El Gran Otro #13 - Dossier Digital

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AMOR-PROPIO

“Amor propio ó el arte de hacerse poesía” Por Ana Frandzman

La expresión amor propio aparece como un slogan que, en boca de todos, resuena en un «amándome a mí mismo puedo amar a los demás». Operando como un imperativo al cual no se sabe muy bien cómo responder, propongo volver a la pregunta, al estilo de Raymond Carver, ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor?/ propio?, como el arte de desentrañar un modismo. Al igual que el sujeto, un término toma forma en relación a la época en la que se encuentra, no hace mucho tiempo el amor-propio tenía mala prensa, era considerado como una forma de egoísmo. Atravesando esa concepción estaba la idea de sacrificio, era necesario actuar en detrimento de uno en orden de poder prestar interés a los otros. En cambio, hoy en día, esta expresión ha proliferado de manera tal que se ha vuelto casi ineludible a la hora de hablar de amor. El hecho de que haya ganado tanto territorio la vuelve un tanto peligrosa, ya que cuando un concepto se multiplica de este modo, se vuelve inmóvil, como un cartel luminoso que opaca a lo que hace referencia. Amor-propio, como un slogan que está en boca de todos, que resuena en la idea de que «amándome a mí mismo puedo amar a los demás», opera como un imperativo al cual no se sabe muy bien cómo responder. Es interesante cómo estas dos palabras, amor y propio, parecen funcionar en una cierta conjunción que

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coagula su significado y lo vuelve tautológico. Roland Barthés en «Fragmentos de un discurso amoroso» dice sobre el te amo «es una figura cuya definición no puede exceder el encabezado», algo de esto, a mi entender, pasa con el amor-propio: cuando intentamos definirlo, lo condensamos. Encuentro entonces más interesante poder aproximarse a esta noción desarmándola, poniéndola en movimiento porque justamente, creo que es algo de esto lo que se pone en juego. Toda nominación donada puede entrañar una dominación si no existe algún proceso de extrañamiento de la misma, poder cuestionarla, alejarse, y luego reapropiarse de ella, o no. Pensemos, por ejemplo, lo que sucede con el nombre propio, el significante más elemental en el que nos reconocemos es otorgado por un otro, no habría nada más impropio que el nombre propio, eso no quiere decir que no podamos agenciarnos en él, pero es necesario cierta oscilación, un movimiento que es en su ir y venir, como el de una ola.


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