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Mismidad e ipseidad

MISMIDAD E IPSEIDAD EL DOBLE DESENVOLVIMIENTO DE LA IDENTIDAD COMO IDENTIDAD NARRATIVA, EN EL RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE, DE JAMES JOYCE Ángel García Díaz

Torrente Ballester escribiría del Retrato del artista adolescente que “aquella

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manera de narrar y lo que se narraba en el Retrato [...] me resultaba absolutamente nuevo

y, sin embargo, adivinado o presentido: como un reconocimiento y también, como un

espejo” 1

. Esta prefiguración muestra, en primera instancia, la impresión del escritor

español frente a la innovación lograda en esta obra de Joyce. Irónicamente aquello nuevo, dice Torrente, también es un presentimiento; como si la expectativa del futuro y la

vivencia del pasado se fusionaran en el acontecimiento de lectura. Así, dada la unificación de horizontes en el sujeto, por todo su bagaje vivencial vertido en la lectura, podría

elaborarse la siguiente pregunta: ¿Aquella genialidad novelesca, entendida como discurso

1

Gonzalo Torrente Ballester, “Mis Lecturas de Joyce. Recuerdos.”, Camp de l’arpa, 52 (1978), p. 5.

ajeno, se puede implicar en mí, de tal manera que sienta mi yo, mi sí mismo, como

realmente plasmado allí? No se hablará aquí del proceso de lectura, pero se puede extraer

este ejemplo como detonante para tratar los cuestionamientos que interesan: la identidad,

el sí y la influencia de lo ajeno.

El retrato del artista adolescente, novela publicada por el diario The Egoist,en formato de

entregas, entre los años 1914 y 1915, cuenta la historia del joven Stephen Dedalus y la

evolución que tiene a lo largo de su crecimiento. En esta obra se puede observar cómo,

con el paso del tiempo, el adolescente despliega por igual la evolución y transformación

de una serie de reflexiones respecto del mundo y de sí mismo, mediante la intromisión

de influencias directas por parte de su familia, de su educación religiosa y de sus propias

concepciones. El caso a destacar de este proceso es la forma en la que su identidad

se desarrolla discursivamente. La constitución de la novela muestra que el discurso de

Dedalus, mediado a su vez por el discurso del narrador, se implica en un juego oscilante

entre lo que Paul Ricœur llama ‘mismidad’ e ‘ipseidad’. Lo que implica, también, el paso

de un estado de confluencias de voces del discurso al de la palabra madura de Dedalus:

mientras que en las etapas más tempranas su pensamiento es moldeado, según ideologías

y discursos externos, en su madurez, Stephen se concibe dentro de sí mismo y no a partir

de lo ajeno.

Para poder situar este problema de la concepción del sí, dentro de la novela, es necesario

retomar dos ejes de estudio: el género de Bildungsroman, comúnmente asociado a esta

obra; y el concepto de polifonía, desde los estudios de Bajtin, los cuales se anudan a la

línea principal de este trabajo: la propuesta de Paul Ricœur de la idea de identidad, aplicada

a la novela. Dado que los dos primeros ejes se anudan a la idea de identidad narrativa,

se comenzará con un pequeño resumen de la idea de identidad, en tanto oscilación de

ipseidad y mismidad. En su estudio Sí mismo como otro, Paul Ricœur propone una

manera de analizar la identidad del sí a partir de una distinción entre mismidad e ipseidad.

El autor dice que la idea de mismidad, una continuidad ininterrumpida del sí, se implica

en un horizonte temporal, en tanto concepción cuantitativa de reidentificación del sí

a la potencia n, 2

y cualitativa, según el criterio de similitud entre el elemento X con el

elemento Y.

