Maximiliano Macías: Ciento cincuenta años de su nacimiento Nos enseñaron en Lengua Española que el complemento agente es el que verdaderamente ejecuta la acción de los verbos en pasiva. Aunque en el mensaje exista otro sujeto, el peso de la acción recaerá en el que, aparentemente, está relegado al final de la frase. Así, en “el chaval fue rescatado por un anciano”, el anciano -por impedido que estuviera- cargó con el peso de esa actuación salvadora. El chaval, por alguna razón, sólo dejó hacer. Esta digresión no tiene más cometido que encender el foco sobre la facilidad con que una realidad puede comunicarse en distintas voces y cómo la historia puede transmitirse en voz pasiva. A veces, incluso en voz omitida. Cuando esta revista de ferias vea la luz, se estarán cumpliendo ciento cincuenta años del nacimiento de Maximiliano Macías Liáñez (24 de agosto de 1867) a muy pocos metros de donde ustedes podrán recogerla: a unos pasos del Ayuntamiento de Mérida.
auguración del Instituto de Arqueología, cuajó la posibilidad de acceder al venero de datos irrefutables que constituía el archivo del arqueólogo, guardado en Madrid por su bisnieto. Por fortuna para el investigador que llegó el primero, aunque muy tarde, la documentación continuaba allí, durmiendo por más de un siglo. Sin embargo, no había casi nada en las carpetas de nuestro Museo, ni en las de las academias o el Arqueológico Nacional. Tiene su lógica: esta entrañable historia se escribió en dos despachitos modestos, en los hogares de un par de funcionarios trabajadores y ejemplares que se echaron a las espaldas la epopeya arqueológica más grande que el siglo veinte contemplara en nuestro país y acaso en el contexto internacional. Las grandes excavaciones de Mérida. José Ramón Mélida, en Madrid, tenía mucho trabajo como director del Museo
Una de las casitas que desaparecieron para poder construir el Palacio de la China constituía el hogar de sus padres cuando vino al mundo. En 1873 compraron y arreglaron otra más grande, en la fachada de poniente de la Plaza, y allí transcurrió el resto de la vida del muchacho, huérfano de ambos desde los 9 años. Hoy esa vivienda es la sede del Instituto de Arqueología porque alguien se empeñó en que así fuera para rescatar su memoria, tronchada por el tiempo, la ignorancia y la rentabilidad que los discursos en pasiva tienen para los mediocres. Poco después, en 2008, vio la luz la biografía de este ilustre emeritense, basada en un trabajo previo de hemeroteca y de rastreo de las fuentes, que se vio recompensado finalmente por un hecho casual. Precisamente en los días de la in60 | Mérida 2017
◆ El homenaje de Juan de Avalos a los arqueólogos.
Maximiliano Macías retratado por Bocconi
Arqueológico Nacional, catedrático de la Universidad Central, académico de la Historia y la de Bellas Artes de San Fernando, ateneísta... Estaba demasiado ocupado para, además, dirigir presencialmente las excavaciones de Mérida en invierno y de Numancia en verano. Unos cuantos viajes de entre dos y siete días le sirvieron para no perder el pulso a la capital de Lusitania. De ahí las más de mil cartas que se cruzaron Macías y él en cinco lustros: vivían en ciudades diferentes. Sin embargo, Mélida bordó el papel de allegar fondos y vender los hallazgos en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, academias y cenáculos culturales capitalinos, su hábitat natural. Mérida le recompensó muy pronto con una calle y el título de hijo adoptivo, ya en 1914. Maximiliano Macías en Mérida, mientras se ganaba su sueldo como Depositario de fondos del Ayuntamiento, se cuidó también del trabajo diario excavando y adecuando cada yacimiento, y fueron muchos: el Teatro romano desde 1910 a 1915, el Anfiteatro a continuación hasta 1920, el Circo luego hasta 1924, para seguir con los Columbarios (1925-27), las Termas de Reyes Huertas (1926-28) y luego rematar con el Peristilo del Teatro hasta el final de sus días. Además en campañas intermedias excavó el cerro de San Albín con motivo de las obras de la Plaza de Toros (1913), la Casabasílica en la posescena del Teatro