Edit EDITORIAL
Así como para un panadero la materia prima es la harina, con la que prepara exquisitos panecillos y bizcochos; para un cirujano su instrumento principal es el bisturí y en los tiempos modernos el láser; para un abogado los decretos y las leyes son su sustento y el material en el que se basa para disponer sentencias e imponer justicia, para los que trabajamos – y trabajarán en los tiempos venideros- en el mundo de la Comunicación Social y el Periodismo, nuestra herramienta primordial es el idioma, la lengua, el lenguaje, el alfabeto. Hablamos todo el tiempo, leemos sin cesar, escribimos en todo momento y con la palabra, oral y/o escrita, creamos un mundo mejor o lo rompemos en mil pedazos, dependiendo cómo la usemos, cómo la enunciemos, cómo la leamos y cómo la escribamos. Ya sea que el Comunicador trabaje como reportero de un medio masivo, en radio, prensa, televisión o las plataformas virtuales; o ya sea que labore como Jefe de Divulgación y Prensa de una entidad pública o privada, “vendiendo” productos o servicios, o desempeñándose para propiciar un cambio social en el lugar donde habita, serán el texto leído y el texto escrito, las bases sólidas y los productos necesarios, a la hora de divulgar, educar, comunicar, enseñar y reinventar la vida, ya sea en su sala de redacción, en su empresa, en su terruño, en su país o fuera de él. Y sobre esos textos estará siempre vigilante la mirada crítica de la llamada opinión pública.
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