de colombia para el mundo aeronáutico POR: ABOGADO CARLOS ARTURO ACOSTA
EL COVID-19: E A LA AVIACIÓN
N
adie en el mundo había presupuestado esta situación originada por la pandemia del COVID19. Ni los más expertos economistas visionarios, ni los más reputados gurúes del mundo de la aviación hubiesen dimensionado el desastre en el que terminó lo que, al parecer, es una práctica común y normal en China: incluir especies nativas y raras en la dieta alimenticia.
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Resultó paradójico que el punto más fuerte de la aviación en el mundo, el de acortar distancias, fuera a ser el talón de Aquiles de esta actividad para a la postre terminar no siendo una sino la actividad económica más afectada a la hora de tomar medidas que contrarrestaran la difusión de la pandemia. Fue así como el sector de la aviación global se vio inmediatamente resentido según lo indicó el Consejo Internacional de Aeropuertos (ACI). “Las estadísticas mundiales de tráfico mensual para enero muestran que el impacto del brote de COVID-19 tuvo un efecto rápido en el tráfico de pasajeros, particularmente en AsíaPacífico”, se han apresurado a anunciar los diferentes entes rectores de la aviación en el mundo. Sin duda, el tráfico aéreo mundial de pasajeros registró un decrecimiento de cerca de tres puntos porcentuales en comparación con los registros de enero del 2019. La industria anunció también el mismo efecto en el transporte aéreo de carga que se habría reducido cerca del 4 por ciento frente al mismo mes del 2019. Las cifras de unas proporciones difíciles de dimensionar no solo en las pérdidas económicas, más de US$113,000 millones en las aerolíneas del mundo, sino en puesto de trabajo perdidos, aeronaves que quedaran inoperativas por falta de mantenimiento
y pasajeros varados en cualquier aeropuerto del orbe ante la incapacidad del mercado de ofertar sillas. Los servicios de control de tránsito aéreo, los cuales, al disminuirse la operación aérea, debieron también trabajar a mínima marcha. Es así como en aeropuertos de cerca de miles de operaciones diarias se pasó a unas pocas decenas. Las agencias de viajes y turismo, las aplicaciones de trabajo colaborativo como Uber y Airbnb, que viven de la actividad turística, también se han resentido en su máxima expresión. Teniendo en cuenta que, de acuerdo con la Organización Mundial de Turismo (OMT), el turismo comprende las actividades de visitantes en lugares distintos al de su residencia habitual, durante un periodo de tiempo menor a un año y por un propósito distinto al de ser empleado por una entidad residente en el lugar visitado. Qantas Airways despidió a cerca de 30,000 empleados; la británica Flybe entró en quiebra; Delta dejó en tierra la mitad de su flota; Lufthansa eliminó el 95 % de su capacidad y American Airlines y United Airlines han detenido casi todas sus operaciones internacionales, datos que nos dejan sin palabras y sin alientos al pensar qué será de la actividad aérea mundial en la postpandemia. En la industria aeronáutica, nadie esperaba algo peor que el 9/11, hechos que afectaron y cambiaron la actividad aérea en el mundo, pero la pandemia del COVID-19 superó todas las especulaciones: aeropuertos cerrados, flotas completas en tierra, personal despedido o en cese voluntario de trabajo, pasajeros en un ostracismo obligatorio debido al cierre de fronteras de una gran parte del mundo, lograron sin lugar a dudas cambiar lo que no pudo el terrorismo del 9/11.