Don Ricardo, una vida de fidelidad a esta tierra ANTONIO FERRE ALBERO
D. Ricardo.
La mañana del sábado 3 de julio de 2021 nos llegaba al corazón la triste noticia de que el cielo había llamado a d. Ricardo (d. Ricardo José Díaz de Rábago y Verdeguer), dejando este mundo terrenal. Casualidades de la vida el destino hizo que dos personas que llevaban esta tierra en el corazón, con una especial sensibilidad, sustituyendo en su día uno al otro como guía de la Parroquia de Santa María, nos dejaran con una diferencia exacta de seis meses: d. Manuel Soler Espí el 3 de enero de 2021, y d. Ricardo el 3 de julio de 2021. ¡Cuánto cariño tenían estas dos personas a esta tierra!
H IS TOR IA
Estas líneas tomarán más un aire de gratitud y de cercanía que de biografía (reflejada esta en el artículo publicado en el programa de fiestas del año 2019, en el que se le reconocía como “Banyerut amb nom propi”). Líneas que posiblemente no lleguen a estar a la altura de las circunstancias ya que a menudo no resulta sencillo expresar con palabras tantos gestos, tantas acciones, tanto simbolismo, tantas cosas buenas y la fidelidad que d. Ricardo tenía hacia un pueblo, hacia Banyeres de Mariola.
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Fidelidad porque pese a haber tenido propuestas de cargos y posiciones solemnes (desde tierras alejadas de la Mariola siempre se ha escuchado hablar sobre los sobrados dones que poseía para ejercer altos ministerios), él siempre se mantuvo fiel a Banyeres de Mariola, declinando ofertas y cargos de altura, siendo uno más del pueblo, junto a sus hermanas Lolita y Norín. Su pasión por cuidar a los niños y a los jóvenes (las nuevas generaciones, el futuro, a quienes cuidaba con especial sensibilidad y vocación) ha hecho que para un gran número de personas de diferentes generaciones, para muchos de nosotros, su figura y su estilo haya sido, sea y será siempre un referente, como la figura de un padre que siempre está a la altura de las circunstancias para con sus hijos, todo y que posiblemente en el atardecer de la vida esos hijos no siempre estén, de forma recíproca, a la altura de las circunstancias.
Amigo de la fe, de la tolerancia y de la universalidad. En esta tierra de la Mariola d. Ricardo (don, como un símbolo de respeto hacia el cargo que representa) o bien sencillamente Ricardo (como símbolo de cercanía, ya que el respeto y la cercanía no son excluyentes) ha visto crecer a los niños que tanto ha cuidado, los ha acompañado con gran cariño en la fe y como personas siendo jóvenes, ha transmitido y contagiado las bondades de la montaña, de la tolerancia, de la universalidad, de la apertura de mente y de un sinfín de cosas hermosas, ha unido personas y las ha acompañado en el atardecer de sus vidas: más de 45 años dedicado a Banyeres (llegando un 24 de noviembre de 1974 a la Parroquia de Banyeres, el día en que cumplía 35 años), población a quien dedicó cuerpo, alma y corazón. Su contribución a este pueblo requeriría escribir varios libros, todo y que su carácter discreto, alejado de buscar visibilidad personal, de recibir homenajes, de los halagos y de las medallas, lleve a que muchas de esas contribuciones puedan llegar a pasar desapercibidas. Como bien decía, un gran número de catedrales y de grandes obras han sido construidas a lo largo de los siglos por arquitectos y grandes maestros que no imprimieron su nombre en las maravillas que crearon. Persona que nunca ha buscado protagonismo, pese a ser un gran inspirador, impulsor y alma de grandes proyectos. Persona que siempre pensaba y escribía en plural, intentando atribuir los méritos a otros. Persona que posiblemente disfrutaba mucho más ayudando a organizar una procesión de San Jorge “walkie talkie” en mano (caminando centenares de metros de arriba a abajo, y de abajo a arriba) que presidiéndola, cediendo este honor a otros presbíteros; que otros pudieran disfrutar de la intensidad del momento.