NÚMERO 198 | ENE-MAR 2022
El crecimiento del
Maestro Divino
"ENCARNADO" en nosotoros
Institutos paulinos de vida secular consagrada
Sumario
Editorial: ¡Feliz Año Nuevo 2022! 3 Catequesis Paulina: Debo ocuparme de las cosas 4 Instituto San Gabriel: La espiritualidad /5 6 Instituto Santa Familia: San Pablo, apóstol de la familia 8 Instituto Virgen de la Anunciación: Vocación al apostolado /1 10 Instituto Jesús Sacerdote: Prolongación de la persona 12 Donec Formetur: Gloria al Hijo 15 Compartir la Palabra: Reflexiones sobre la Palabra 18 Páginas Marianas: La vocación apostólica de María 20 Cinco Consejos del Papa 23 Institutos Agregados América Latina 24 En la casa del Padre 26 Calendario 27
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Intenciones del mes de la Conferencia Episcopal Española Julio Enero Por la paz del mundo, para que los pueblos de la Tierra encuentren caminos de entendimiento, justicia, colaboración y fraternidad, sin olvidar nunca a los más desfavorecidos. Julio Febrero Por los consagrados, para que a través del amor a Jesucristo sean testigos y servidores del Evangelio, perseverando en los consejos de pobreza, castidad y obediencia. Julio Marzo Por las vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y a la vida familiar fundada en el sacramento del matrimonio, para que los jóvenes escuchen la llamada que el Señor les hace y respondan con generosidad.
Editorial
¡Feliz Año Nuevo 2022! Estimados hermanos y hermanas: emos dejado atrás el año 2021, segundo de la pandemia general de la COVID-19 que parece no terminar. Que parece que se ha instalado entre nosotros. Todos esperamos y deseamos que el año recién estrenado, el 2022, ¡sea por fin!, el año que podamos cantar victoria, aunque son muchos los que dicen que este “bichito” ha venido para quedarse, aunque solo sea en forma de gripe. Sea como sea, miramos hacia delante y todos nos deseamos, y a todos deseamos un feliz y venturoso Año Nuevo. Pero una cosa es cierta: lo bueno que deseamos tenemos que buscarlo. No podemos quedarnos parados, mirando al cielo, como si eso bueno que deseamos, para nosotros mismos y para los demás, nos vaya a caer de las nubes como agua de mayo. A este respecto, el beato Alberione tiene ideas geniales, que haremos muy bien si las tenemos en cuenta. Recordemos solo algunas de sus frases dirigidas a las Pías Discípulas del Divino Maestro en la Misa de comienzo del año 1957. Decía a las hermanas, entre otras cosas: «[…] ¿Qué podemos pensar de este año? Lo hemos comenzado, no sabemos si lo terminaremos. De cualquier modo, ya sea todo o sea parte, lo que vamos a recibir, a recorrer, que sea todo para el Señor, para el paraíso. Todas las cosas para el Señor, para el paraíso. Ahora bien, queriendo nosotros pasar este año santamente, tenemos que prestar atención a algunas cosas y pedir algunas gracias. La primera gracia es la de la voluntad recta, o sea la recta intención: hacer las cosas para Dios, para el paraíso; sí. Esto es el verdadero amor al Señor: todo, solo y siempre para el Señor y para su paraíso, que es la misma cosa, porque el paraíso es tal porque está el Señor, que es nuestra eterna felicidad. Recta intención».
H
P. Antonio Maroño, SSP
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Catequesis Paulina
"Debo ocuparme de las cosas de mi Padre" Comenzamos un nuevo Año civil; para los que viven de la fe en Cristo y caminan guiados por la Santa Madre Iglesia, ya comenzó el Nuevo Año 2022, con la liturgia del primer Domingo de Adviento (el pasado 28 de noviembre).
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omienza un nuevo periodo, y todo comienzo implica esperanza, deseos, propósitos y realizaciones. Jesús nos invita con sus palabras, actuaciones y ejemplos a buscar lo que realmente importa para nuestra vida: “buscad el Reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura”. Pongámonos manos a la obra; y ya que el nuevo año comienza inmersos en la infancia de Jesús, traemos a la reflexión el pasaje del evangelista San Lucas 2,41-50: “Los padres de Jesús suben con él a Jerusalén para orar en el Templo –Jesús debía tener unos 12 años-. De regreso a Nazaret -sin que sus padres lo perciban-, Jesús se queda en el Templo conversando con los doctores de la Ley, “ora preguntándoles, ora dando sus propias explicaciones sobre pasajes de la Escritura”, al punto que los doctores quedan admirados de su sabiduría por la claridad y profundidad 4 Alégrate
de sus palabras” (cf Lc 2,43-47). Aquellos estudiosos de las Escrituras no saben que aquel Niño es la Verdad suprema, es el anunciado en las profecías que ellos tan bien conocían, es el esperado de los siglos. Eso lo conocerán años después, aunque no lo aceptarán. En tanto sus padres buscan a Jesús y retornan de nuevo a Jerusalén; después de tres días de búsqueda, lo encuentran en el Templo. Entre angustiados y posiblemente contrariados, su Madre le dice: “Hijo, ¿cómo te has comportado así con nosotros? Mira que tu padre y yo angustiados te buscábamos”. Buscar a Jesús… cuántas veces buscamos a Dios y no lo encontramos, quizá porque no lo buscamos cómo debemos, ni dónde se le puede encontrar. “Te buscaba, Señor en las cosas y Tú estabas dentro de mí; reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían”, dirá
