Luz y Tinta Nº 129

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Nº 129 - Diciembre de 2022

De frente al 2023

Es tiempo de navidad y, como tal, las tiendas se llenan de turrones y otras golosinas tan sabrosas al paladar y dañinas a la línea; la lotería despliega su juego de ilusiones; las comidas y cenas de empresa y de amigos llenan los restaurantes; las reuniones familiares acrecientan los lazos de afectividad y las calles de las ciudades se iluminan espectacularmente: últimamente todas las ciudades, grandes, pequeñas o medianas, han dado en competir con Vigo que empezó este despliegue lumínico y se ha convertido en referencia de la apuesta led. Eso sí, los barrios alejados del centro, como si no pagaran religiosamente sus impuestos, siguen con las farolas de todos los días.

Y todo esto, envuelto en un aire de fiesta que estos últimos días se ve empañado por la eliminación de España del Mundial de Qatar: todas las ilusiones futboleras de los aficionados españoles se han visto empañadas por una tanda de penaltis desafortunada, quebrando de paso el espíritu navideño que nos invade.

Pero sobre todo, durante estos días de diciembre, es el momento en que el calendario da un salto en el vacío y nos lleva a un año nuevo, que no será muy diferente del actual, pero que se enfrenta con propósitos de cambio que quedarán arrinconados en cuanto la primavera devuelva las hojas de los árboles que estos días estamos viendo caer. Año nuevo, vida nueva, dice una acuñada frase que de tanto repetirla nada dice. Año nuevo, en fin, nueva hoja del calendario y 365 días por delante para seguir viviendo.

LUZ Y TINTA se enfrenta al nuevo año con el mismo espíritu de estos años que hemos ido dejando atrás: textos interesantes, buenas fotos y especialmente, buen espíritu. Eso sí, este 2023, como ya señalé en la presentación del número 128, puede ser un buen momento para retomar algunos proyectos arrinconados por las adversas circunstancias que todos conocemos. El tiempo lo dirá, aunque, superada la pandemia, todo parece más fácil. El próximo diciembre haremos recuento de lo que ese 2023 ha dado de sí, que esperamos sea mucho. ***

Y un apunte personal. Claudio Serrano me manda un folio con su queja por haberle hecho protagonista de uno de mis relatos y, según él piensa, dejarle en mal lugar. Nada más lejos de mi intención que desairar a un amigo. No sé si mi amigo Claudio tiene la piel muy fina, que es lo que parece, o que yo me he pasado innecesariamente poniendo su nombre y nuestra relación en una de mis ficciones. Juzgue el lector. Publico su réplica y doy por buenas todas sus razones. En privado, y si es posible con una copa de vino delante, aclararé con él lo que necesite aclararse. La literatura, en fin, tiene estas cosas.

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Francisco Trinidad

6 Francisco Trinidad. El reloj de don Argimiro 10 Gloria Soriano. Poner en remojo la noche anterior 12 Laudelino Vázquez. Gente de muerte 16 Juan Depunto. Museos Ibáñez 22 Claudio Serrano. En defensa propia 24 Rincón para el recuerdo. Ernest Hemingway 28 Monchu Calvo. Hogueras que se encienden 32 Arturo Vigil 62 Guillaume Herbaut. Tres miradas sobre Ucrania 122 Myke Reyfman. Montañas de Rhyolite... 150 Alesahebi. Retratos 162 Fabeha Monir 178 Daniel Kordan 210 David du Chemin. Estudia el trabajo de los demás... 230 José Ramón Bas 272 Fotos seleccionadas

PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González

Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com moldeandolaluz.com

Fotografía de Portada: Guendy
Número 129 Diciembre de 2022
4 Nuestra foto

capadocia, por loco matarov

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foto del
mes

Francisco Trinidad

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El reloj de don Argimiro

Artemio Miguélez tiene una joyería en el pueblo y es un profesional reconocido. Aunque, para ser exactos, hay que decir que tiene la única joyería del pueblo. Por ella hemos pasado todos a comprar nuestros anillos, relojes, joyas, placas… todo lo que hemos necesitado hasta la aparición de Amazon, que nos trae las cosas a casa, sin cotilleos, tan propios de las tiendas pequeñas de los pequeños pueblos.

