12 minute read
El ensayo y el discurso científico. Por Faustino Collado
from Revista Científica de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Año 2, Nº2 Santo Domingo, R.D.
El ensayo y el discurso científico
Por Faustino Collado (Premio Nacional de Ensayo 2017)
Advertisement
De acuerdo a la clasificación más general de Aristóteles sobre los géneros literarios, que aparece en su obra La Poética, estos eran tres: épica, lírica y dramática. En la perspectiva de hoy hablamos de narrativa, poesía y el teatro. La necesidad de la enseñanza y la divulgación de ideas filosóficas dio origen a textos más precisos, fundamentados y especializados, bajo las modalidades del diálogo, el tratado, el discurso y más ampliamente la retórica, conferencias, summa, principios, oratoria, informes, el libro de texto, que empezaron a incluirse dentro de un nuevo género literario, que es el de la didáctica. Es de este cuarto género, que hace parte el ensayo, como un subgénero.
Aunque la didáctica proviene de dos palabra griegas, que significan arte de ensenar, el prestigio de este término se lo da el checo (Moravia) Juan Amos Comenio (Komensky, Comenuis), con su obra Didáctica Magna, escrita en 1657. Sin embargo, ya el ensayo se estaba desarrollando, adquiriendo su identidad e inscripción civil cuando Montaigne (Michel Eyquen), publica en 1589, la obra que tituló Essais, en francés, es decir, Ensayos. Esta obra presenta una cierta novedad estilística y temática, contribuyendo a configurar la modalidad de expresión que hoy nos congrega aquí, para compararla con el discurso científico.
Lo que origina los géneros literarios son las distintas materias o contenidos que expresan nuestras variadas ideas y sentimientos, así como las estructuras formales o maneras con las que nos expresamos. Detrás de un género literario se ocultan criterios semánticos, sintácticos, fonológicos, discursivos, formales, contextuales, situacionales, entre otros aspectos.
En lo que al ensayo respecta, este no tiene ninguna restricción temática, aunque, a los ojos y entendimiento del ambiente intelectual y social de la época, el esfuerzo ensayístico debe hacerse en torno a un tema significativo. En todo caso, lo importante es que el tema o problema esté bien fundamentado, adquiriendo el calificativo de escrito serio.
En cuanto a su extensión, los ensayos suelen ser breve, pero los hay muy largos, como son los siguientes: Ensayo sobre el entendimiento humano (J. Locke, 1690); Ensayo sobre el gobierno civil (J. Locke, 1689); Emilio o de la educación (J. J. Rousseau, 1762); Ensayo sobre la población (Robert Malthus, 1898); el ensayo “Evolución institucional de la UASD, 1538-2016, (Faustino Collado, 2017), también es muy largo.
El estudio que se presenta bajo la forma de ensayo no pretende agotar el tema o ser definitivo, por lo que tiene un carácter de contribución al estudio. Es lo contrario, por ejemplo, en la poesía, donde un poema o un conjunto de poemas es una obra que se agota en sí misma y no admite enmiendas desde el punto de vista de la creación. En este sentido, y como ejemplo, muy bien tituló Carlos Marx su ensayo “Contribución a la crítica de la Economía política” (1859). Como se lee en prefacios de algunas ediciones de esta obra, su plan era realizar y publicar un estudio más completo que llamaría “Critica a la Economía política”; como adelantó y sintetizó ese estudio, entonces le puso “Contribución…”. El estudio más completo fue terminado 5 años después, y se empezó a publicar en 1864 con el nombre de “El Capital, tomo 1”.
El ensayo tiene un fundamento dialéctico, presume de argumentación, de persuadir sobre una idea o una propuesta, en este sentido se emparenta con la retórica, pero no está dirigido a especialistas, aunque atraiga a estos. Lo que sí es común y atractivo del ensayo es su originalidad. Una originalidad, por supuesto, relativa, pues así como nada sale de la nada, nadie parte de cero en el mundo de las inventivas.
Pero todo eso, quedaría incompleto si no dijéramos que el ensayo sigue una estilística del lenguaje, que le incorpora en el discurso literario. En otras palabras, hay una manera de decir o trabajar el discurso cuando se abordan los temas en un ensayo. Independientemente de la expresión de Buffon (Georges Louis Leclerc, Conde de Buffon; Montbard, Francia, 1707 - París, 1788), de que “el estilo es el hombre”, y, por tanto, habrían tantos estilos como hombres/mujeres que escriban, va a existir un modelo de estilo o una base común de expresión, donde se manifiesta lo artístico, en su más amplia significación, vinculado a la belleza, a la creación, en este caso de textos que emocionan y sorprenden al lector, que es lo que ocurre en los textos literarios. Pero no solo con lo que se dice o insinúa, sino, además, con lo que se deja de decir, una literatura del silencio, que también desgarra, como nos dice el crítico dominicano Plinio Chahin (¿Literatura sin lenguaje?, Editora Buho, Sto. Dgo. 2004)
Así, el ensayo penetra, aunque sea por momentos, en la subjetividad, con el objetivo de tratar de persuadir y convencer en base a argumentos, valores, principios, encantos, novedades, y no necesariamente con pruebas y evidencias. Esas pruebas no le es imprescindible para argumentar, pero nada se opone a que la busque y las use, como sucede en el ensayo histórico. Por eso, recurrimos a José Ortega y Gasset, cuando dijo que el ensayo es “la ciencia sin la prueba explicita”; y a Aduardo Gómez de Baquero (Andremio), 1918, el cual señaló, que el “el ensayo está en la frontera de dos reinos: el de la didáctica y el de la poesía, y hace excursiones del uno al otro”.
