EL FARSANTE Huele a leche agria y a perfume barato; y bajo la gruesa placa de maquillaje no hay pedazo de luz en su cara. Pero finge, finge con pretensión ingrata al no haber clima benigno en su alma. Se imagina especial en su pose y con vacío hablando de ideales que cuestan caro, de leyes, genios y artistas, haciendo burla de ritos paganos y mancias; pero su casa es la ruina del caos, nido de cucarachas donde ha pillado sus mañas. Y es esclavo de sus propias falacias. Dice que llueven semillas de oro en su techo y hablar con la felicidad a cualquier hora, mientras sus tripas con dolor se devoran. Y cada noche llora a solas. Llora sí, y de orín son sus lágrimas, pues siente el pesar de la vida sobre su espalda como tenedores clavándosele en la espina, deseando con todas sus fuerzas esconderse del mundo refugiándose en una vagina.
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