el gran buscador de Dios y de su verdad San Agustín. ¿No es nuestra vida una búsqueda incesante de respuestas?; el porqué de tantas cosas a las que desearíamos hallar respuesta: ¿Para qué he venido al mundo? ¿Qué es la vida para mí? ¿A dónde voy y de dónde vengo? ¿Por qué existe el dolor? ¿Cuál es mi meta definitiva? Son interrogantes que nos acompañan cada día y que sólo en Dios tienen respuesta. Y, Cristo es Dios, y Él nos ha dado la respuesta a todas ellas; sí, la respuesta está en sus palabras, en el Evangelio leído y meditado. Ahí es donde encontramos la paz para nuestras almas y la luz para nuestro camino. Dice el mismo San Lucas, que “María guardaba todo esto en su corazón, meditándolo”. Sería un buen proyecto y propósito para el nuevo año leer en profundidad todos los días una parte del Evangelio. La respuesta de Jesús -que puede parecernos fría e incluso inadecuada-, nos da la pauta de lo que en realidad debe ser toda nuestra vida: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme en las cosas de mi Padre?” (Lc 2,49). Traemos aquí el primer punto del pacto de Dios con su pueblo en el A.T. (válido para todo los tiempos y personas); el primer deber de toda persona: “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda el alma y con todas tus
fuerzas” (Dt. 6,5). Ello es también fundamental para el cristiano. Lo primero es Dios y todo lo demás: desde Él, con Él y para Él. Esto es lo primordial de nuestra vida en la tierra. Porque nunca podemos ni debemos olvidar que nuestra vida aquí es pasajera, peregrina; que no tenemos lugar permanente. Salimos de Dios y nos dirigimos al encuentro definitivo con Dios; todo lo demás es camino. Y si convertimos el camino en permanente, cometeremos el mayor error de nuestra vida. Todo camino, toda vida tiene una meta, y eso es lo que no debemos olvidar ni perder de vista, pues de ese error se generan todas nuestras inquietudes, problemas y sinsabores: de perder de vista la meta. LA META ES DIOS. Por eso Jesús responde que: “debe ocuparse de las cosas de su Padre”, porque es lo primordial. En esa línea podemos recordar la escena de Jesús en casa de Marta y María. La primera se afana y se inquieta por atender a los invitados (entre ellos Jesús); María está pendiente de las palabras de Jesús. Ante la queja de Marta porque su hermana no le ayuda, Jesús responderá: “María ha escogido la mejor parte”. Lo primero es Dios. Es el trinomio: Palabra de Dios-oración comunicaciónapostolado. Maite Ballesteros, ISF
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Instituto San Gabriel
La Espiritualidad /5 El Gabrielino, empujado por el amor divino que lo habita, se empeñará, con todos los medios posibles a su alcance, a hacer partícipes a los demás de aquello que él ha recibido:
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l Instituto San Gabriel toma su nombre de San Gabriel Arcángel, porque quiere formar y encaminar a sus miembros a una vida de penetración apostólica; profesar en el mundo la total consagración al Señor con la plena dedicación al apostolado; servir y cooperar con la Iglesia en el dar a la humanidad a Cristo Jesús, Maestro, Camino, Verdad y Vida, con la difusión del pensamiento cristiano, de la moral cristiana y de los medios de elevación de la vida individual y social, particularmente con las formas modernas. Cada uno puede continuar con el mismo sistema de vida que lleva donde vive. El fin especial del Instituto San Gabriel es tal que se puede ejercer en cualquier lugar. Por lo tanto, los profesionales, los empleados, los que ocupan puestos 6 Alégrate
impor tantes en la sociedad, pueden seguir ejerciendo esas actividades; es más, en ciertas circunstancias es bueno que sigan donde están. La Palabra de Dios, en efecto, está libre de cualquier vínculo y puede penetrar por todas partes, de maneras muy diversas» (Carissimi in san Paolo, 1302-1303). Hoy, en todas las naciones, el laicado de inspiración católica está en gran efervescencia: congresos nacionales, internacionales, convenios, semanas de estudio, reuniones, tomas de posición, contactos directos o indirectos con la jerarquía católica, están indicando la necesidad de nuevos caminos para salvar a la humanidad del materialismo, del ateísmo y de los residuos del anticlericalismo masónico. Por otra parte, hay jóvenes y hombres
que quieren tender a la propia santificación en una vida estable, organizada religiosamente y guiada por la obediencia, sin la necesidad de entrar en los Institutos tradicionales» (San Paolo, abril 1958). El Gabrielino ha de comprender bien la palabra del Fundador: «Se puede conseguir la perfección cristiana en el mundo. No se puede pensar que solo en los conventos, en los monasterios se tiende a perfeccionarse en las virtudes y se llega a una santidad distinta. Hay personas que viven en el mundo y que hacen más sacrificios que nosotros; hay personas que viven de Dios, viven en tal dependencia del querer de Dios y, al mismo tiempo, lloran los males presentes de la humanidad, reparan los pecados que se cometen contra Dios, contra Jesucristo, y defienden el honor de Dios, el bien de las almas y el amor a la Iglesia Católica. No porque estemos en un estado de perfección somos perfectos. El estado es una cosa, pero la perfección del alma es otra cosa. Y somo perfectos en cuanto que hay profundidad de fe, profundidad de amor a Dios y a las almas, y en cuanto hay una esperanza firme de (alcanzar) los bienes futuros, un amor firme a los bienes espirituales, una confianza serena en la gracia de Dios para corresponder a nuestra vocación especial» (2 de junio 1958, A las Pías Discípulas III, 180s).
Por lo tanto, el Gabrielino ha de sentir siempre la absoluta necesidad del entrelazar su espiritualidad con la de la Iglesia. Así lo recalca el P. Alberione: “Se tenga corazón de hijos para con Ella [la Iglesia], que tiene corazón de Madre para con nosotros: habiendo nacido del corazón de Jesús cuando dormía el sueño de la muerte en la Cruz. La Iglesia para nosotros no es una asociación cualquiera: sino la única, santa, católica, apostólica, romana Iglesia: indefectible, infalible, visible, instituida por Cristo Jesús”. Paulus.net
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Instituto Santa Familia
San Pablo, apóstol de la familia El apóstol san Pablo, llamado también Apóstol de las Gentes, también es el Apóstol de la familia. Los miembros del Instituto Santa Familia, para responder a las necesidades de la familia de hoy encuentran en él una rica fuente de inspiración.
