AULA 7 NÚMERO 34 / DICIEMBRE 2021

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EL RETO DE LA COMPLEJIDAD:

2. Los dos ejes fundadores de la iglesia y su ineludible tensión

Hanz Gutiérrez Profesor de Teología Sistemática Facultad de Teología, Istituto Avventista di Cultura Biblica “Villa Aurora”, Florencia, Italia

U

n primer paso que nos permite ir más allá del positivismo eclesiológico es la percepción, atención y valoración de la complejidad. La iglesia es el espacio humano donde Dios nos llama a vivir nuestra experiencia de fe. Esta experiencia nos edifica y nos hace crecer, pero al mismo tiempo crea una tensión. La fe no encuentra la tensión en una fase posterior de su desarrollo, sino que nace ella misma como tensión. La fe es, pues, la confianza en medio de la tensión o la tensión de la propia confianza. Esto se debe, por ejemplo, a la naturaleza de la vida cristiana entre una salvación que ya está presente en Jesús y su finalización que todavía tenemos que esperar. La tensión entre el ya dado y el todavía no es posterior a la fe cristiana, sino que es fundamental para su carácter desde el principio. La fe cristiana es plenitud y expectativa, confianza y esperanza, satisfacción e inquietud. Esta tensión de la fe cristiana entre el ya y el todavía encuentra su expresión eclesiológica en la relación de la iglesia con el Reino de Dios. La iglesia, toda iglesia, quisiera poder decir que el Reino de Dios está completamente presente en ella. Desgraciadamente, no puede hacerlo ni en la teoría ni en la práctica. Prácticamente, no, porque cualquiera se daría cuenta inmediatamente de la asimetría, a veces embarazosa, entre la perfección del Reino de Dios y la escasez espiritual y humana de cualquier iglesia. Teóricamente tampoco, porque el universalismo y la inclusividad del Reino de Dios no pueden compararse en lo más mínimo con el provincianismo, la miopía y, por desgracia, también el

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sectarismo presente como un cáncer en todas las iglesias cristianas. Por tanto, corresponde a cada creyente aprender a vivir en esta tensión fundacional. Tratando de evitar los extremos. Cuando la tensión es excesiva y crea una confusión que desgasta la necesaria certeza de la fe, entonces la iglesia debe volverse afirmativa. Cuando, por el contrario, la certeza es excesiva hasta el punto de separar al creyente de la realidad, entonces la iglesia debe introducir la tensión natural de la fe que se ha extraviado. 1. Los dos ejes fundadores de la iglesia La iglesia, en su esencia, encarna estructuralmente esta tensión porque es el producto del diálogo, la interacción y la confrontación entre un eje vertical y otro horizontal. No hay iglesia sin estos dos ejes. a. Eje vertical El eje vertical es el de la llamada divina. La iglesia es el grupo de creyentes «llamados» (kaleo/eklesia) por Dios mismo para formar un grupo espiritual que hace de esta experiencia el elemento fundador de su ser. La dimensión espiritual de la iglesia nunca ha sido automática o espontánea. Sobre todo, porque aquí no se trata de introducir cualquier espiritualidad. No faltan las espiritualidades posibles, pero a menudo estas son puramente horizontales, es decir, nacen solo por lógica humana. Aquí, en cambio, se trata de dar cabida a una espiritualidad que no nace en el grupo Esta tiene que estar fundada en algo más grande. El mecanismo subyacente


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