"Diálogos sobre sociedades abiertas"

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Arte y revolución en los países árabes. Cultura, transformación y reapropiación del espacio público

frases contundentes, adornadas en segunda instancia con acordes musicales y, en una fase más elaborada, con coreografías ad hoc. Las revoluciones árabes han dejado eslóganes ya célebres, como al-Sha`b yurid isqat al-nizam (El pueblo quiere echar abajo el régimen), Irhal! (¡Márchate!) y su precedente tunecino en francés Dégage, el silmiyya! (pacífica), madaniyya (civil), etc. Muchos se han mantenido a lo largo de la década o se han sofisticado, como en el caso del irhal, dirigido a un dirigente despótico en particular, reconvertido en el argelino tanahhau qa´ (Marchaos todos) y el sudanés tasqut bass (Tiene que caer –el régimen– y ya está), popularizado en las masivas manifestaciones en 2019 tras la dimisión, respectivamente, de los presidentes Aziz Bou Tefliqa y Omar al-Bachir y la convicción, como comprobarían los egipcios tras la caída de Hosni Mubárak en 2011, de que la salida del líder supremo no implica por necesidad el fin del régimen que lo amparaba. No se trataba solo de recuperar el entorno físico sino de reinterpretar también la tradición literaria y musical que mejor pudiera servir a esta reivindicación. Por ello, se retoman poemas, sentencias e incluso ritmos y composiciones antiguas que ya comenzaban a considerarse «clásicas». Esto se aprecia en Siria con el género de la skaba y composiciones en absoluto políticas, popularizadas por cantantes como Sabah Fajri, el «Ya dumu’ al-‘ayn», con el que se pasa a cantar el dolor producido por la represión y la caída de mártires.2 Algo parecido ocurre con los bailes colectivos de dabke que preceden al ascenso de los «cantantes del pueblo», como Ibrahim Qashush, padre del celebérrimo «Irhal ya Bashshar (al-Asad)» y cuyo cadáver fue hallado, con las cuerdas vocales arrancadas, en Hama en julio de 2011; o Abdel Básit Sarut, «el cantor de la revolución», ex arquero del club de fútbol al-Karama y reconvertido en guerrillero islamista-cantante revolucionario a partir de 2011 y hasta su muerte en combate en junio de 2019. Estos himnos, que van pasando de país en país y reacondicionándose según las tradiciones y tendencias de cada uno, promueven una sensación de pertenencia común a un proyecto generador. Cientos de miles de personas bailando, coreando, gesticulando en la plaza principal de una ciudad... Creatividad en acción. Una de las reapropiaciones literarias de mayor impacto tiene lugar con el famoso verso «Idha al-sha´bu yawman arada al-hayat» (‘Si el pueblo un día ansía la vida’), del tunecino Abu al-Qasim al-Shabbi (1909-1934), escrito en su momento contra la tiranía en general y la ocupación francesa en particular. Lo curioso es que estos versos clausuraban también el himno nacional tunecino vigente en el periodo de Ben Ali («Ya humat al-hima», ‘Oh, defensores de la Patria’). Otro ejemplo lo tenemos en el «poeta del pueblo» sudanés Mahgub Sharif (m. 2014), cuyos poemas revolucionarios se corearon en las intifadas populares contra los presidentes-militares Abboud en 1964 y al-Numeiri (1985) y que se volvieron a airear en las calles en las movilizaciones de 2019. La re-significación se aprecia también en otros referentes simbólicos, como es el caso de las enseñas nacionales, ampliamente representadas 2

Simon Dubois (2013). Les chants se révoltent, en François Burgat y Bruno Paoli (dirs.). Pas de printemps pour la Syrie. Les clés pour comprendre les acteurs et les défis de la crise (2011-2013). París: La Découverte, pp. 196-200.

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