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an Pablo apóstol evangelizaba la familia y evangelizaba en la familia. Uno de los ejemplos de su actividad apostólica lo encontramos en los Hechos de los Apóstoles (18,2). En Corinto encuentra a dos esposos judeocristianos, Áquila y Priscila. Estos esposos llegan a ser verdaderamente queridos por san Pablo, porque ejercían la misma profesión. «Se juntó con ellos y, como ejercía el mismo oficio, se quedó a vivir y trabajar en su casa; eran trabajadores de lona para tiendas de campaña». Áquila y Priscila pertenecen al primer grupo de colaboradores reunidos en torno al Apóstol. Su contribución en el crecimiento de la Iglesia primitiva era tan grande que el mismo apóstol escribe: «Saludad a Prisca y Áquila, 8 Alégrate
mis colaboradores en la obra de Cristo Jesús, que expusieron sus cabezas por salvar mi vida; no soy yo solo quien les está agradecido, también todas las Iglesias de los gentiles» (Rm 16,3-4). Áq u i l a y Pr i s c i l a n o s o l o siguieron a san Pablo en su actividad, sino que también le prestaban su casa para que pudiera predicar desde allí la Palabra de Dios. La vida y la colaboración de san Pablo con estos dos santos esposos de la Iglesia Católica nos ayuda a comprender que san Pablo ha encontrado en esta familia cristiana un lugar privilegiado para predicar el evangelio a la familia y, a través de la familia, a otras familias. La importancia de la evangelización de la familia y de la evangelización de otras familias, a través de la familia, también la veía el beato Santiago Alberione. El Fundador estaba convencido de que «el primer campo de apostolado es la familia. Dios lo quiere. Santificarnos en la familia y santificar la
familia”. Con este fin ha fundado el Instituto Santa Familia. Los miembros de este Instituto, realizando el carisma del Fundador, tratan de conseguir la santidad de la propia familia y, a través de la propia familia, evangelizar a las demás familias, encuentran en san Pablo un verdadero modelo de santidad de vida para ejercer el apostolado específico de la santificación de la familia. San Pablo es un santo plenamente dedicado a Cristo. Por esto quien quiera ser apostol lo debe imitar en la plenitud del amor a Cristo. Y para ser apóstoles de las familias, los miembros del Instituto tratan de conocer, imitar, orar y dar a conocer a san Pablo. San Pablo les enseña que para salvar a la familia del divorcio, del aborto, de la pérdida de la fe, etc., hay que volver a llevar la Familia a Cristo, el verdadero Salvador del hombre. San Pablo está cerca de todos aquellos que lo invocan con la oración. El P. Alberione decía que,
aunque se leen sus cartas, son pocas las personas que piden la gracia por su intercesión. En las familias consagradas no ha de ser así. El mes de enero es propicio para consagrar la propia familia a san Pablo. El 25 de enero, es el día de su conversión. La Familia consagrada debe invitar a san Pablo a su casa, para que la proteja e interceda ante Dios por todos los familiares. Los dos santos esposos, Priscila y Áquila, nos enseñan que quienes lo acogen en su casa, tendrán en casa a un santo, a un protector ante Dios. Amar a la familia significa saber apreciar sus posibilidades y sus valores, promoviéndolos siempre. Amar a la familia significa individuar los peligros y los males que la amenazan, para poderlos superar. Amar a la familia es ingeniárselas para crearles un ambiente que favorezca su desarrollo. Aún más, es una forma eminente de amor volver a dar a la familia cristiana de hoy, a menudo tentada de desánimo y angustiada por las crecientes dificultades, razones de confianza en sí misma, en sus propias riquezas de naturaleza y de gracia, en la misión que Dios le ha confiado. «¡Es necesario que las familias de nuestro tiempo levanten el vuelo! ¡Hace falta que sigan a Cristo!» (Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 86). Slawomir Szurkowski, ssp
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Instituto Virgen de la anunciación
VOCACIÓN AL APOSTOLADO / 1 Amar a Jesús no sólo como lo piden los mandamientos, sino amarlo más, hasta consagrarse totalmente a Él, y amar a las almas hasta dedicarse a ellas en esos ambientes y esos apostolados que son difíciles
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l Papa Pío XII escribe: “El gran cuidado y maternal afecto con que la providente Madre Iglesia se ha esforzado porque sus hijos predilectos los que, entregando toda su vida a Nuestro Señor Jesucristo, le siguen con libertad y valentía por la senda de los consejos, se hicieran plenamente dignos de tan celestial propósito y angélica vocación, y por ordenar con sabiduría su reglamento de vida, lo atestiguan los frecuentísimos documentos y monumentos de los Papas, Concilios y Padres, y lo demuestran ampliamente todo el curso de la historia de la Iglesia y toda la orientación de la disciplina canónica hasta nuestros días” (Provida Mater Ecclesia, n. 1). Es decir, en todos los siglos ha habido almas ardientes de amor a 10 Alégrate
Dios e hijos apegados que aman a la Iglesia de Jesucristo y a las almas; y por ello se dedicaron a hacer el bien y han convertido su vida en consagración a Dios, con la observancia de los consejos evangélicos. Amar a Jesús no sólo como lo requieren los mandamientos, sino amarlo más, hasta consagrarse totalmente a Él, y amar a las almas hasta dedicarse a ellas en esos ambientes y esos apostolados que son difíciles. Entonces el Papa ofrece la posibilidad a estas almas que arden de amor a Dios y que desean cumplir el apostolado, adquirir la perfección en el mundo y tener los mismos méritos de la vida religiosa y al mismo tiempo los méritos del apostolado. ¡Qué preciosa es esta disposición del Papa! Es por esto
a s s
que nacen muchos Institutos según las necesidades de la Iglesia y de la sociedad. Por eso el Papa dice que se predique que el vivir en virginidad, según los consejos evangélicos, es mayor bien que alcanzar el matrimonio y tener la responsabilidad de ser buenas madres, de ser buenos padres de familia, porque es un tipo de vida que imita más de cerca la vida de la Virgen María, de san José, de Jesús. El cristianismo ya estaba completo en la minúscula Sagrada Familia, había la cabeza y había dos preciosos miembros de la Iglesia, es decir la Virgen bendita y san José. Eran vírgenes y totalmente consagrados a Dios y a la redención de la humanidad. El Señor se escogió a lo largo de los siglos muchas almas generosas. San Pablo, en sus Cartas y en los Hechos de los Apóstoles, recuerda a unos sesenta amigos y colaboradores, entre ellos una cantidad de mujeres que habían cooperado con él en la predicación del evangelio y en la asistencia de los primeros cristianos en sus necesidades. E l Pa p a a f i r m a q u e h ay algunos que piensan que es mejor trabajar en la Acción Católica en vez de entrar en los Institutos y, por tanto, consagrarse a Dios. En la Acción Católica puede haber,
