Hacendera I 2018
PREPARANDO LA SAN SILVESTRE PACO PINES
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e un tiempo a esta parte, el personal no para. La tradicional rebeldía celtibérica se canaliza en la actualidad, a través del movimiento. No está muy claro si se trata de huir de la parca o de mantener el mayor número de años posibles, una vez jubilado, la paga de papa estado que para eso, piensan, se partieron el lomo en vida. En este contexto de supervivencia hay verdaderos tratados de nutriología y salud donde se concentran centenares de fórmulas mágicas que, en teoría, nos permitirán alcanzar techos de longevidad desconocidos hasta ahora. Dentro de esta huida hacia adelante se observa una tendencia natural que casi monopoliza el deseo de continuo movimiento por parte de los aspirantes a Nabucos y este no es otro que calzarse las zapatillas y salir a ver como está el tiempo más allá del recibidor de casa. Hoy es impensable visitar un lugar, por minúsculo que sea, donde no nos encontremos con andarines, tuercebotas o auténticos caballeros de la zancada deambulando por sus calles, parques o aceras con las esquinas llenas de garrafas para evitar la competencia, levantamiento de pata mediante, canina. Desde que resurgió, de las cenizas unionistas, el pajarraco asociativo. Aquí en el Poblao tenemos poco que envidiar a núcleos de población más numerosos o urbes de relumbrón. Hace ya unos años, vamos por la séptima edición, las cabezas pen-
santes del núcleo duro asociativo se sacaron de la chistera un recorrido urbano que posibilitara al personal activo dar rienda suelta al dorsal y lucirlo en el barrio para envidia de los vecinos. Dicho recorrido consiste, para los más juiciosos, en dar dos vueltas a un circuito urbano que, prácticamente, recorre todas las calles y plazas, y para los más acelerados tres, vueltas, a otro un pelín más estirado. A esta afición por los sudores se le denominó, como en el resto del mundo: la carrera de San Silvestre. A través de ella desde hace varias temporadas, una enorme mancha roja se pone en movimiento por estas fechas. La concentración de casacas rojas una vez puesta en marcha no deja indiferente a nadie y la explosión de color es tal que en su día llegó a confundir a los mismísimos satélites de la NASA (1). Esta fiesta de la marcha no deja de ser un escaparate de la salubridad municipal y acostumbra a reflejar con bastante exactitud la vitalidad de la población autóctona. Los participantes, dada la repercusión de la prueba, ponen casi tanto empeño en quedar bien, como si de adornarse se tratara en la misa dominical, del día de la fiesta. El nivel de auto exigencia desafía la solidez del rímel, la horma de las zapatillas y los tirantes del refajo, pero es mucho lo que hay en juego para acabar de cualquier manera y si por quedar bien te acaba doliendo el juanete del pie izquierdo pues, aprietas los dientes y tiras
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“palante” que el ocio siempre fue muy sacrificado. No vas a tirar por la borda la presentación en sociedad de las nikes amarillas que son las más apañadas, para no derrapar en la cerrada curva del viejo trinquete. Lo del rímel confunde, crea dudas, pero lo de estrenar bambas y lucirlas como si, expresamente, llegaras tarde a misa el domingo es definitivo. La peña se prepara para dar la vuelta igual que cuando íbamos a entresacar remolacha, pero doblando menos el reñón.
La peña se prepara para dar la vuelta igual que cuando íbamos a entresacar remolacha, pero doblando menos el reñón