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Arte en conflicto
EL ARTE EN TIEMPOS DE CONFLICTO
Basma El Husseiny 1
Siete años de conflicto armado en Siria y Libia y más de tres años en situación similar en Yemen han dejado a su paso, y siguen dejando, cientos de miles de víctimas mortales y heridos y millones de personas en situación de desplazamiento forzoso o con condición de refugiado. Los daños causados en ciudades, pueblos, viviendas, colegios y hospitales es incalculable y lo mismo puede decirse de los monumentos arquitectónicos y arqueológicos que han permanecido en pie durante milenios. Entretanto, se mantienen la ocupación israelí de Palestina, marcada por la escalada de opresión y violencia contra los palestinos desde la Segunda Intifada en 2003 (que alcanzó niveles sin precedentes en la Guerra de Gaza de 2008) y la ocupación estadounidense de Iraq, que han provocado varios conflictos armados y, en última instancia, generado grupos armados terroristas islamistas, entre los que destaca el Estado Islámico (conocido como ISIS por sus siglas en inglés). Los matices políticos y militaristas de dichos conflictos superan los límites de este artículo, cuyo contenido se centra especialmente en su efecto en la producción cultural y en la creatividad artística en la región. Intentaré a continuación presentar un breve panorama general sobre dicho efecto en todas sus manifestaciones, teniendo en cuenta que algunas consecuencias indirectas y más profundas no serán visibles hasta dentro de varios años, ya que el estado de las artes y la creatividad son inseparables del estado moral y material de las personas.
Siria
No existe un cómputo fiable del número de artistas, escritores, gestores y productores culturales y editores que abandonaron Siria entre 2011 y 2016, pero podemos calcular que fue al menos la mitad de los que estaban en Siria antes de la revolución si tenemos en cuenta
1 Basma El Husseiny es directora de Action for Hope, asociación que pone en marcha programas de desarrollo cultural para poblaciones desplazadas. Es gestora cultural, activista en favor del cambio social y experta en gobernanza cultural.
la gran cantidad de obras, películas, publicaciones y conciertos sirios que han tenido lugar en Alemania, Francia y Turquía, por ejemplo. Mucha de esa producción se ha presentado en destacados festivales y eventos internacionales en los últimos años. Además:
El desmoronamiento de la seguridad y la estabilidad política en Siria provocó flagrantes violaciones de los derechos culturales. El régimen sigue arrestando a los artistas y escritores disidentes, como Zaki y Mihyar Cordillo, Samar Kokash y Adnan Zerai, entre otros. Los sindicatos de artistas remiten a los artistas disidentes a tribunales disciplinarios o tribunales de terrorismo como castigo por las posturas que adoptan, incluso si están fuera del país. El Sindicato de Artistas Sirios emitió un informe remitiendo a algunos de sus miembros disidentes a un «consejo disciplinario» debido al «descuido de sus obligaciones en el sindicato». La mayoría de los incluidos en la lista residen fuera de Siria pero han sido igualmente condenados a penas de prisión por el tribunal de terrorismo creado por el régimen tras el inicio de la revolución siria. Entre ellos se encuentran Jamal Suleiman, Abdul Hakim Quotaifan, Maxim Khalil, Louise Abdel Karim, Samih Choukaer, y Mazen Al-Natour. Todos ellos han sido condenados a penas de prisión por oponerse al régimen. 2
La migración forzosa de artistas sirios, algunos de los cuales han adquirido, de hecho, la condición de refugiados, no se ha limitado a quienes expresaron públicamente su oposición al régimen, sino que muchos otros que han abandonado Siria no contaban con historial alguno de activismo político ni tenían posturas políticas conocidas públicamente. Su éxodo fue posiblemente consecuencia de la expansión del radio de opresión y destrucción del régimen, hasta el punto de que muchos artistas políticamente neutrales decidieron distanciarse de él. Otra razón podría ser que trabajar dentro de Siria se ha vuelto considerablemente más complicado ahora debido a la intensificación de la presión por parte de los servicios de seguridad, el aumento de la vigilancia y la censura y la persistente crisis económica. Por último, no cabe duda de que la presencia del Estado Islámico provocó oleadas de migración entre los artistas que vivían en zonas bajo su control.
