Monólogos pandémicos para mujeres valientes (tercera generación) por FARO La Perulera

Page 6

No niego quién soy, si admito de donde vengo Xochitl Segura Romperé el silencio y mi voz será escuchada. Te abriré mi corazón, tomaré tu mano para saltar al abismo. Prepárate para atenderme diez o más minutos. Relataré la relación que he tenido con mi mamá, con temor de terminar hablando de ella en algún párrafo y de por eso, perder mi voz. ¿Por qué hablaré sobre mi madre y yo? Verás, soy una persona aburrida, hija de casa y lo más emocionante que me ha sucedido es cuando cociné el huevo perfecto. No estaba crudo y la yema quedó intacta. No conozco el mundo y hasta ahora, no me ha interesado salir a enfrentarme contra él, eso de ser independiente y de “volar con tus propias alas” no combina con mis expectativas comodinas de vida, ¿cuándo somos más fuertes, cuando estamos solos o cuando estamos juntos? Con mi mamá he pasado los mejores y los peores momentos de mi vida. Ella es todo un personaje, es amable y agresiva, pasiva y violenta, soñadora y centrada. Es bien sabido que somos constructos, nuestra propia idea de nosotros mismos parte de la colectividad en la que estamos sumergidos. Aprendemos de forma tanto consciente como inconsciente de los seres que nos rodean. Yo me formé con base en la interacción con mi madre. Soy hija única, mi madre me tuvo a los cuarenta años, sufrió un embarazo “geriátrico” por su edad. Yo siempre bromeo

6

con ello. Nací por cesárea, así que prácticamente no nací, me extirparon como a un tumor, el médico le dijo a mi mamá: “Señora jamás habíamos visto que un tumor llorara, es un milagro”. Ese tumor, esa masa amorfa llena de prejuicios es hoy una mujer fuerte que ha intentado tolerarse, que a sus casi treinta años sigue viviendo con mamá. Crecer con ella fue algo complicado. Siempre pensó que yo debía actuar como una anciana prematura. Cuando era niña, era una niña con sobrepeso. “Vaca, gordinflona, marrana, puerca, sebosa…” fueron algunos halagos que mis amigos me dedicaron. Tanto mamá como yo teníamos malos hábitos alimenticios. Después de estar muy gordas, ella entendió que debía obligarme a mejorar mis hábitos. Empezaron las peleas por mi peso, por mi sedentarismo y por mi negación rotunda a colaborar. Ella se dio cuenta que no solo heredé sus ojos sino también su necedad y demostró quién de las dos era la más necia. Por alguna manera debía entenderlo, bajar de peso o crecer y seguir subiendo hasta que los kilos de más se convirtieran en un verdadero y caótico problema. A la edad de diez años, empezó mi calvario. Ella me decía que, si no bajaba de peso, una patrulla nos llevaría a las dos, ella a la cárcel y a mí a una guardería infantil, en la que me pondrían


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.