Hacia una estética prudencial

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PRÓLOGO

En este libro, Juan Granados Valdéz nos presenta una estética prudencial. Su elección es acertada, ya que desde los griegos se ha pensado que el arte (techne) sin prudencia (phrónesis) es acéfalo, descabezado, y ahora añadiríamos: descabellado. Relaciona además la estética con la hermenéutica. Ya Gadamer había dicho que la estética tenía que ser subsumida en la hermenéutica. Porque se trata del juicio de gusto, que surge de nuestros sentidos, pero sube hasta el intelecto. Aunque la estética se presentó como teoría de la sensibilidad, con Baumgarten, sabemos que el goce artístico se da propiamente en la inteligencia. Es donde captamos la belleza. En efecto, la hermenéutica tiene que ver con el juicio. Ya Aristóteles elaboró un libro Peri hermeneias, que es sobre el juicio. Porque la interpretación elabora un juicio, un juicio interpretativo, que es, sobre todo, un juicio prudencial. Realmente, la phrónesis aristotélica se corresponde con el juicio reflexionante que Kant atribuyó a la estética, precisamente en su Crítica de la facultad de juzgar. Esta coincidencia de la phrónesis con el juicio reflexionante la señaló Hannah Arendt. Ésta lo adjudicaba no sólo a la estética, sino también a la ética y la filosofía política, pero es, por supuesto, propio de la estética.

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