El efecto provocado por el éxodo de artistas sirios es particularmente evidente en Damasco, que ha sido testigo de una drástica disminución en la producción cinematográfica y teatral, así como en el número de exposiciones de bellas artes. Incluso los conciertos se han limitado en gran medida a la Ópera de Damasco y a alguna otra sala gubernamental. Las piedras angulares del otrora floreciente panorama artístico, –como la Asociación
2 Extracto de una carta de Abdullah Alkafri, dramaturgo y director de Ettijahat- Independent Culture, en respuesta a mis preguntas en julio de 2017.
Musical ECHO (Sada), la sala de funciones Teatro (gestionada por Mai Skaf) y el festival de cine documental DOX BOX (gestionado por Orwa Nyrabia)– han desaparecido; Skaf y Nyrabia se trasladaron a Europa después de ser arrestados y acosados por el régimen sirio. El deterioro de la seguridad, la proliferación de controles militares y la devastadora crisis económica han hecho que el público se muestre reticente a acudir a eventos culturales. Fuera de Damasco, la situación es mucho peor: una gran cantidad de espacios culturales y artísticos en Alepo ha sido destruida durante el violento conflicto entre el régimen y las fuerzas de la oposición. Lo mismo ha sucedido (aunque en menor medida) en Homs, Hama y los pequeños pueblos alrededor de ambas ciudades, muchos de los cuales contaban con centros culturales y pequeños teatros.
Un cambio más significativo si cabe puede ser la migración masiva de una gran parte del «público» sirio a distintos países. Se calcula que la diáspora siria alcanza hoy los 6 millones de personas, 4,8 de los cuales son solicitantes de asilo. 3 La mayoría de ellos residen en los países limítrofes (Líbano, Jordania y Turquía), un número más reducido en Europa (Alemania, fundamentalmente) y aún menor en Canadá y Estados Unidos. La mayoría viven en pequeñas comunidades fuera o en los alrededores de las ciudades y sus condiciones de vida son muy variadas, en función de la normativa y las capacidades económicas y administrativas del país de acogida. Puede que sea demasiado pronto para reflexionar sobre el efecto del surgimiento de estas pequeñas comunidades inmigrantes en los últimos años, pero están claramente aisladas de los servicios y actividades culturales que ofrecen tanto sus países de acogida como sus compatriotas artistas migrantes. En Alemania, por ejemplo, residen muchos artistas sirios; sin embargo, su producción artística va dirigida principalmente al público alemán y en pocas ocasiones llega a los sirios que viven allí. La mayor parte de la producción artística dirigida al público sirio es creación de artistas alemanes y suele calificarse de proyecto artístico comunitario, lo que suele traducirse en un menor valor artístico y en que su función es transmitir mensajes sociales directos.
Yemen
En Yemen, muchos grupos de la sociedad civil disfrutaron de una floreciente escena cultural hasta 2014. La Primavera Árabe trajo consigo la promesa de cambio en una sociedad mayormente conservadora, lo que se reflejó en la proliferación del rap, el hip-hop, la proyección de películas no comerciales y el arte urbano. Estas actividades se disiparon prácticamente por completo con el estallido de la guerra entre las fuerzas de la Coalición Árabe y los huzíes. La mayoría de las instituciones culturales, entre las que se encontraban la Fundación Cultural Alafif, la Fundación Noaman, la Fundación Ebhar para la Infancia y la Creatividad y la Asociación SAWT, dejaron de funcionar. 4 Numerosos artistas y gestores de organizaciones
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4 Según datos del Informe mundial 2017 de Human Rights Watch, <https://www.hrw.org/world-report/2017> [consultado el 23 de junio de 2020]. Según datos facilitados por Nabeel Al-Khadr, activista cultural y miembro del Grupo Nacional de Política
culturales se han visto obligados a huir de Yemen tras recibir amenazas de las fuerzas huzíes y después del saqueo y los actos vandálicos de los que fueron objeto algunas de sus oficinas. Entretanto, la Coalición Árabe liderada por Arabia Saudí ha destruido parte de la Ciudad Antigua de Saná, declarada sitio del Patrimonio Mundial por la UNESCO, a pesar de que participan en la coalición países signatarios de los convenios y convenciones de la UNESCO para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural, tales como Jordania, Egipto y Marruecos.
