Revista FEMPPA 63

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Aeropuertos Vacíos DE LA NOSTALGIA DEL AYER A LA REALIDAD DEL HOY

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OCTUBRE 2020

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l último vuelo que realicé antes de la declaratoria de la pandemia fue en marzo, pocos días antes de que las autoridades, no solo las de mi país, sino también la del resto del mundo, cerraran sus fronteras y por ende sus aeropuertos. La verdad es que fue un vuelo doméstico como el que realizaba cada ocho días para desplazarme a mi lugar de trabajo en la capital colombiana. El pasado 4 de septiembre nuevamente tuve que y aprovechando la reapertura del sector aéreo, reincorporarme a parte de esas actividades que incluían sin lugar a dudas el desplazamiento nuevamente a Bogotá. La expectativa era grande, era como volver a vivir su primera vez en la vida, sí, una emoción comparable solo con esa sensación que uno recuerda de haberse subido a un avión por primera vez. Sin embargo, fue más la frustración y el desconsuelo que la alegría de volver a esos pasillos y salas de abordaje de los aeropuertos, todos y todas ellas vacías, con escasos viajeros que miraban con desconfianza y que ante el menor asomo o sospecha de que otro pasajero pudiese estar contagiado rehuían hasta el contacto visual, alejándose presurosos de la persona sospechosa. Fue una sensación muy similar a la de los pasajeros después del 9/11 cuando se desconfiaba infinitamente de todo aquel individuo que en su fenotipo o su vestuario e incluso en su dialecto pareciese devoto de Ala y Mahoma. Todo ha cambiado, desde el momento en que se llega a la terminal aérea es un carrusel de actividades diferentes a las que regularmente uno de pasajero desarrollaba en esos lugares. Los protocolos de bioseguridad, lavado de manos, usos de geles desinfectantes y el uso de las mascarillas que homogenizan a todos los usuarios de los aeropuertos y de una manera traumática para nosotros los latinos que somos tan amigables los uniforman y alejan del contacto social, claro está, esa es otra de las medidas de bioseguridad, el distanciamiento social. No me bastaría con ver los locales comerciales cerrados en el principal terminal aéreo colombiano, tampoco ver cerradas las salas de abordaje de los vuelos internacionales, ni tampoco el percibir a los pocos viajeros desconfiados y presurosos por cumplir todas

las medidas de bioseguridad con el fin de mantener el mínimo contacto con el resto de la comunidad que compartía con ellos esos espacios, uno de los cambios más traumáticos me lo encontraría a bordo de aquella aeronave que tomaría después de este receso, después de esta puesta en pausa de la vida que duro casi seis meses. El abordaje se hizo por estricto orden de grupos y de atrás hacia adelante, tenia la silla siete delta por lo que fui de los últimos en abordar, igualmente los pasajeros


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