certidumbres
E INCERTIDUMBRES
El maestro, ARTESANO DE LA PALABRA* María Esther Aguirre Lora** … más que mantener el mundo como lo hemos heredado, tenemos que darle nueva forma; nuestra dignidad depende de que así lo hagamos […]. RICHARD SENNETT fieryspirits.com
La palabra habita la voz y su poder es contundente. Convoca, invita, convence, reconforta, orienta, estimula. Hace posible el ejercicio de la democracia en los distintos ámbitos en que se la convoca. Trasluce nuestra interioridad y la del otro. Interpela y seduce. Crea alianzas y solidaridades, se enraíza en el mundo de la vida y contribuye a su construcción, lo dignifica, lo humaniza, pero también lo destruye, lo deteriora.
a palabra atraviesa todos los momentos de nuestra vida y dirige nuestros movimientos internos y externos; hablamos con los demás y hablamos con nosotros mismos. Platicamos hacia dentro y hacia fuera. La palabra se encuentra en todo. La magia y la seducción de su efecto –ya Jakobson hacía referencia a esa “función hechicera” del lenguaje–, creado por los seres humanos, para los seres humanos, está plasmada en tantas y tantas palabras que forman parte de nuestro vocabulario de todos los
* Una versión anterior de este texto se publicó en Mares y puertos. Navegar en aguas de la modernidad, México, UNAM / Plaza y Valdés, 2005. ** Investigadora titular en el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, UNAM.
CORREO del MAESTRO
núm. 241 junio 2016
días: está inmersa en parábola (como la pequeña palabra que trae tras de sí una enseñanza), en fábula (como la narración cotidiana plena de fantasía), en oración (como la facultad de hablar, de emitir un discurso, de invocar a los dioses), pero también en dicha (del latín, las cosas dichas) y en destino (del latín, fatum, una palabra, un mensaje para referirse a algo que nos sobrepasa y nos determina, a la fatalidad y a lo que nos cae en suerte),1 relato (como narración estructurada de lo que acontece), narrar (como un acto permanente, que nos constituye, vinculado con el
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Véase al respecto, un libro por demás sugerente: José Antonio Marina, La selva del lenguaje. Introducción a un diccionario de los sentimientos (Barcelona, Anagrama, 1998).
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