Lo citado anteriormente, nos lleva a decir, que este subgénero, no es puro, sino, mezclado, mulato, diría un abanderado de lo caribeño, si es que se puede hablar de un género literario puro. Digo esto, porque se registran ensayos dentro de novelas: a)“El hombre sin atributos”, 1943, de Robert Musil (1880-1942), que es una reflexión sobre la modernidad, el racionalismo y los sentimientos; b) “Paradiso”, 1966, de José Lezama Lima, que al decir del mexicano Monsivais, es “un tratado sobre el ser, el sexo y la conciencia”; c) “Doctor Fautus”, 1847, de Thomas Man (1875-1955), considerado un tratado sobre el pensamiento estético y el destino alemán; d) hay una novela, cuyo nombre es “Ensayo sobre la ceguera”, 1995, de José Saramago, en la que no se importantizan los personajes, y se realza la crítica a la humanidad actual, realizada por el autor, que hace de narrador omnisciente.
Existe más de un poemario que son tratados y ensayos. Pongo el ejemplo de “Elegías de los varones ilustres de las indias”, 1589-1607, de Juan de Castellanos, que por demás es el poema más largo en lengua castellana, un relato, historia, estudio etnográfico, estudio lingüístico, estudio botánico en torno a los pueblos y la naturaleza del Caribe, Venezuela y Colombia, conquistados por los españoles en todo el siglo XVI. Por supuesto, que al Castellanos escribir en versos, su ensayo temático queda envuelto en el género poético. Dice al respecto Serafín Hernández Caballero, (Gran Enciclopedia de Venezuela. Editorial Globe, C.A., Caracas, 1998), que “Elegías de los varones ilustres de las indias”, al contener elegía, épica, peregrinación, novela pastoril, romances y otras formas literarias hacen de este texto una verdadera enciclopedia de los géneros de la literatura renacentista.
Otro caso interesantísimo, nos lo presenta Jorge Luis Borge, en “Pierre Menard, autor del Quijote”, 1939, el cual es un relato que narra entre otros cosas, la reescritura de varios capítulos del Quijote por parte de un tal Pierre Menard, personaje ficticio, que al escribirlo igual como lo escribió Cervantes, es una novela dentro de un cuento, pero que el exégeta admirador de Menard, inventado por Borges, le da un significado completamente diferente al texto cervantino. Todo esto lo que nos sugiere es que la literatura, en cuanto arte, no puede ser aprisionada del todo en las estructuras formales del lenguaje, porque el arte es libertad de creación, y que esa libertad o flexibilización de los medios, permite, también, jugar con lo formal, dentro del arte.
En cuanto al discurso científico, este proviene de una actividad humana organizada, que es la actividad científica, regida por unos procedimientos, métodos y presupuestos. Se trata de una acción que es diseñada, planificada, sistemática, estructurada, que persigue la construcción de conocimientos con un alto grado de probabilidad y seguridad. Así que la objetividad, la racionalidad lógica y la falibilidad empírica están presentes en esta ocupación humana. El discurso científico tiene, entonces, que reflejar ese quehacer y sus resultados.
Aprovecho aquí para establecer la diferencia entre texto y el discurso en general: el texto se refiere a toda la estructura y formas del lenguaje, mientras que el discurso valora los propósitos, circunstancias y la época en que se crea el texto, e incluso, como dijimos, hasta lo que no se dice. El discurso, es pues, el texto más el contexto. En el discurso científico, que forma parte del discurso académico, no ocurre esa flexibilización del ensayo. No hay licencia, por ejemplo, para alterar la concordancia, el género, el número, silepsis que si es permitida en la literatura. El léxico o la lengua usada en el discurso científico se dirigen a un público especializado. Se trata de un discurso escrito, respaldado por fuentes, con el uso frecuente de tecnicismos. También es frecuente el uso de neologismos, porque la ciencia no se atiene a fronteras o nacionalismos ni en el origen ni en su lenguaje.