ciertamente, miembros que viven el celibato; pero es diferente vivir en celibato y trabajar en la Acción Católica a ser miembro de un Instituto Secular, porque aquí hay piedad, formación, espiritualidad; es una vida regulada, ordenada, reconocida por la Iglesia. Es decir, es pertenecer a un estado particular. Los estados de vida sobre la tierra son tres: el estado conyugal, el estado sacerdotal, el estado religioso. Los miembros de los Institutos Seculares pertenecen al estado religioso. Entonces, he aquí lo cierto: el Sacerdote ya hace bien, pero puede dar un paso más entrando en los Institutos Seculares. Además, el Papa dice que todos los fieles, todos los miembros de la Acción Católica, todos los sacerdotes deben apoyar las vocaciones a los Institutos Seculares: descubrirlas, ayudarlas, llevarlas adelante para que lleguen hasta la emisión de sus votos. Y concluye exhor tando a los miembros de las asociaciones católicas a ayudar a quienes muestran cierta vocación, para que entren a los Institutos Seculares, si esta es su tendencia. Beato Santiago Alberione,
meditaciones para consagradas seglares, pp. 28-84
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Instituto Jesús Sacerdote
El Sacerdote: prolongación de la persona de Cristo El evangelista san Marcos (1,35-37) nos dice que Jesús, después de curar en Cafarnaúm a la suegra de Pedro, “se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Pero Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: todo el mundo te busca”
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quellas gentes, después de haber conocido al Señor y haber quedado fascinadas por su Palabra, ya no podían vivir sin Él. En Él habían encontrado la vida y la salvación. Con Él habían recuperado la esperanza. Él había llenado el vacío de su corazón. De ahora en adelante, su único deseo era estar con el Señor. Las acciones del Señor y la autoridad de su Palabra suscitaron en ellos, el interrogante sobre el misterio de su persona. Ya no quieren abandonarle. ¿Qué tiene la mirada de Jesús que fascina? Hoy también hay mucha gente que, de formas distintas y por caminos muy diversos, busca y necesita a Jesús. Hoy el hombre tiene hambre de la Palabra de Jesús. Es verdad que la época en que vivimos resulta en cierto modo desconcertante. Muchos hombres y mujeres parecen desorientados, inseguros, sin esperanza e incluso 12 Alégrate
muchos cristianos están también s u m i d o s e n e s te e s t a d o d e ánimo sin ser capaces de integrar el mensaje evangélico en su experiencia cotidiana, como nos lo recordaba san Juan Pablo II. Sin embargo, nuestra experiencia sacerdotal nos dice que el hombre no puede vivir sin esperanza. Su vida, condenada a la falta de significado, se convierte en insoportable. Sabemos que todo hombre trata de llenar esa necesidad de esperanza de la forma que sea, con realidades muchas veces efímeras y frágiles. Trata de saciar su sed de infinito con esperanzas humanas cerradas a la trascendencia. Intenta contentarse con los paraísos prometidos por la ciencia, por la técnica o por los más diversos caminos de evasión que pretenden ofrecer las múltiples formas esotéricas de espiritualidad. Pero nada es capaz de saciar el hambre y la sed de Dios. El hombre
sin esperanza, cuando se enfrenta consigo mismo, se siente sólo y vacío. Y hasta la misma convivencia con los demás, incluso con los más íntimos, se le hace difícil. “El hombre sin Dios –nos dice Benedicto XVI – no sabe dónde ir ni tampoco logra entender quién es”. En cambio, cuando el hombre, libre de miedos y prejuicios, busca con sinceridad la verdad y se encuentra cara a cara con Cristo, su vida cambia radicalmente. Cuando se deja interpelar por su Palabra y se deja mirar y amar por Él, todo empieza a ser distinto. Es el descubrimiento de la perla preciosa y del tesoro escondido. Cuando uno descubre, no al Jesucristo manipulado por las ideologías, sino al Jesucristo real, vivo y resucitado, vigorosamente presente en su Iglesia, el Cristo que confía en el hombre, que le eleva y le dignifica, entonces, como aquellas gentes de las que habla el evangelista Marcos, ya sólo desea estar con Jesús para conocerle más, amarle más y seguirle, entregándole gozosamente la vida. Dentro de este marco del encuentro de hombre con Dios, se inserta el papel del sacerdote. ¡Qué maravillosa es la vida cristiana; y qué papel tan esencial tiene el sacerdote en el encuentro del hombre con Cristo! ¡Qué alegría tan grande sentimos los sacerdotes
cuando, por nuestro ministerio sacerdotal, ponemos a los hombres en relación con Dios y les hacemos experimentar su misericordia; ¡y qué pena, por el contrario, cuando los hombres le rechazan y se cierran a su amor! El santo cura de Ars, consciente de la grandeza y, al mismo tiempo, de la responsabilidad de su ministerio decía: “¿De qué serviría una casa llena de oro si no tuvierais a nadie para abrir la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros celestiales; es quien abre la puerta; es el ecónomo de Dios, el administrador de sus bienes”. ¡Cuánta constancia y paciencia con los que buscan una Iglesia que comprenda nuestros sufrimientos, nuestros gozos y nuestras esperanzas, por nuestra fidelidad al magisterio de la Iglesia,
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por nuestra cercanía con los que quieren encontrar el alimento sólido de la Palabra de Dios y por nuestra disponibilidad con los que, a través de nuestro ministerio, son capaces de encontrarse con el amor compasivo de Jesucristo Buen Pastor, que busca sin desfallecer a la oveja perdida! Podemos decir con san Pablo: “Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios nuestro Padre recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor” (1Tes 1,2-3). Los sacerdotes estamos llamados a prolongar, como colaboradores del ministerio episcopal, la presencia de Cristo, único y supremo Pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo como una transparencia de su luz en medio del pueblo que nos ha sido confiado. Decía el cura de Ars: “Si tuviéramos fe, veríamos a Dios escondido en el sacerdote como una luz detrás de un cristal, como un vino mezclado con agua”. Recordemos la imagen del papa Juan Pablo II, ya muy anciano y limitado de fuerzas, cuando en la tarde del día 3 de mayo del año 2003, en la base de Cuatro Vientos, decía a la multitud de jóvenes allí congregada con una extraordinaria 14 Alégrate
energía: “Os doy mi testimonio: yo fui ordenado sacerdote cuando tenía 26 años. Ahora al volver la mirada atrás y recordar estos años de mi vida, os puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo y, por amor a Él, consagrarse al servicio del hombre. ¡Merece la pena dar la vida por el evangelio y por los hermanos!”. Detrás de toda vocación sacerdotal siempre está la figura de algún sacerdote ejemplar. ¿Lo seré yo? Es Cristo mismo quien nos elige. Es Cristo quien nos llama. Es Cristo quien nos envía. Hemos sido llamados por una iniciativa suya. “Subió al monte y llamó a los que Él quiso”. Nos ha llamado, como a los Apóstoles, uno a uno, por nuestro propio nombre, para poder participar en su misión de ser sacerdote y víctima, pastor, cabeza y siervo. Nuestro ser sacerdotal brota del encuentro íntimo con el Señor. Hemos sido llamados para un encuentro que se convierte en relación profunda, se concreta en seguimiento para compartir su mismo estilo de vida, se vive en fraternidad y comunión con los otros llamados y orienta toda la existencia a la misión.
