ARRECIFES DEL TIEMPO José Luis de la Barrera Antón Ana I. Muñoz Rosado
Bajo el título Arrecifes del Tiempo. Arqueología, Fotografía y Literatura en Mérida, se puede visitar en el Museo Nacional de Arte Romano una Exposición Temporal que muestra a los visitantes la incidencia que el paso del tiempo ha tenido sobre los monumentos emeritenses y sobre la propia ciudad que los acogió y que aprendió a convivir con ellos. Fotografías a gran escala de monumentos emeritenses, piezas arqueológicas y documentos históricos entran en fluido diálogo para que el visitante pueda apreciar la incidencia que el paso del tiempo ha tenido en el conjunto monumental de Mérida, modificando sustancialmente su fisonomía externa o, en el peor de los casos, haciéndola desaparecer parcialmente. La Exposición, que puede visitarse hasta finales de año, complementa la visita de aquéllos que por primera vez acuden al Museo y muestra al público local aspectos diferentes, y en muchos casos desconocidos, de su propia ciudad.
A finales del siglo IV, Mérida, la antigua colonia Augusta Emerita era la capital de las Hispanias. Su excepcional conjunto monumental le valdrá el calificativo de “la Roma española” y el ser catalogado como Patrimonio de la Humanidad. Por esas fechas, el poeta Ausonio le dedicó los siguientes versos: «Debo cantarte Emerita, Ilustre ciudad de iberos, que un río baña corriendo al mar y ante la cual toda España humillas sus fasces». Los dos últimos versos, que fueron incorporados como filacteria al escudo de la ciudad, son indicativos de la grandeza que llegó a alcanzar Mérida en la Antigüedad, tanto que durante siglos nadie osó disputar su primacía, pero el paso del tiempo acabó por convertir sus acueductos en refugio de cigüeñas y vencejos, sus templos en inmundos basureros y sus edificios para espectáculos públicos en humildes campos de labor, «imagen dolorida [que] ya es sepulcro de siglos y de flores», por decirlo con la brillante poética de Rufino Félix. Las columnas de su magnífico Teatro fueron inmisericordemente derribadas
◆ Escudo de Mérida. Foto: Carlos de la Barrera.
y los escombros se enseñorearon del recinto. Sólo siete grandes pedazos de la gradería alta quedaron al descubierto, dando origen a la leyenda de las “Siete Sillas”, cuya primera mención conocida nos la ofrece el sacerdote portugués Gaspar Barreiros en el año 1561: «Tiene Mérida otro edificio pegado como a la ciudad, al que llaman comúnmente las Siete Sillas; y no sé qué patrañas cuenta el pueblo de siete reyes moros que en esta ciudad se juntaban en cierto tiempo, y se sentaban en aquellas siete sillas; y más me espantó ponerles tal nombre porque ninguna forma tienen de silla». Paulatinamente, el patrimonio monumental sufrirá un menoscabo ante la general indiferencia de una empobrecida y resignada población. El expolio sistemático de las antigüedades emeritenses se remonta documentalmente a la época árabe, como expresara el geógrafo al-Himyari: «Dijo Hassim bn Abd al-Aziz al recordar la belleza de Mérida y sus excelentes mármoles: yo estaba prendado del mármol y cuando vine de gobernador de Mérida los buscaba para enviar los que me parecían más bellos».
◆ Vista parcial de la exposición. Foto: Lorenzo Plana.
24 | Mérida 2017
De esta forma, capiteles y pilastras visigodas retalladas sobre originarios arquitrabes romanos fueron reutilizados en el espléndido aljibe de la Alcazaba de Mérida; otro capitel romano da nombre a una de las puertas de la Alcazaba árabe