Las pocas sociedades culturales que siguen trabajando en Yemen, o que intentan apoyar la actividad en Yemen desde el extranjero, se están encontrando con muchas dificultades a la hora de conseguir financiación: la cultura ha pasado a ocupar los últimos puestos en la lista de prioridades de los gobiernos en tiempos de guerra y las pocas producciones artísticas que reciben financiación pública tienen un contenido más próximo a la propaganda política que al arte. Los donantes internacionales no prestan demasiada atención a la actividad cultural en Yemen ni apoyan a los artistas yemeníes obligados a migrar de Yemen a Europa u otros países árabes. Todo ello ha provocado una rápida disminución de la producción cultural yemení, dejando el espacio público libre para que lo ocupen ideologías islamistas extremistas que prohíben el arte y criminalizan a los artistas.
Libia
La situación en Libia es similar a la de Yemen. La principal diferencia radica en el hecho de que el número de organizaciones culturales de la sociedad civil que existían antes de que se iniciara el conflicto armado era mucho más pequeño y que la mayoría comenzaron su actividad en 2011. No obstante, los dos años posteriores a 2011 presenciaron una aceleración de la productividad cultural y artística, al tiempo que estas jóvenes organizaciones (tales como la Fundación Arete para las Artes y la Cultura, Tanweer, Tanarout y la Fundación de Arte Waraq) se imbuían de un nuevo espíritu de originalidad. Sin embargo, las cuestiones relativas a la seguridad a raíz del asesinato, secuestro y detención de activistas culturales como Intisar Al-Hasairi, Ahmad Zora y Jabir Zain pusieron rápidamente el freno a estas actividades, y muchos de los que trabajaban en este ámbito migraron a otros lugares poco después. Ahmad al-Bokhari, director de Tanweer, describía así la situación en Libia:
La esperanza era el principal factor impulsor de las actividades culturales y artísticas en Libia. Esa esperanza llevó a los agentes culturales y artísticos a esforzarse enormemente para organizar actividades y eventos artísticos y culturales, pero la desesperación se impuso tras el uso generalizado de armas y después de que el sector cultural se viera afectado y se restringieran las libertades. El público perdió el interés en las actividades culturales porque tenía otras prioridades, como hacer colas durante horas
Cultural en Yemen, en una carta en respuesta a mis preguntas en julio de 2017.
para poder retirar efectivo de los cajeros o hacer frente a los recurrentes cortes de electricidad. Añádase a esto la intensidad de la situación política, el aumento de la intolerancia y los prejuicios, la falta de seguridad, el caos generalizado y las dificultades de movilidad para las mujeres en particular. Todo ello ha tenido un efecto negativo en el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil en el ámbito de las artes y la cultura. Además, la mayoría de embajadas y donantes europeos han abandonado el país y se ha complicado la comunicación con los interlocutores en el exterior, por no hablar de la posibilidad de recibir financiación o de trabajar con ellos. Todas las actividades conllevaban graves riesgos, especialmente las que adoptan valores liberales o de derechos humanos. 5
Iraq
La situación en Iraq no es muy diferente, salvo por el hecho de que han de añadirse algunos años más a la destrucción de la vida cultural, que empeoró a partir de 2006, durante las olas de violencia sectaria que siguieron a la ocupación estadounidense. Los vínculos culturales entre las ciudades iraquíes se rompieron tan drásticamente que en los eventos culturales en Basora, por ejemplo, no participaban artistas ni intelectuales de Bagdad. La falta de seguridad, la escalada de ataques terroristas y el colapso de las infraestructuras físicas han conllevado importantes dificultades de movilidad dentro del país y, por tanto, de organización de actividades y proyectos culturales a nivel nacional. La ocupación por parte del ISIS de la ciudad de Mosul y la secesión parcial del Kurdistán sumaron nuevos desafíos que, al margen de su necesidad política, han tenido un efecto negativo en la vida cultural del Kurdistán, y en Iraq de forma más general. La vida cultural en Iraq también se ha visto gravemente afectada por la violencia sectaria, las continuas tensiones políticas y el partidismo político y religioso tanto de funcionarios como de artistas y, más recientemente, por las políticas de austeridad económica impulsadas por la reducción de los ingresos derivados del petróleo y el aumento del gasto militar y en materia de seguridad. Todo ello ha provocado una grave atrofia en la cultura iraquí. Según el poeta Hussam Al-Sarray, «el problema con la cultura iraquí es su falta de continuidad. Se forma una nueva organización cultural o artística, pero después esta desaparece y sus miembros se dispersan. Un ejemplo de ello es la Galería Akd, que volvió a la escena en 2003 y cerró finalmente en 2014, y este es solo uno de muchos ejemplos».