Antonio Díaz Tortojada, ijs
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Donec formetur
II Etapa. Gloria al Hijo
el crecimiento del Maestro Divino
"Encarnado" en nosotros
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a primera etapa se ha cerrado con una visión muy alta: Dios, el Padre, nos llama a colaborar con Él en la actualización del gran designio de amor: ser transformados en Jesús. Para la actuación de este proyecto de Dios, en la primera parte se nos ha propuesto un intenso trabajo, sobre nosotros mismos, mediante: el examen de conciencia, la meditación diaria, la dirección espiritual y la confesión. Realizado este camino necesario de conversión, el discípulo, siguiendo a Jesús, es invitado e entrar en la vía maestra: la que
llevará a la plena conformación con Cristo Maestro “encarnado” en su persona. De ahora en adelante la palabra-consigna del segundo período es precisamente esta: vivir en plenitud el crecimiento de Cristo encarnado en nosotros en el bautismo El tema de la “encarnación” nos lleva a entrar en el corazón de nuestra espiritualidad. He aquí cómo lo diseña el Fundador (DF 37):
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Encarnación 1. Este período debe traernos a Jesucristo Verdad, Camino y Vida para que resulte el hombre nuevo. La vida sobrenatural le dará la vida eterna: «coheredes Christi». 2. Jesucristo es Verdad para la inteligencia; de ahí la necesidad de estudiar la doctrina cristiana, especialmente el Evangelio. Jesucristo es Camino para la voluntad, de ahí la necesidad de imitarle, especialmente cuidando la Santa Comunión. Jesucristo es Vida para el corazón, por lo que necesitamos revestirnos de gracia santificante y actual, especialmente con la Santa Misa. 3. Por eso hay, que dividir la hora de adoración en tres partes: a) lectura del evangelio o de doctrina cristiana para honrar a Jesucristo Maestro; b) comparar nuestra vida con Jesucristo modelo y hacer el examen de conciencia; c) oración, especialmente como preparación a la Misa (Vía Crucis, Misterios dolorosos). (DF, pág. 208). Se presenta una especie de “sumario”, de significado muy denso. Este período. Tenemos que volver al comienzo del Donec Formetur, donde el Fundador nos ha hablado de dos períodos, particularmente importantes para llegar 16 Alégrate
al “Vivit in me Christus”, de Pablo. Estos son los ejercicios espirituales y el noviciado, destinados a influir en el resto de la vida. En efecto, en el pensamiento del P. Alberione, cada año, y toda nuestra vida, hay que entenderlos como un largo curso de ejercicios espirituales. Debe traer a nosotros a Jesucristo Verdad, Camino y Vida. No se trata de algo decorativo, sino de una realidad: Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el Maestro integral viviente en nosotros. El Maestro divino viviente en nosotros realizará una verdadera sustitución de nuestra personalidad por la suya: la persona gradualmente comienza a pensar, querer, amar como Jesús. La linfa divina produce, como en la parábola de la vid, frutos divinos.
Para que resulte el hombre nuevo. El hombre nuevo en la teología paulina es Cristo resucitado, viviente en la persona de los creyentes, los cuales han llegado a ser, por medio del bautismo, un solo cuerpo con Él. Y con Cristo son también “coherederos” de la felicidad eterna porque Cristo es el “primogénito entre muchos hermanos”, como dice Pablo en Rm 8,29. Todo esto no se produce de manera automática, sin nuestra contribución. Se trata de acoger en la totalidad de nuestro ser (mente, voluntad y corazón, el don de todo el Cristo Camino, Verdad, Vida. Este camino de conformación es el recorrido por nuestro Fundador y que está indicado también para nosotros. El camino recorrido por hermanos y hermanas que han alcanzado la meta paulina del “Cristo vive en mí”. A continuación del cuadro fundamental encontramos a Alberione en oración. Una oración (DF 39) que ahora se nos propone a nosotros, como expresión orante de todo lo que se entiende por camino de conformación a Jesús. En esta oración vemos concretizada la realidad del Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida viviente en nosotros: “vive en mí Cristo”. De momento, nos detenemos en la parte introductoria de la oración:
Al Maestro Divino Maestro: tu vida me traza el camino; tu doctrina confirma y alumbra mis pasos; tu gracia me sostiene y apoya en el camino hacia el cielo. Tú eres perfecto Maestro: que das ejemplo, enseñas y fortaleces al discípulo para que te siga. La introducción a la oración dirigida al Maestro es, en su brevedad, la razón de cómo y por qué el discípulo se puede adherir al Maestro. Es evidente una actitud de pasividad y docilidad al proyecto de Dios propio de quien ha entrado en la lógica de la entrega de sí mismo al Espíritu. Es bonito notar la dinámica de las oraciones Alberionianas: • Alberione reflexiona, medita, contempla un misterio del Señor. • En actitud de profunda docilidad, advierte las llamadas interiores del Espíritu que le pide adherirse al misterio y responde con generosidad. • Tr a n s f o r m a t o d o e n oración de alabanza, de acción de gracias, de oferta, de súplica por sí mismo y por los suyos.
Don Guido Gandolfo, ssp
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Compartir la palabra
Reflexiones sobre la
Palabra de Dios Cuando leemos la Biblia, el Antiguo o el Nuevo Testamento, nos puede parecer aburrido por las muchas veces que hemos leído o escuchado algunos pasajes. Mucha gente creyente, por eso, la lee poco; cree que ya lo sabe, se cansa.