El discurso científico expresa una negación de la subjetividad. Este, describe, explica, caracteriza y demuestra, con la mayor precisión. Por eso, debe verificarse una ausencia de perífrasis, con el uso al mismo tiempo, en una misma frase de varios verbos auxiliares, del gerundio y el participio; así como evitarse la proliferación de adjetivos. Dice el laureado científico francés, Gastón Bachelard, que mientras más adjetivos existan en el discurso científico menos precisión (El nuevo espíritu científico, 1934). La precisión se construye, fundamentalmente, sobre un dato, y este dato debe levantarse con un procedimiento confiable. Claro, la precisión es más que datos, pues algunos investigadores tienen el dato pero no usan el razonamiento adecuado en su interpretación y exposición.
De igual modo, el discurso científico prescinde del intimismo, evitando el uso de los pronombres personales (yo, nosotros); usando, cuando sea necesario, la voz pasiva refleja: se. Por ejemplo: “se puede decir que el origen de los huracanes es…”, y no: “Yo estimo que el origen de los huracanes es…”. En cuanto a los modos verbales, se prefiere el indicativo (conozco, conoció, descubrió, demuestro), que es como se expresan las cosas reales; y en cuanto al tiempo verbal, el presente: la economía está en crisis, y no decir: “puede ser (perífrasis) que la economía estuviera en crisis”.
Al usar términos técnicos y científicos, se debe evitar los particularismos, pero si se usan, como podría ser el dominicanismo “chiripero”, entonces se recomienda colocar una nota al pie de página explicando el origen y significado.
En un tiempo tan lejano como el 1613 ya Galileo legó la experimentación y la matematización como aspectos singulares en la construcción del discurso científico; de igual modo, en 1637 Descartes realizó un importante aporte para esa construcción, en lo que se conoce como las 4 reglas de Descartes:
1.No admitir jamás una cosa como verdadera, sin haber conocido con evidencia que así era; 2.Dividir cada una de las dificultades que examina en tantas partes como fuere posible y en cuantas mejores requiriese su mejor solución; 3.Conducir con orden mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y fáciles de conocer, para ascender, poco a poco, gradualmente, hasta los más compuestos; 4.Hacer en todo, recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales que llegase a estar seguro de no omitir nada.
Otro importante aporte se le debe a Louis Pasteur (18221895), el cual perfeccionó el método científico, especialmente el de la experimentación, relevado ya por Galileo. Pasteur creó el proceso científico y sus fases, especialmente en el campo de las ciencias naturales, es decir: la observación, la formulación de hipótesis, la experimentación, el análisis de los resultados, las conclusiones y la formulación de leyes científicas. Hoy día existen diferentes propuestas o modelos sobre el camino científico o la investigación, que soporte, luego, la estructura del discurso científico. Estos modelos dependen del tipo de investigación, que partiendo de los tres tipos fundamentales, a saber: documental, experimental y de campo, pueden subdividirse en los siguientes modelos: exploratorio, descriptivo, correlacional, explicativo; también se toma en cuenta el llamado modelo de Arias (Fernando Arias Galicia, México, 2013) y el modelo de Bunge. Sobre todos estos modelos recomiendo la obra del maestro Madé Serrano, Metodología de la investigación científica, 2008. Sobre la redacción, que da cuenta del proceso investigativo y de sus resultados, se ha hecho muy popular y es muy usado el modelo APA.
En cuanto al artículo científico, podemos decir que es una especie de discurso científico abreviado, que debe seguir una estructura semejante al discurso científico, pues trata de dar cuenta o resumir el resultado de un proyecto o investigación científica.
Resumiendo varios contrastes entre el discurso científico y el discurso literario, del que forma parte el ensayo, prestar atención a lo siguiente: mientras el discurso científico es conservador y medido en el decir, el discurso literario es renovador y más creativo; el discurso científico sigue un orden lógico y otro cronológico, el literario presenta su propia versión del orden, donde el futuro puede estar en el pasado y el pasado en el futuro; las fuentes del discurso científico tienen que ser verdaderas, las del literario pueden ser ficticias; el discurso científico y el académico, tienen un compromiso con la veracidad, el literario se compromete con la obra, es decir, con un argumento, con un guion.
Se debe tener en cuenta las características del discurso científico bajo la forma derivada de la divulgación científica, en donde la rigurosidad y el lenguaje técnico se atenúan, porque el discurso divulgativo, generalmente, no se dirige a un público especializado. A pesar de todo lo dicho hasta aquí, existe un punto de contacto entre el discurso científico o el académico y el literario. A veces el discurso científicoacadémico trata de demostrar su tesis, se esfuerza en ello, pero no lo logra; sin embargo convence al lector de que si ha alcanzado lo que debía demostrar (LQD). Entonces, se sigue quedando en el plano de la hipótesis, con una apariencia de verdad. Esa apariencia de verdad es literatura y no ciencia.
Para finalizar les dejo con la siguiente reflexión: Si el ensayo busca fundamentar, convencer y también emocionar, sin tener necesariamente que demostrar, y el discurso científico demuestra y se cubre de la verdad, acaso la verdad no nos emociona, también?