¿Reconstruir las artes?
En los cuatro países a los que nos acabamos de referir, que siguen siendo testigos de conflictos militares con final indeterminado, la infraestructura civil se ha visto gravemente
5 Extracto de una carta de Ahmad al-Bokhari, activista y gestor cultural de Al-Tanweer en respuesta a mis preguntas en julio de 2017.
dañada, como evidencia la destrucción de colegios, universidades y otros centros educativos, yacimientos arqueológicos, centros culturales, teatros y cines. Ya están ejecutándose planes para la reconstrucción de Siria, y posiblemente algunas zonas de Iraq; sin embargo, no existen planes semejantes para Libia o Yemen, donde la lucha por el poder está lejos de llegar a su fin. No hay datos disponibles sobre los planes de reconstrucción de Siria, por ejemplo, en lo que respecta a si van a incluir componentes que atiendan a la producción cultural y artística. Además, los cambios demográficos que se están dando en muchas zonas del país, junto con el hecho de que dichos planes serán ejecutados muy probablemente por enormes corporaciones regionales e internacionales, sin participación popular, amenazan con que esta «reconstrucción» pueda terminar careciendo totalmente de vida cultural orgánica basada en la vitalidad y diversidad social.
En otro ámbito, la enseñanza artística en estos cuatro países sufre de una creciente falta de profesorado debido a la migración forzada, la escasez de oportunidades de empleo, la reducción de la financiación pública y por parte de donantes y el deterioro de la infraestructura física y tecnológica necesaria para esa enseñanza. Los escasos centros e instituciones de enseñanza artística que quedan en estos países son incapaces de comunicarse con sus homólogos en países más desarrollados, debido a la gran brecha tecnológica y de conocimiento entre ellos, a la que se unen las barreras lingüísticas. Una solución posible, que aún debe explorarse, es el desarrollo de formas alternativas de enseñanza artística a precio más bajo y con requisitos técnicos más sencillos, haciéndola así accesible para las comunidades de desplazados y refugiados dentro y fuera de dichos países, al tiempo que se fomentan las creaciones artísticas como necesidad social en dichas sociedades.
Palestina
La situación en Palestina es quizá la más dura, aunque no la peor, entre los países árabes inmersos en guerras, puesto que la ocupación israelí ya inicia su séptima década sin que se vislumbre una solución a este conflicto. Los años posteriores a los Acuerdos de Oslo de 1993 trajeron consigo una sensación de optimismo que emanaba de la promesa de una solución intermedia al conflicto que incluía el establecimiento de un Estado palestino junto a Israel en la Palestina histórica. A consecuencia de ello, hubo un significativo flujo de asistencia financiera internacional hacia las ONG palestinas, entre ellas, las culturales. Sin embargo, en comparación, los años posteriores a la Segunda Intifada, que terminó en 2005, estuvieron marcados por una toma de conciencia generalizada del fracaso de los Acuerdos de Oslo, la pérdida de confianza en la solución de los dos Estados y el aumento de la decepción entre la mayoría de población palestina con sus líderes. Desde entonces, la influencia de la ocupación israelí se ha magnificado: se han cerrado carreteras, se ha sometido la actividad cultural a severas restricciones, especialmente en Jerusalén, e Israel ha construido el muro del apartheid y ha aislado prácticamente por completo la Franja de Gaza del resto del país. Desde 2007, la asistencia financiera internacional a Palestina procedente de los principales
organismos públicos de financiación, como la Unión Europea, el Gobierno de Japón y el Fondo Monetario Internacional ha disminuido de manera constante. Los programas de financiación de instituciones donantes privadas han seguido la misma tónica. El flujo de refugiados sirios en 2012 también supuso un mayor recorte en la financiación, dado que los principales programas económicos se dirigieron a estos refugiados en Europa y a los países vecinos de Siria.