Ahora bien, cuando el sujeto habla de sí mismo, se abre un doble despliegue de

permanencia en el tiempo, a través del carácter y del mantenimiento de la palabra o

promesa. 3

Es en el aspecto del carácter en donde surge una colisión entre mismidad e

ipseidad en razón de la alteridad. En otras palabras, la identidad-ipse (cuya característica

principal es la variabilidad del sí) se encuentra encubierta por la identidad-idem; en

tanto que la inconsistencia del sí, advenida por la llegada de nuevos rasgos al carácter,

se sedimenta en el sujeto para permanecer. Este es el punto justo de coincidencia entre

mismidad e ipseidad. 4

En cambio, la ipseidad se separa de la mismidad en la permanencia

en cuanto palabra dada, ya que pese a la aparente influencia de lo otro, a los cambios

sufridos por el tiempo, el sí o la promesa sigue manteniéndose. 5

Esta dialéctica entre mismidad e ipseidad se amplifica por medio de su propia

contención en la problemática de la identidad narrativa. 6

Pero, antes de esto, se debe aclarar

cómo es que la identidad narrativa, transformada en identidad del personaje, se construye

a través de la trama. Esto no se produce sino a través de la concurrencia de concordancias

y discordancias, que ponen en peligro la identidad. 7

Ahora bien, la dialéctica se maximiza

al situar en la concordancia toda identificación del sujeto como singularidad distinta y,

en la discordancia toda ruptura temporal, por medio de acontecimientos imprevisible. 8

A

esta concurrencia, Ricœur le llama configuración, 9

en la que el personaje se implica como

identidad correlativa. 10

En la concordancia, el personaje saca su singularidad de la unidad

de su vida considerada como la totalidad singular, que lo distingue de cualquier otro. Por

su parte, en la discordancia, la totalidad temporal se ve afectada por la ruptura de los

2

Paul Ricœur, Sí Mismo Como Otro, Siglo XXI, 2006, p.110. 3

Ibid., p.112. 4

Ibid., p.113. 5

Ibid., p.119. 6

Ibid., p.137 7

Ibid., p.138. 8

José Biedma, “Hermenéutica del Sí Mismo en cuanto Otro.”, Boletín Millares Carlo, 26 (2007), p. 84. 9

Paul Ricœur, op.cit., p.140. 10

Ibid., p.142.

acontecimientos imprevisibles que la van señalando (encuentros, accidentes, etc). 11

Así,

esta síntesis hace que la contingencia del acontecimiento contribuya a la formación de

la historia del personaje. Finalmente, queda destacar que la identidad narrativa ejerce su

función mediadora de la mismidad e ipseidad sirviéndose de las variaciones imaginativas,

que se articulan en la narración. En este contexto, las novelas de educación, así como las

de flujo de conciencia, se posicionan en un horizonte en el que la alteridad narrativa pone

en juego el estatuto de identificabilidad del sí; de manera que, en realidad, es el personaje

quien demarca el desenvolvimiento de la trama. Así, en el caso de El retrato, la narración

dependerá de la oscilación de identidad de Dedalus.

En este punto, el estatuto de la novela de educación, en el marco de la dialéctica de la

identidad, se inscribe al eje del Bildungsroman; siendo esta la idea de una narración como

posicionamiento en el mundo frente a los modelos adultos, en el que el egocentrismo se

materializa, a través de una narración desde el yo, y en el que se postula una condición

de búsqueda de voz propia. 12

Esta definición coadyuva a la directriz hermenéutica de la

dialéctica de la identidad, a partir de la idea del yo, en este caso, el yo de Dedalus, que

desenvuelve a la propia narrativa y la configura como oscilación de ipseidad y mismidad.

Ahora bien, dado que esta novela, en tanto Bildungsroman, implica una configuración

narrativa, a partir del desarrollo del sí; se debe tomar en cuenta la pertinencia del discurso

ajeno a Dedalus, que se inmerge en él en forma de innovación y sedimentación de los

rasgos nuevos de carácter. Esta perspectiva se aborda desde el tercer eje temático: la

polifonía. Para entender dicha idea, es necesario remitirse a la propuesta bajtiniana, la cual

introduce dicho concepto con la idea de ‘la palabra’: un fenómeno social que une forma y

contenidos, a través de unidades estilístico compositivas, que se entrelazan entre sí de una

manera dialógica, hasta llegar finalmente a la construcción de la novela. 13

¿Qué es lo relevante, entonces, del fenómeno de polifonía en la novela? Lo que

genera la tensión de la diversidad del lenguaje es justamente que este factor ‘estorba’

11

Ibid., p.147. 12

Aránzazu Sumalla, “El Adolescente Como Protagonista Literario.”, Temas de Psicoanálisis, 5 ( 2013), p. 13. 13

Mijaíl Bajtín, Teoría y Estética de La Novela, Taurus, 1989, p.77.

en la comprensión del objeto enunciado. En un texto con lenguaje unívoco, el objeto

es aprehendido de manera inmediata, ya que el lenguaje remite a una centralización

conceptual de dicho objeto; es decir, la palabra como entidad homogénea y centralizada.