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s muy bueno que en cada hogar haya una Biblia. Pero eso es insuficiente, ya que, a veces, esas Biblias, de encuadernaciones magníficas, casi siempre descansan en los estantes de muchos hogares sin que nadie las abra. Mi deseo es que las siguientes reflexiones ayuden a abrir y a leer. Eso sí, hay que acercarse con humildad y cariño, pidiendo al Espíritu Santo que nos revele el significado de lo que leamos, y nos guíe; que si la lectura nos parece árida, nos descubra la faceta de amor de Dios que lleva escondida siempre. Aunque 18 Alégrate
se disponga de poco tiempo, realizarla con tranquilidad, siempre con actitud de escucha, dando tiempo a la reflexión en silencio. La Palabra de Dios que encontramos en la Escritura Santa es, resumido en una palabra: Amor. El Amor que Dios nos tiene, y en cada versículo esto es lo que tenemos que encontrar. La Palabra de Dios es maravillosa, pues siendo una única palabra: Amor (amor que Dios nos tiene), no cansa. Es un deleite para quien la descubre; lleva la fuerza y la presencia de Dios mismo.
La Palabra de Dios es el tesoro escondido en el campo; el mayor tesoro del universo para una persona humana. A quien lo encuentra, todo lo demás le parece humo, nada. La Palabra de Dios es como un diamante de una hermosura arrolladora y deslumbrante, lleno de luz blanquísima, su luminosidad nace de él mismo. Es como si se transmitiera por cada palabra. Así como el Arco Iris está formado por siete colores, y estos unidos forman la luz blanca, la Palabra de Dios, compuesta por miles de versículos, cada uno distinto del otro, todos juntos nos manifiestan el Amor. La Palabra de Dios calienta el corazón y le da fuerza. Por eso, es un alimento único para que la persona humana crezca integralmente. La Palabra de Dios tiene un poder enorme, porque comunica al hombre lo que ansía en lo más profundo de su corazón, que es el sentirse amado. Y la persona que ama es Jesucristo, crucificado por amor, con sus brazos extendidos por toda la eternidad para que podamos acercarnos a Él y lo podamos abrazar con nuestro amor, sin miedo. Él es Dios, el que buscamos. Él es el Amor. Cuando nos sintamos bien, acudamos a ella, para que sus textos
nos ayuden a manifestar nuestro agradecimiento, alabar y bendecir al Señor. Cuando nos sintamos mal, por cualquier motivo que sea, acudamos a ella también, abrámosla y busquemos nuestro consuelo o remedio. Una señora nos contó una vez que, cuando tenía miedo, se abrazaba materialmente a su Biblia, y eso la reconfortaba. Esa experiencia nunca la había conocido, pero me llevó a realizar una experiencia personal, y es la de acariciar las letras de lo que leo cuando no entiendo. Al fin y al cabo, nos enseñaron que la Biblia es una carta de amor de Dios a los hombres; y otra que me sugiere ahora que estoy escribiendo estas líneas, es abrazarla, en señal de amor o veneración, aunque no tengamos el miedo de aquella señora. También en la Liturgia el sacerdote besa el libro donde está la Palabra de Dios. Y no nos quedemos en la Biblia, que al fin y al cabo es un medio, un camino; que podamos llegar al final de ese camino, que es el encuentro personal con el Papá Dios, el Abbá de Jesús, y con Jesús mismo. Ellos nos llevarán al encuentro gozoso con los hermanos. Que María, como Madre, nos lleve siempre de su mano y nos enseñe a vivir cómo vivió Ella todo esto. Mari Muños, isva
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Páginas marianas
La vocación apostólica de
María
Describimos algunas actitudes y rasgos que brillan de forma eminente en María y que, por otra parte, son elementos constitutivos de la “vocación apostólica o ministerial”, que se mira en María como en un espejo.
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cogida y meditación de la Palabra. “Virgen oyente”. D e M ar í a se n o s dice, en momentos especialmente importantes de su vida, que todo lo conservaba y meditaba en su corazón (Lc 2,19-51; cf. 11,28). María es modelo en la escucha dócil y asidua de la Palabra de Dios. Esta semilla divina no ha encontrado en la tierra campo más propicio y abonado. Recepción y veneración, custodia y meditación hacen que la Palabra informe su vida hasta adquirir tal connaturalidad con ella que llega a constituirse en la única norma. Dios irrumpe en su vida, se enseñorea con ella y la expropia para la causa del Reino. La Palabra de Dios es venerada por María 20 Alégrate
con amor, es escuchada con fe, es conservada celosamente en su corazón, es meditada en su mente y es difundida con sus labios. La verdadera grandeza de María es haberse puesto totalmente en manos de Dios mediante la acogida de su Palabra (Lc 8,21). El que escucha, acoge y se alimenta de la Palabra ciertamente “ha elegido la mejor parte” (Lc 10,38s; cf. 1,38.45). La “Virgen oyente”, que acoge la Palabra y la pone en práctica fiel, obediente y generosamente (cf. Pablo VI, Marialis cultus, n. 17; Juan Pablo II, Redemptoris Mater, nn. 1219) es el mejor exponente de una actitud necesaria en quienes han hecho entrega de su vida por la causa del Reino.
