Mérida, la ciudad de los secretos Todas las ciudades guardan sus secretos, apartados rincones donde dos amantes se susurraron palabras de amor prohibidas, inscripciones que guardan las hazañas amatorias de hace siglos, lugares donde se dio rienda suelta a las más bajas y sórdidas pasiones, piedras que callan íntimas caricias que solo ellas vieron, antiguos manuscritos de letras ilegibles que esconden miles de pequeñas historias… Muchos de estos secretos aún pueden contemplarse si uno pasea atento entre las milenarias piedras de nuestra ciudad, otros han quedado olvidados bajo las inmutables arenas del tiempo, y otros aún aguardan a ser descubiertos en algún olvidado legajo o esperan ser desenterrados por el paletín de algún arqueólogo. Y el protagonista principal de la mayoría de estos secretos es el amor, el erotismo, la pasión, los celos, en definitiva, el sexo, o si prefieren una palabra no tan escandalosa, la sexualidad humana.
se lee: Suriano, que esto escribió, abusó de Mevio, adornando esta hazaña sexual con representaciones fálicas. Estas contradicciones entre sexualidad y moral pública tienen su mejor reflejo en el mundo de la prostitución, ya que su concepción y aceptación, según los vaivenes de la historia, ha ido variando enormemente. En Roma, se consideraba que el sexo por placer era algo aceptado e incluso beneficioso, por lo que la prostitución fue una práctica de lo más habitual y natural, tanto, que hasta se cree que una lápida de mármol conservada en el Museo Romano podría ser la representación de una cortesana de lujo. Posteriormente, durante la Edad Media, a pesar de que la Iglesia no veía su práctica con buenos ojos, se aceptó que fuese regulada y controlada por las propias ciudades, que veían en estos lupanares una suculenta fuente de ingresos extra.
En Mérida, las tabernas y mesones se situaban cerca de las puertas del recinto amurallado, entre la Plaza de Santiago (Parador Nacional) y el Arrabal de Santa Eulalia (Rambla), zonas de obligado paso para aquellas personas que entraban en la ciudad. Incluso se sabe que el propio Ayuntamiento hizo rehabilitar en 1542 un mesón situado en el cruce de las actuales calles de San Salvador y Almendralejo, y convertirlo en una mancebía que cumpliese con todas las normas de decoro y sanidad, por lo que se nombró a un padre de putas que se encargase del cuidado y el mantenimiento de las meretrices, así como del buen funcionamiento del local. Tiempo después, con Felipe IV, se inicia la prohibición reglamentada de la prostitución, aunque como pueden adivinar, estas medidas nunca fueron muy
Aunque hoy en día, aún, nos estamos desprendiendo de la imagen restrictiva del sexo que nos impuso la religión católica, hay que recordar que desde el mismo momento de la fundación de esta ciudad, la sexualidad fue considerada un elemento imprescindible para la prosperidad de Emerita Augusta. La sexualidad era considerada una fuerza positiva, generadora de vida, de fertilidad y de buen augurio, como bien atestiguan los numerosos y escondidos falos que visten algunos de nuestros monumentos más emblemáticos. Así, todo visitante que entraba en nuestra ciudad por el Puente Romano era bendecido por un falo alado, que aún se mantiene visible para todas aquellas personas que, con los ojos bien abiertos, den un paseo por nuestra isla. Y es que si algo nos enseña la historia es que conceptos (supuestamente) universales como el amor o la moral sexual han ido variando enormemente a lo largo de los siglos, como bien atestigua un grafiti romano de claro carácter homosexual, conservado en una de las columnas romanas expuestas en la Alcazaba, donde 62 | Mérida 2017
◆ Guardacantos de granito, destinado a proteger la esquina de un edificio, decorado con un falo (Siglo I d.C.)