Esta reducción de la financiación ha afectado gravemente a la vida cultural en Palestina. Muchas organizaciones activas y efectivas han tenido que reducir sus programas, como por ejemplo el teatro y cinemateca Al-Kasaba, el teatro ASHTAR y el teatro Freedom. El teatro El-Hakawati (el Teatro Nacional Palestino) ha estado a punto de cerrar más de una vez y el Instituto Ougarit tuvo que echar el cierre. 6
A día de hoy, casi dos décadas después de la creación de la Autoridad Nacional Palestina y transcurridos cuatro años desde que Palestina se unió a la UNESCO y firmó ocho de sus convenciones (incluida la Convención de la UNESCO de 2005 sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales), el panorama cultural palestino independiente, que ha madurado tanto en términos de forma como de contenido, corre el riesgo de desaparecer. Muchas organizaciones artísticas y culturales no gubernamentales en Cisjordania y Jerusalén podrían tener que cerrar debido a dificultades administrativas y financieras. La libertad de expresión en Palestina ha retrocedido enormemente, lo que crea unas condiciones nada propicias para la creatividad artística independiente. Además, el sector cultural parece estar dominado por nuevos actores y el multiculturalismo se ve amenazado. Naturalmente, el efecto de la Primavera Árabe en los países vecinos de Palestina ha traspasado las fronteras de esta y la cultura independiente se ha visto afectada de forma desproporcionada por los cambios en las prioridades regionales y globales. La actividad del sector cultural independiente palestino en Jerusalén está sometida al continuo y severo acoso de las autoridades israelíes, mientras que el sector independiente de Gaza ha sufrido terriblemente desde la división de Palestina en 2006. 7 Los pocos artistas palestinos que permanecen en Gaza luchan por presentar su trabajo a falta de financiación o bajo la censura arbitraria de Hamás. 8
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7 8 Datos procedentes del Informe sobre política cultural en Palestina (2016), en la página web de Cultural Policy in the Arab Region. «Looking to the future of cultural work in Palestine», página web de Cultural Policy in the Arab Region. La película Macho talk fue prohibida en 2011 porque aparecía una mujer sin hiyab. Hamás también impidió actuar al popular cantante Mohammed Assaf en 2014.
A pesar de estas dificultades, muchas instituciones culturales palestinas se han mantenido activas gracias a sus sólidas capacidades institucionales y al amplio apoyo social con el que cuentan. La limitada financiación que aún ofrecen importantes fundaciones palestinas como la Asociación Welfare y la Fundación Qattan ha contribuido considerablemente a ello. También cabe señalar que el Ministerio de Cultura palestino, a pesar de sus escasos recursos económicos, fue el único ministerio árabe de cultura que elaboró y publicó una estrategia cultural para 2011-2013, como resultado de un proceso en el que participaron representantes de la Asociación Welfare, la Fundación Qattan, la UNESCO y otras entidades públicas. Otro importante avance ha sido el plan de estudios artísticos alternativo que ha elaborado el teatro Al-Harah en Belén, que se centra en la enseñanza de técnicas de artes escénicas y prepara a sus egresados para el mercado laboral. 9
Debido a una serie de razones históricas relacionadas con la lucha contra la ocupación y la inexistencia de un Estado independiente con sus propias instituciones culturales públicas, la vida cultural en Palestina se caracteriza por la abundancia de organizaciones e iniciativas culturales exitosas de la sociedad civil que cuentan con modelos únicos de gestión y financiación. La fuerte presencia de Palestina en los eventos culturales internacionales es muestra de este éxito.