Respuesta renovada y activa a la invitación de Dios. “Virgen fiel”. Toda vocación es un diálogo. En el corazón del misterio que es la vocación encontramos esta sorprendente relación dialogal entre Dios que invita y el hombre que responde. El hombre tiene una parte irrenunciable. En cuanto mujer, María no fue simplemente “utilizada” para la encarnación, sino que fue asociada a dicho acontecimiento con todo su ser y por propia determinación. Ni fue “requisada” materialmente y por un tiempo, como Simón de Cirene, sino que fue invitada por Dios para ser libre colaboradora. Por tanto, no se puede reducir a María a un mero “instrumento” del que Dios se sirvió en un momento para su obra de salvación que luego se realizaría sin ella, sino que es todo el plan de Dios al que se asocia libre y voluntariamente. María comprometió su ser y su vida en un “fiat” que la implicó totalmente. Esto supone en María una respuesta personal y activa, que no se reduce a un mero consentimiento a la propuesta divina, sino que es una oferta consciente y generosa de su vida para que discurra por los caminos de Dios. María, “Hija de Sión”, dio incondicionalmente a Dios el asentimiento de todo un pueblo
para que se cumpliera el plan de Dios sobre ese pueblo y, a través de él, sobre toda la humanidad. La vocación es un “sígueme” permanente, renovado. María descubrió y reafirmó, paso a paso, esta respuesta personal y activa. La vocación, frente a una presentación simplista y teológicamente poco fiel que ha predominado a veces, no es uno de los acontecimientos de nuestra vida que acontece en un momento concreto y aislado, sino que es más bien un proceso, una invitación que nos sale al paso y se renueva en cada momento. Dios no quiere servidores a la fuerza, servirle es un acto supremo de libertad:
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D
“¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6,67; cf. Jos 24,15). María fue recorriendo y construyendo ese proceso que fue su vocación; no todo ocurrió en ella en el “fiat” de la Anunciación, aun cuando en ese momento inicial se halle el arranque y la pauta de todo lo demás. En María hubo un proceso de conocimiento y clarificación, de entrega y compromiso que ella no determinó, sino que la vida le fue marcando. Lo maravilloso del caso fue la continuidad en la respuesta positiva, la entrega progresiva, la generosidad y confianza que se acrecentaban en cada caso y en cada prueba. Estamos ante la “Virgen fiel”. L a vo c a c i ó n e s re i t e r a d a invitación que se debe ratificar y se puede ratificar. Las páginas del evangelio nos ofrecen casos en uno y otro sentido: llamadas que no obtienen respuesta (cf. 22 Alégrate
Mt 19,16-22), llamadas que son rechazadas después de haber sido acogidas (cf. Mt 26,20-25; Jn 6,66; 13,21-30), llamadas que han respondido positivamente, pero se ven asaltadas por la duda o el desaliento (cf. Jn 6,67), llamadas en las que se da alternancia entre la respuesta positiva y la negativa (cf. Mt 26,56.69-75). Dios procede así con el hombre, no quiere servidores atrapados por sorpresa ni seguidores a regañadientes; su acción se basa en la libertad siempre activa del hombre. Nos cuesta entender este estilo de Dios, pero sólo así ha sido posible la maravilla de la respuesta-encontinuidad que nos ofrece María. Para todos los llamados, es un ejemplo de perseverancia en su vocación de seguimiento al Dios que invita. CONFER, Secretariado de vocaciones
Cinco Consejos
CINCO CONSEJOS
DEL PAPA FRANCISCO A LOS MIEMBROS DE LOS INSTITUTOS SECULARES
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l 28 de octubre de 2017, el papa Francisco sugirió a los miembros de los Institutos Seculares 5 consejos que les pueden ayudar en su camino y vocación: rezar, discernir, compartir, animar, dar simpatía. Desde entonces han pasado varios años, pero merece la pena recordarlos y llevarlos a la práctica 1. Rezar: Francisco destacó la oración como un ejercicio fundamental “para estar unidos a Dios, cercanos a su corazón. Escuchar su voz frente a todo suceso de la vida, viviendo una existencia luminosa que avanza de la mano del Evangelio y lo asume”. 2. Discernir: Señaló que discernir significa “saber distinguir lo esencial de lo accesorio. Es afirmar la sabiduría, cultivarla cada día para ver cuáles son tus responsabilidades, qué es necesario asumir y cuáles son tus obligaciones prioritarias”. 3. Compartir: El Santo Padre animó “a compartir la suerte de cada hombre y de cada mujer, incluso cuando los acontecimientos del mundo son trágicos y oscuros, sin abandonar el mundo a su suerte, porque hay que amarlo como Jesús lo amó, hasta el fin”. 4. Animar: También exhortó el papa Francisco a “no perder nunca la confianza que sabe ver el bien en toda cosa. Es una invitación que recibimos en cada celebración eucarística: «¡Levantemos el corazón!»”. 5. Dar simpatía: Se trata de una invitación a ofrecerse al mundo y a las personas con optimismo: “También cuando todo parece contribuir a que perdamos esa simpatía. Estar animados por esa simpatía que procede del Espíritu de Cristo nos hace ser libres y apasionados, nos hace estar dentro como la sal y la levadura”.
Antonio Maroño, ssp
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Institutos agregados
Encuentro Institutos agregados de América Latina En los días 23 y 24 de septiembre se ha desarrollado, en modalidad on line, el Encuentro de los Superiores de Circunscripción, de los Delegados y de los miembros de los Institutos Agregados de América Latina
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ste Encuentro estaba programado de manera presencial para el mes de marzo de 2020, después del celebrado con los países de Europa-Congo, en el mes de febrero anterior, pero ha tenido que ser anulado, sucesivamente, por razón de la pandemia. 24 Alégrate
La modalidad on line, con la que se ha desarrollado, ciertamente ha tenido limitaciones. Lo que se pretendía del Encuentro era “escuchar”: escuchar a los Superiores de Circunscripción, escuchar a los Delegados, escuchar a los miembros de los Institutos
Agregados. En vista del próximo Capítulo General de la Sociedad de San Pablo, también era necesario este momento de escucha para conocer cuáles son las expectativas y las preocupaciones de esta realidad paulina que, no lo olvidemos, es “obra propia” de la Sociedad de San Pablo. Las dos jornadas dieron comienzo con el saludo y la intervención del Superior General, P. Valdir José de Castro. El primer día, después de la relación del Delegado General, P. Vito Fracchiolla, sobre el tema: “Los Institutos Agregados como “obra propia” de la Sociedad de San Pablo”, ha estado dedicado a la escucha y a la confrontación con los Superiores de Circunscripción y los Delegados, mientras que el segundo día ha estado dedicado a la escucha de los miembros de los Institutos Agregados. El Encuentro ha concluido con algunas informaciones sobre los renovados rituales de los Institutos Agregados, sobre la elección de un Logo común a todos los Institutos, sobre el documento relativo a las líneas generales comunes para la realización de un Íter formativo de los Institutos Agregados. Teniendo ahora tanto material a nuestra disposición, las relaciones
de los Superiores y de los Delegados y las de los miembros de los Institutos, de común acuerdo se quedó en volver a vernos el próximo 23 de noviembre para hacer una síntesis de las intervenciones y, a partir de esta síntesis, individuar algunas prioridades sobre las que trabajar en los próximos años, tanto a nivel de Circunscripción como a nivel general. También se evaluarán algunas propuestas y mociones para ser presentadas al Capítulo General de la Sociedad de San Pablo. Ciertamente, encontrarnos y, sobre todo, encontrar a los miembros de nuestros Institutos de varias naciones, ha sido positivo y fructuoso. Y ha generado un conocimiento recíproco y un reforzamiento de la pertenencia a la Familia Paulina. Pero, como en todos los Encuentros, no basta con verse y hablarse. De esto debe nacer el compromiso de llevar a cumplimiento las prioridades que salieron a flote. Este es el compromiso que ahora no espera, pudiendo contar con una relación fraterna más fuerte y con el entusiasmo de los miembros.
