SUR DE ASIA
Una vida reorientada
G
Ricky Oliveras Oficina de Misión Adventista
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abriel se acercó por primera vez a la remota aldea montañesa. Él no sabía en lo que se estaba metiendo. Pero había escuchado una suave y apacible voz que lo invitaba a ir. Había dejado la escuela por un año, debido a problemas de salud. Pero un amigo le habló de una aldea donde las personas nunca habían escuchado acerca de Jesús. A pesar de que su salud empeoraba, Gabriel se sintió impulsado a ir. “Cuando llegué a la aldea, sabía que estaba muy mal de salud y que, incluso, podría morir”, dice Gabriel. “Pero me apasiona llevar el evangelio a los no alcanzados. Le dije a Dios: ‘Ya que me enviaste aquí, debes mejorarme. Debes cuidarme. Dependo completamente de ti para atender todos mis problemas de salud’”. Después de llegar a la aldea, Gabriel descansó y oró durante una semana. Luego tuvo que viajar una larga distancia para visitar a un doctor. ¡Un examen de sangre reveló que su salud había sido restaurada! Con su oración contestada, Gabriel regresó, listo para poner toda su energía al servicio de la comunidad.
Pero rápidamente se dio cuenta de los desafíos que enfrentaría. Hacía mucho frío debido a la gran altura, debía caminar largas distancias subiendo y bajando por terrenos escarpados para conseguir agua, y las personas de la aldea no sabían nada sobre principios básicos de salud. Aunque Gabriel tenía permiso de los líderes de la aldea, muchos se oponían a su presencia. “Fue muy difícil que me aceptaran”, dice Gabriel. Pero se le ocurrió una idea; una forma de llegar a sus corazones. En la aldea no había escuela, así que convirtió su hogar en una sala de clases. Los niños lo querían y, con el tiempo, los habitantes de la aldea comenzaron a invitarlo a pasar tiempo con ellos. Pronto, Gabriel estaba conversando con ellos sobre principios de salud. A veces, incluso, hablaban sobre temas religiosos. “Me tomó casi cuatro meses hacerme amigo de ellos”, dice Gabriel. “Cuando, por fin, me aceptaron como parte de su aldea, ¡me sentí muy feliz!” Las personas comenzaron a preguntarle a Gabriel qué tenía en su vida que lo hacía tan feliz. Esta era la oportunidad por la cual él había estado orando, y comenzó a compartir el amor de Jesús. Los aldeanos disfrutaban escuchando acerca de la esperanza que Gabriel tenía en Jesús. Era un concepto de liberación del que nunca antes habían oído. Muchos aceptaron a Jesús y comenzaron a reunirse los Sábados. Se abrieron puertas maravillosas. Pero, aún así, a veces Gabriel se sentía desanimado. Se sentía solo y las condiciones eran duras. Pero nunca se rindió. Comenzó a visitar otras aldeas, hasta donde podía llegar caminando, para predicar el evangelio. Después de ese año de ministerio, Gabriel descubrió que quería una sola cosa: seguir la voluntad de Dios para su vida. Su deseo de profundizar más en la Biblia lo llevó a inscribirse en la escuela de teología de la Universidad Adventista Spicer. Hoy, Gabriel está feliz estudiando en Spicer, 1 una escuela dedicada a