Entre la espada y la pared
De forma más general, la vida cultural en estos cinco países ha sufrido considerables daños, no solo debido a los efectos directos de la guerra, la ocupación y el conflicto civil, sino también indirectamente, debido al aumento de los grupos religiosos fundamentalistas y su creciente popularidad en algunas zonas de dichos países. Los efectos del fundamentalismo han pasado de la usual prohibición de ciertas obras artísticas y las amenazas a los artistas a algo más peligroso y mucho más profundo: legitimar antiguas creencias que parecían haber disminuido, como la prohibición del «arte» en general y de la mezcla de hombres y mujeres, e incluso de niños y niñas. Más aún, quienes suscriben tales ideologías extremas han fomentado el desprecio y la ridiculización de la creatividad artística y literaria, asumiendo que dichas cuestiones son triviales e inapropiadas en tiempos de guerra o conflicto político. 10
Los artistas y activistas en la mayoría de esos países se encuentran atrapados entre dos bandos del conflicto. Por un lado, el laicismo, que es donde se suelen situar la mayoría de artistas y activistas culturales junto con los profesionales de clase media y alta; y, por otro lado, el islamismo, un bando popular en más amplios sectores de la sociedad, generalmente
9 10 Extracto de una carta de Marina Barham, directora general del teatro Al-Harah. Contamos con numerosos ejemplos de celebraciones prohibidas por el ISIS en las zonas que controla en Siria. Este grupo también reescribe las canciones populares para adecuarlas a su propia propaganda. El régimen sirio ha vigilado y censurado las artes durante décadas. La mayoría de estos ejemplos, junto con otros, se pueden encontrar en el artículo «Syrian art in liberated areas: an orchestra without a maestro», disponible en <https://www.enabbaladi.net>.
pobres e incultos. Esto, evidentemente, constituye una amplia generalización y existen múltiples excepciones. No obstante, a grandes rasgos el laicismo es menos popular en las zonas rurales y los pueblos pequeños, así como entre los pobres, y lo opuesto es, aunque en menor medida, también cierto. Los artistas se encuentran en medio de este conflicto, alineándose conscientemente, o asignándoles esa alineación los medios, con el bando laico.
En consecuencia, se les considera hostiles al islam conservador y su obra se percibe como un ataque a las tradiciones sociales y los conceptos religiosos abrazados por los musulmanes. Para empeorar la situación, habitualmente, en países con conflictos políticos violentos, los artistas y élites intelectuales han recibido el apoyo explícito o implícito precisamente de los mismos regímenes políticos contra los que se han alzado las masas. Todos estos factores han contribuido a la estigmatización de los artistas e intelectuales y a su caracterización como hijos de la dictadura, lo que los aleja completamente de los valores del resto de la sociedad. En el mejor de los casos, esta imagen promueve una división de clases al sugerir que los artistas y activistas culturales no comprenden las dificultades a las que se enfrenta el común de la población.
La estigmatización de artistas e intelectuales mina su capacidad para contribuir al cambio social y político, a menudo hasta el punto de hacerlo inviable. ¿Cómo van a desempeñar los agentes culturales un papel importante en el proceso de cambio si las personas a las que se pretende beneficiar con dicho cambio los rechazan? El resultado efectivo de dicho rechazo y aislamiento de artistas e intelectuales, y de su trabajo, es que el proceso de cambio se produce sin la muy necesaria crítica y evaluación de los valores, conceptos y estructuras sociales existentes. En este sentido, el cambio suele tender a consolidar aún más las antiguas convenciones; en otras palabras, suele redundar en beneficio de las ideologías religiosas más extremas. Naturalmente, esto lleva a la reducción de la libertad de expresión en la sociedad y limita el trabajo de los artistas, incluso hasta el punto de amenazar su mera existencia.
Por tanto, la pregunta vuelve a plantearse: ¿qué pueden hacer los artistas para modificar esta ecuación? Ha habido ya muchos intentos de hacerlo en la actividad cultural, pero ello plantea otras cuestiones sobre el uso instrumental del trabajo artístico y lo que puede suponer en términos de sacrificio de los valores estéticos y los aspectos experimentales de la creatividad artística, así como acerca de la diferencia entre el arte y el activismo o la educación y las actividades de sensibilización. Estas cuestiones son especialmente pertinentes en Siria, Yemen, Libia, Iraq y Palestina, pero también es importante tenerlas en cuenta en los otros países árabes que no han experimentado grandes cambios o donde el proceso de cambio se ha detenido.
Me parece que una respuesta puede radicar en encontrar una postura en que los artistas e intelectuales puedan situarse a una distancia prudencial de ambas fuerzas en conflicto, el laicismo y el islamismo, y ciertamente alejada de los regímenes actuales, mientras evitan encerrarse en una burbuja aislada de la realidad. Dicha postura debería permitir a artistas e intelectuales abordar la realidad, pero de una forma más imparcial, para no tomar partido
por ninguno de los dos bandos. No sé cómo de viable es esta propuesta y no puedo trazar sus características con precisión: lo único que puedo hacer es dejar aquí esta sugerencia en manos del lector, como posible orientación.