los alimentos que ha entregado ADRA durante la
Crystal Earnhardt es una escritora de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA internacional).