P. Vito Fracchiolla, ssp delegado general de los ipvsc
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en la casa del padre
Sumario
+ P. Francisco Ares Cerqueiro, ssp
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l Padre Francisco Jesús Ares Cerqueiro nació en Rial, Valle del Dubra, provincia de A Coruña, el 18 de julio de 1934, en una familia de profunda vida cristiana, integrada por su padre José, su Madre María y siete hermanos, uno de ellos Paulino, el P. Ricardo, fallecido hace solo unos meses. Ingresó en la Sociedad de San Pablo, en la casa de Zalla (Vizcaya), en el año 1947. Completó los estudios de Bachillerato y Filosofía en la misma casa y se trasladó a Roma para cursar los estudios de Teología, donde se consagró definitivamente al Señor el 8 de septiembre de 1959 y fue ordenado sacerdote, el 2 de julio de 1961. Falleció en Madrid, el 23 de diciembre de 2021, a consecuencia de una parada cardiorrespiratoria, tras largos años de padecer las enfermedades de alzheimer y párkinson. Después de su ordenación sacerdotal, el P. Paco, como todos lo conocíamos, regresó a la casa de Zalla. Pero muy pronto, en 1962, fue destinado a Santiago de Chile y en 1969, a Buenos Aires. En 1977 regresó a España, a la Casa Provincial situada en Madrid. Posteriormente fue pasando por otras comunidades de la provincia de Madrid, dejando en todas ellas un grato recuerdo, por su trato amable y cariñoso para con todos. Pero, sobre todo, por generosa entrega a la formación de aspirantes y novicios y profesos de la Congregación, y por su comprometida implicación en los diversos campos del mundo editorial Paulino. Descanse en paz este buen hermano. 26 Alégrate
CALENDARIO Enero
Febrero
Marzo
1. Solemnidad de Santa María Madre de Dios. - Jornada Mundial de Oración por la Paz. 4. 2021, aniversario de la muerte del Hno. Gabriel Aparicio, SSP. 6. Solemnidad de la Epifanía del Señor. 7. 1997, aniversario de la muerte de Sor. M. Oliva García, HSP. - 1917, aniversario de la muerte del Hno. Manuel Martínez, SSP. 9. Bautismo del Señor. - 2021, aniversario de la muerte del P. Francisco Anta, SSP. 11.1919, aniversario de la muerte de Dolores Báez, ISVA. 16. Jornada de la Infancia Misionera. - 2002, aniversario de la muerte de Guadalupe Lozano, ISVA. 18. Comienza el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos. 20. 2001, aniversario de la muerte del H. Cirilo Peñas, SSP. - 1917, aniversario de la muerte del Hno. Pablo Uriarte, SSP. 22. 1991, M. Tecla Merlo, HSP, es declarada venerable. 23. Domingo de la Palabra de Dios (3ª). 24. 1948, aniversario de la muer te del beato Timoteo Giaccardo, SSP. 25. Fiesta de la conversión del Apóstol San Pablo. 30. 1989, aniversario de la muerte del P. Desiderio Costa, SSP.
2. Fiesta de la Presentación del Señor. - Jornada Mundial de la Vida Consagrada (26ª). 5. 1964, aniversario de la muerte de la venerable Tecla Merlo, primera Superiora General de las HSP. - 1998, aniversario de la muerte del H. José María López, SSP. - 2015, aniversario de la muerte del H. Lucinio López, SSP. 9. 2011, aniversario de la muerte del H. Fco. J. Martínez de Antoñana, SSP. 10. 1924, en Alba, “dies natalis” de las Pías Discípulas. 11. Jornada Mundial del Enfermo (28ª). 13. Campaña contra el Hambre en el Mundo. - 2011, aniversario de la muerte del P. Miguel Rojo, SSP. 18.1919, aniversario de la muerte del Hno. Vicente Hernández, SSP. 28. 2008, aniversario de la muerte de Sor Mª Fidelis Puebla, HSP.
2. Miércoles de Ceniza. Abstinencia y ayuno. 3. 1990, el Hno. Andrés R. Borello es declarado Venerable. - 2014, aniversario de la muerte del Hno. Arturo Guinea, SSP. 6. Día y colecta de Hispanoamérica 8. 1916, en Mango (Italia), nace el venerable Andrés R. Borello. 10. 1917, aniversario de la muerte del P. Jesús Álvarez, SSP 11. 1988, aprobación de la “Asociación de los Cooperadores Paulinos”. 15. 1933, aprobación Pontificia de las Hijas de San Pablo. - 1919, aniversario de la muerte de la Hna. Mercedes Barriuso, HSP. 19. Solemnidad de S. José, esposo de la Virgen María. – Día y Colecta del Seminario. - 1935, llegan a España (Bilbao) las Pías Discípulas del Divino Maestro. 20. 2008, aniversario de la muerte del P. Antonio Díaz, SSP. 21. 2013, aniversario de la muerte del P. Antonio Pinedo, SSP. 23. 2008, aniversario de la muerte de Sor Honorina Mussi, HSP. 25. Solemnidad de la Anunciación del Señor. Titular del Instituto “ Virgen de la Anunciación”. Jornada Pro Vida. - 1924, las Pías Discípulas del Divino Maestro comienzan la Adoración Eucarística diurna.
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Sumario
El apóstol de la edición debe distinguirse por una característica propia: el culto a la Sagrada Escritura (Apostolado de la Edición, 121).
INSTITUTOS PAULINOS DE VIDA SECULAR CONSAGRADA Protasio Gómez, 15 28027 MADRID +34 917 425 113 institutos@sanpablo.es
El apóstol de la prensa debe proponerse, en sus escritos, el mismo fin que tuvo Dios al hacer escribir el Libro Santo: gloria a Dios y salvación de las almas (Apostolado de la Edición, 161). Hemos de hacer como san Pablo, que se dirige a Jesús y le dice: Señor, ¿qué quieres que haga? Y apenas conocida la voluntad de Dios, enseguida está pronto, sin esperar más, e inmediatamente actúa (El apóstol Pablo inspirador y model, 66). Dar el evangelio a los hombres sea nuestro anhelo diario y nuestra oración (Por una renovación espiritual, 82).