En el caso de la palabra polifónica, esta tiene que someterse, en su trayecto hacia el

objeto, a un proceso dialogante: un ‘oscurecimiento’ de la opinión social, la cual implica

sus concepciones propias en la aprehensión del objeto, la cual provoca que el grado de

objetividad se vea atenuado por la heterogeneidad del lenguaje ajeno. De este modo, la

palabra, al pasar por la mirada de las palabras ajenas, se ve modulada en su aspecto y tono

estilístico. Este proceso, diría Bajtín, no es sino la imagen misma de la prosa novelesca. 14

Ahora bien, en dicha construcción de la novela, convergen diferentes estilos

compositivos o unidades heterogéneas, dentro de las cuales se encuentran los discursos

propios de los personajes, colocada por el autor ruso como el quinto elemento

convergente. En este análisis se toma prestada dicha unidad de heterogeneidad enunciada

por Bajtín, pero, ahora, reinterpretada como aquél acontecimiento narrativo, en el que

el discurso del protagonista se encuentra invadido por una serie de discursos ajenos.

Esta concepción de dicha unidad, integrada en el todo novelesco, se implica en el juego

paradójico de la innovación y la sedimentación; en el cual el discurso polifónico parte,

aparentemente, como un objeto de alteridad en el carácter del personaje, pero que, a la luz

de la idea de identidad narrativa, no necesariamente se teje como el elemento discordante.

El retrato de Joyce ofrece un claro ejemplo del proceso dialogante, en el cual la

palabra de Dedalus, guiada y mostrada por el discurso indirecto, sufre una convergencia

de voces externas que se reformulan en el propio discurso, a través de diferentes

estrategias compositivas. Como se dijo anteriormente, esta novela retrata la evolución del

joven desde la ingenuidad de la infancia hasta la madurez de la juventud. Este proceso

se ve reflejado en los propios mecanismos discursivos, que sirven como estrategias

compositivas de la obra. Bubnova recalca esta noción diciendo que los lenguajes sociales

se proyectan en la novela por medio de procedimientos muy concretos: a través del

14

Ibid., p. 95.

discurso del narrador y de los personajes. 15

Para dar cuenta de estos mecanismos, Filinich

propone cuatro modos básicos de articulación del discurso: el discurso directo libre, el

discurso directo regido, el estilo indirecto libre y el estilo indirecto regido. 16

De estos

cuatro, es la tercera clase de articulación la que sin duda opera en mayor medida en El

retrato. Así, el discurso indirecto libre, pertinente por el estado no ‘reccional’ o ambiguo,

así como la indirecta exteriorización de la subjetividad del personaje, se inscriben como

elementos conformantes de la constitución novelesca y, por lo tanto, de la identidad

narrativa.

No se debe dejar de lado que, tratándose de una Bildungsroman, el protagonista

evoluciona en su lenguaje y pensamiento. Se podría decir que sufre un proceso durante

el cual depura el pensamiento ajeno, para lograr ‘limpiar’ su identidad y acercarse a un

sí mismo narrado desde su propia voz autónoma, incluso tomando, aparentemente, el

control de la voz narrativa. Esto es lo que demarca la oscilación entre ipseidad y mismidad

del personaje como identidad narrativa, ya que lo polifónico se impregna en la dialéctica

de la innovación de la mismidad (o ipseidad encubierta); pero no se sedimenta como un

rasgo permanente, sino que detona una discordancia de la trama, forjándose, entonces,

una alteridad en Dedalus, que se enuncia como un “sí aparente que se altera para un sí

más puro”, en el cual los rasgos del discurso ajeno, entendido como acontecimiento, no

prevalecen.

