OLVERA ︱ REVISTA DE LA REAL FERIA DE SAN AGUSTÍN Texto: Isabel Álvarez Albarrán
“Esta historia ocurrió hace muchos, muchos años, cuando en Sevilla aún existía el viejo tranvía, los hombres usaban sombrero, y los niños se divertían en la calle con juegos como el aro, la lima y al cielo voy. Su protagonista podría ser cualquiera de esos abuelos que hoy narran cuentos a sus nietos sentándolos en sus rodillas (...)”. (Cuarenta cuentos de Semana Santa para 40 noches de Cuaresma, Antonio Puente Mayor).
L A A B U E L A , L A N I E TA , O LV E R A . . . Érase una vez una abuela llamada María, abuela de una niña llamada María. Ambas Marías vivían en la misma casa, en un pueblo perdido entre las montañas de la Sierra Norte de Cádiz, llamado Olvera. A la pequeña María le encantaba pasar el tiempo con su abuela. La acompañaba en el patio cuando ella cosía remiendos de calcetines y medias. Entonces su abuela, mientras la pequeña ojeaba cuentos, sentada en un cojín en el suelo, le cantaba canciones y le contaba historias que a la pequeña la encandilaban y la hacían soñar.
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Además su abuela era la mejor cocinera, e incluso la dejaba jugar en la cocina y ayudarle en la realización de algunos postres como la compota, los huevos nevados y las gachas. Sin duda alguna, su abuela era casi tan niña como ella, por eso se le pasaba volando el tiempo junto a ella.
De vez en cuando la acompañaba a misa en la Victoria o en la Parroquia. Su abuela le había dicho que el mejor amigo del mundo era Jesús, que siempre tenía que contar con Él en la vida y la pequeña María guardaba, como un tesoro, la amistad, recién iniciada, con Él. Cuando llegaba el verano, le gustaba dormir la siesta con su abuelita y entonces, como presintiendo que esos ratos de compañía no serían eternos, le decía: - “Abuela, tú nunca te vas a morir porque, si te pones enferma, te tomas muchos botes y te pones buena...” Pero no se quedaba del todo tranquila, porque su abuela le decía: -”Hija, no te preocupes, será lo que Dios quiera, pero yo siempre estaré a tu lado para cuidarte...” Pero la pequeña no se quedaba tranquila sino pensando en esas palabras, siempre sabias, de su