Revista EC 100

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LA CARTA

Ana Mª Sánchez_ Presidenta de EC

DE CORAZÓN A CORAZÓN "Aquello que yo escribiera, más que alimentar el intelecto de quien me pudiera leer, tenía que tocar su corazón"

T

odavía soy una novata en la Presidencia de Escuelas Católicas. Después de la gran sorpresa que fue mi elección, llegaron para mí otras, entre ellas la invitación a escribir el espacio “Directo al corazón”. Para mí escribir es siempre un esfuerzo; no salté de alegría. Me tranquilizó saber que era un espacio pequeño, de comunicación sencilla. El título me planteó un reto: aquello que yo escribiera, más que alimentar el intelecto de quien me pudiera leer, tenía que tocar su corazón. Me pregunté cómo conseguir esto, y me contesté a mí misma: “expresando algo que salga de tu propio corazón”. Y eso es lo que intento hacer… Uno de los motivos que me llevó a aceptar la Presidencia fue el deseo de no quedarme encerrada en la realidad de mi propia institución, de compartir y colaborar con otros, de experimentar ahora también, como en otros momentos de mi vida, que pertenezco a un “nosotros” más grande, y aportar ahí mi granito de arena para construir comunión, para generar fraternidad. Este mismo deseo es el que late en mí cada vez que me pongo delante del ordenador para intentar de nuevo pergeñar unas palabras que transmitan algún mensaje “de corazón a corazón”. Agradezco la posibilidad que escribir estos pequeños artículos me da de comunicarme con tantas personas, y a los que me lean alguna vez, el que me abran la puerta de su corazón. Gracias también a todos los que con su trabajo hacen posible la revista de EC, y enhorabuena por haber llegado a este número 100. ¡Que sean muchos más!

directo al corazón

directo al corazón

La persona en el centro Poner a la persona en el centro hace que, para nosotros, la educación no se reduzca a un trabajo, una tarea, sino que sea vocación, misión, pasión que atraviesa toda nuestra vida

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ay una llamada que el papa Francisco está repitiendo insistentemente para distintos campos de la actividad humana: política, economía, sanidad…y también, cómo no, para la educación: “Poner a la persona en el centro”. Al hablar sobre el Pacto Educativo Global, expresa como primera necesidad la de “poner en el centro de todo proceso educativo formal e informal a la persona, su valor, su dignidad, para hacer sobresalir su propia especificidad, su belleza, su singularidad y, al mismo tiempo, su capacidad de relacionarse con los demás y con la realidad que la rodea” (Palabras del Papa en el encuentro sobre el Pacto Educativo Global celebrado en la Pontificia Universidad Lateranense, el 15 de octubre de 2020). Alguno podrá decir: “¿Y cómo no?” Nosotros, educadores, tenemos la inmensa suerte de trabajar con personas… Pero también tenemos que preguntarnos cómo hacemos para que este “poner a la persona en el centro” sea una realidad. Poner a la persona en el centro implica mirar y tratar a cada uno de los que se relacionan con nosotros, especialmente a cada uno de nuestros alumnos, como un ser único, irrepetible, infinitamente valioso; celebrar cada uno de sus logros, alentarlo en sus fracasos, abrazar con ternura sus límites y acoger sus sueños. Poner a la persona en el centro nos lleva a educar de tal manera que el alumno sea protagonista de su propio proceso de aprendizaje, darle las herramientas que necesita para gozar aprendiendo, y acompañarlo respetuosa y desprendidamente en esta aventura.

Poner a la persona en el centro nos pide ofrecer una educación integral, que posibilite el crecimiento en todas las dimensiones que constituyen nuestra humanidad. Dar oportunidades a los niños, adolescentes y jóvenes para que entren en una profunda relación consigo mismos, con Dios, con los demás y con la realidad, para que se sientan parte de una “familia más grande” y se impliquen responsablemente en el cuidado de la “casa común”. Poner a la persona en el centro tiene que ver con eso que tanto repetimos últimamente: la necesidad de cuidarnos a nosotros mismos y de cuidarnos unos a otros. Hace de nuestras comunidades educativas auténticas familias donde nos sentimos reconocidos, queridos, interconectados entre nosotros y con todos.

No había sitio para ellos La Navidad nos brinda una oportunidad privilegiada para trabajar este objetivo de educar en la acogida

Poner a la persona en el centro hace que, para nosotros, la educación no se reduzca a un trabajo, una tarea, sino que sea vocación, misión, pasión que atraviesa toda nuestra vida. Nos lleva a implicarnos, ¡y también a “complicarnos”!, con la certeza de que lo que tenemos entre manos es nada menos que la transformación del mundo, la construcción de un futuro más justo y fraterno. Desentrañar vitalmente esta expresión es un reto para todos nosotros. En este curso todavía recién estrenado, donde tantas demandas pugnan por atrapar nuestra atención y nuestro corazón, te invito, a ti que me lees, a preguntarte: ¿qué significa para mí y cómo quiero vivir, en mi día a día, este “poner a la persona en el centro”? Ana Mª Sánchez García Presidenta de Escuelas Católicas

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a narración del nacimiento de Jesús en el Evangelio de Lucas nos dice que María “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos…” (Lc 2,7). El evangelista nos transmite un mensaje claro: el Hijo de Dios entró en la historia, en nuestra historia, identificándose, solidarizándose profundamente con aquellos que “no tienen sitio”. Y nos va a seguir mostrando a lo largo de su Evangelio que toda su vida fue coherente con esta dinámica inherente a la encarnación: Jesús se sitúa al lado de los débiles, los pobres, los marginados, los que no cuentan, y es para ellos “Buena Noticia”. No tenemos más que salir a la calle y mirar para hacernos un poco conscientes de cuántos, en nuestra sociedad, no tienen sitio, o que leer las noticias para darnos cuenta de que el número de los “sin sitio”, lejos de disminuir, aumenta cada día en nuestro mundo. Y no entro en detalles ni enumeraciones que siempre se quedarían cortas; seguramente, cada uno será capaz de construir su propia lista. También en el interior de nuestros colegios, nuestras instituciones, puede haber quienes no tengan sitio, por múltiples causas, que normalmente tienen que ver con lo que les diferencia respecto a la mayoría o a los que son más fuertes. Uno de los retos que nos propone el Pacto Educativo Global es “educar y educarnos en la acogida, abriéndonos a los más vulnerables y marginados”. Se nos llama a crear una “cultura de la inclusión”, a cultivar la atención a las periferias sociales y existenciales y a curar las heridas más profundas de la persona y de la sociedad. La educación recrea, transforma, libera y humaniza. Es también un acto de rebeldía, de insumisión ante las lógicas y las dinámicas que operan entre nosotros, otorgando sitio a unos y negándoselo a otros. La Navidad nos brinda una oportunidad privilegiada para trabajar este objetivo de educar en la acogida. Ojalá sepamos aprovecharla para que nuestras comunidades educativas pongan en práctica la acogida y la inclusión, para ayudar a nuestros alumnos a aprender, vivencialmente, a reconocer en el diferente a un hermano. No puede haber celebración auténtica de la Navidad si no nos comprometemos a hacer sitio a los que no lo tienen, como tampoco puede haber educación si no generamos con ella procesos de cambio profundo en nuestro entorno, que hagan posible la construcción de un mundo nuevo, donde haya sitio para todos. Que Aquél que no encontró sitio para nacer lo encuentre esta Navidad en nuestros corazones. ¡FELIZ NAVIDAD! Ana Mª Sánchez García Presidenta de Escuelas Católicas

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