Es en las primeras etapas de formación en las cuales Dedalus se encuentra en una

situación de influencia directa de lo ajeno. Si bien los deícticos, es decir, los elementos

lingüísticos que se refieren a un sujeto de la narración, remiten al propio personaje, su

conciencia narrada refleja la convergencia de voces ajenas que se cruzan en su interioridad:

Oyó la voz del prefecto que decía la última oración y él rezó también para librarse de la oscuridad de afuera [...]. Le temblaban los dedos al desnudarse en el dormitorio. Les mandó que dieran prisa. Para no irse al infierno cuando muriera, era necesario desnudarse y luego arrodillarse y

15

Tatiana Bubnova, “El Espacio de Mijail Bajtín: Filosofía Del Lenguaje, Filosofía de La Novela.”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 1 (1980), p. 98. 16

María Isabel Filinich, La Voz y La Mirada, Plaza y Valdés: UAP, 1997, p. 173.

decir sus oraciones particulares y estar en la cama antes de que bajaran el gas. 17

Al crecer, Stephen vive una serie de experiencias, las cuales provocan que él junto

con su familia se trasladen a Dublín. En una visita de Dedalus y su padre a la antigua

universidad del progenitor, el hijo comienza a mostrar un estado intermedio de lucidez,

en el que hay, por primera vez, un brote de la individualidad autónoma frente al discurso

ajeno. En este estado, el protagonista se extraña al ver en lo exterior elementos que

aparentemente solo se encontraban en su mente:

Le extrañaba el encontrar en el mundo externo huellas de aquello que él había estimado hasta entonces como una repugnante y peculiar enfermedad de su propia imaginación. Sus sueños monstruosos le acudieron en tropel a la memoria. También ellos habían brotado furiosamente, de improviso, sugeridos por simples palabras. Y él se había rendido y los había dejado filtrarse por su inteligencia y profanarla, sin saber nunca de qué caverna de monstruosas imágenes procedían, dejándoles siempre, tan pronto como se desvanecían, débil y humilde ante los demás, asqueado de sí mismo e intranquilo. 18

Lo que causa tensión en este pasaje es la dicotomía presente entre lo aparente y lo

real. Es aparente el estado en el que él mismo se concebía como productor y autor de

las imágenes repugnantes. Lo real es que dichas imágenes, también, están presentes en el

mundo exterior; como ‘repugnancias’ que entraron a través de la influencia ajena en los

anteriores pasajes. Este apartado revela una primera instancia de la dialéctica del sí en sus

dos dimensiones, ya que se puede ver la coincidencia entre identidad-ídem e identidad

ipse en el aspecto del carácter: lo ajeno es sedimentado en Dedalus, aunque eso ajeno lo

creía como de sí mismo. Paradójicamente, este momento, también, se concibe como el

inicio de la separación de mismidad e ipseidad, por medio de la paradójica discontinuidad

del mantenimiento del sí (aquel sí no influenciado por la sedimentación de los rasgos

adquiridos).

17

James Joyce, Retrato del artista Adolescente, Premia, 1981, p. 18. 18

Ibid., p. 88.

Un ejemplo de esta discordancia, por el mantenimiento del sí, se da en los episodios

finales donde el héroe, después de superar el discurso religioso impuesto en la academia,

se declinará por el lenguaje estético; es decir, por el arte y la razón sobre los conceptos

políticos y religiosos imperantes en su contexto familiar y escolar. En este punto, la

palabra de Dedalus se apropia del estilo indirecto sin desprenderse de él:

Despertó hacia el amanecer. ¡Oh, qué música tan dulce! Su alma estaba húmeda de rocío. Sobre sus miembros dormidos unas frías ondas de luz se habían deslizado. Estaba echado aún, como si su alma yaciera entre unas aguas frías, consciente solo de la música dulce y vaga. Su mente se iba despertando lenta, hacia un tembloroso conocimiento matinal, hacia una matinal inspiración. Estaba lleno de un espíritu, puro como el agua más pura, dulce como rocío, móvil como música. Pero, ¡Cuán tenue era aquél hálito! ¡Cuán desapasionado era! Tal un aliento de serafines que apenas le rozase. 19

Esta cita da cuenta del estado oscilatorio de la identidad de Dedalus entre mismidad

e ipseidad. Irónicamente, lo concordante de la identidad narrativa se encontraba en la

interioridad de Dedalus, bañada por la alteridad ajena; pero lo discordante se desenvuelve

como la identidad del personaje, que mantiene su sí a pesar de lo ajeno. De esta manera,

lo oscilatorio se resume como paradoja en el Dedalus cuya concordancia narrativa se

ubica en la alteridad, y cuya discordancia narrativa se cimienta en el mantenimiento del sí.

19

Ibid., p. 88.

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