CULTURA Y DESAROLLO, UNA RELACIÓN PARA EL DESARROLLO
Las industrias culturales constituyen el nucleo estructural que permite la conversión de la creatividad en un producto y/o servicio y por tanto la vía más directa de traducir la cultura y la creatividad en impacto económico sobre un espacio. Son las industrias culturales sobre un territorio las que generan empleos, pagan impuestos y crean riqueza y mejoran su competitividad. Las políticas culturales, por tanto han convertido a las industrias culturales en objeto de atención creciente. Las intervenciones en el campo de las industrias culturales, entendidas éstas como elementos estratégicos de desarrollo requieren marcos muy complejos de intervención que van desde la función de regulación de algunos derechos básicos como la libertad de expresión o la ordenación de los derechos de autor, o la regulación del comercio internacional, hasta grandes estrategias inversoras lideradas por el sector público. Es evidente que una verdadera planificación estratégica alrededor de las industrias culturales o del sector quinario, en una economía abierta, exige una dimensión territorial amplia y una densidad de agentes culturales elevada, por lo que se traspasa, hacia arriba, una reducida dimensión local. Ene ste caso el tamaño importa (véase punto siguiente). Las posibilidades de espacios locales que no contengan grandes núcleos poblacionales se deben plantear a partir de especializaciones muy concretas o a partir de la utilización de nichos de mercado muy específicos. En este sentido, desde el marco local, fomentar el emprendimiento puede ser una estrategia adecuada (algunas consideraciones en este sentido realizamos en el capítulo 6).
EL TAMAÑO IMPORTA En el ámbito de la cultura, el tamaño del territorio y su naturaleza importa. Es evidente que no permite el mismo análisis una gran metrópoli conectada a las redes mundiales de distribución de bienes culturales que un espacio rural aislado y en la periferia de los flujos de información. E importa porque la cultura, como espacio de trasiego de mensajes con contenido simbólico se beneficia en la dimensión de la creatividad de aquello que los economistas denominamos, economías de proximidad y de aglomeración, donde los creadores interactúan, se relacionan y se influyen recíprocamente. Desde la Atenas de Pericles hasta el actual Berlín o Nueva York, pasando por las ciudades italianas del Renacimiento o el París de principio de siglo XX, la historia nos ha mostrado espacios geográficos en donde no sólo se concentran físicamente los genios creativos, sino que se conocen y se relacionan intensamente y que de esas interacciones surgen complejas estructuras e instituciones que producen y reproducen el «innovative millieu» que posibilita cierta densidad de los sectores creativos. Pero no sólo hace falta
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