Pues bien, Artemio está últimamente muy activo en las redes sociales. Anuncia sus productos, divulga sus ofertas y, con uno y con otro, hace visible su negocio. No suele meterse en dibujos ni en camisa de once varas. Por eso sorprendió, la semana pasada, el que publicara una foto bastante desenfocada, pero en la que se veía a nuestro párroco, don Argimiro, con un comentario del joyero que no ha pasado desapercibido: “Si ustedes se fijan — decía el Artemio en Facebook— don Argimiro lleva en su muñeca izquierda un reloj espectacular: un Hublot Big Bang con caja de Titanio y cristal de zafiro, entre otras cosas que elevan su precio a más de 20.000 €. No sé cómo casa esto con el voto de pobreza que aceptan los curas, pero debemos felicitarnos de que el cura de nuestro pueblo pueda permitirse este reloj. Un lujo.”

Como suele decirse ahora, en estas situaciones, las redes sociales ardieron. El mensaje se divulgó en todos los grupos y se comentó en todos los mentideros. Hasta a don Argimiro le llegó el rumor, que miró y remiró aquel reloj, de cuyo valor —si hay que creerle a él— no tenía noticia. Y tomó una decisión que creyó acertada y, sin embargo, acabó por volverse en su contra.

El domingo, en la misa de doce, predicó sobre el lujo y la pobreza y trajo a colación el episodio del evangelio de San Marcos, 12, 38-44:

Jesús estaba una vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos. Muchos ricos echaban mucho dinero. En esto llegó una viuda pobre, y echó en uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:

—Os aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía.

A partir de ahí, explicó don Argimiro que lo único que le separaba de aquella viuda era el malhadado reloj —no se atrevió a decir “maldito reloj” por aquello de las buenas formas— y agregó que, para que no quedaran dudas de su voto de pobreza, tras terminar la

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misa, en el salón parroquial y para los que estuvieran interesados, iba a dar explicaciones sobre el asunto, que nada tenía que ver con su labor pastoral.

—Y algo más —dejó caer sin que nadie entonces alcanzara su significado.

A las 12.55, una vez terminada la misa, el salón parroquial estaba medio lleno: unas treinta y cinco a cuarenta mujeres, sentadas en silencio, esperaban las explicaciones de don Argimiro. Solo un hombre, de pie y al fondo de la sala, rompía el quorum femenino. El teniente Ramírez del Olmo, vestido de paisano, tal y como había asistido a la misa dominical, también esperaba lo que tuviera que decir su amigo el cura.

Don Argimiro entró en el salón cuando daban las 13:00 horas. Con voz compungida y un poco de teatro innecesario, explicó que había pasado unos días del verano en Torrevieja, con su hermana, y que una tarde, paseando por los tenderetes que diariamente se montan en el mercadillo del paseo de la playa, compró aquel reloj a uno de los vendedores.

—Se habían agotado las pilas de mi reloj y buscaba otras por el mercadillo, cuando un vendedor de aquellos, creo que era marroquí, me ofreció este reloj —en ese momento se lo quitó de su muñeca— y me pidió 50 euros. Regateamos un rato y acabé llevándomelo por 30. Un poco porque me gustó el reloj y otro poco porque me dio pena el vendedor, que igual no había comido nada en todo el día. Y esa es la historia. No hay más. Ni lujos ni ruptura del voto de pobreza ni zarandajas del tres al cuatro.

Luego añadió que dejaba el reloj encima de la mesa para quien lo quisiera, en señal del poco aprecio que le tenía.

—Si fuera tan caro como se chismorrea… No diré nada más. Yo creo que está todo claro.

Y salió del salón, conmovido y confuso. Detrás de él, a grandes zancadas, saltó el teniente Ramírez del Olmo, que cogió el reloj al paso y alcanzó a don Argimiro antes de que llegara a la casa rectoral.

—Argimiro —le dijo cogiéndole del brazo—, te has empeñado en dar la nota y lo estás consiguiendo. ¿Y si fuera robado ese reloj?

—A estas alturas, ¿qué quieres que yo le haga?

—Vente conmigo, anda. Vamos a tomar un vermú en Casa Laura y me cuentas tu vida.

Mientras el teniente trasegaba un par de vermús, el cura tomó un botellín de agua, a pequeños sorbos, mientras reiteraba su historia del mercadillo de Torrevieja.

—Sé que me ocultas algo, amigo. Esta historia está bien para las beatas, pero para mi que este reloj tiene demasiada cuerda —le soltó mientras miraba y remiraba aquel reloj.

Al día siguiente se presentó en la joyería de Artemio Miguélez y le puso el reloj encima del mostrador.

—¿Tú crees que este reloj es falso?

—¿El del cura? Ya me han contado, ya. Conste que no quería montar tanto revuelo.

Luego miró y remiró el reloj, lo abrió con manos expertas, se lo puso en la muñeca y, con una sonrisa irónica, contestó al teniente:

—Si es una imitación está muy bien hecha. Lo que no me explico es cómo habrá llegado a un moro de Torrevieja. Casualidades de la vida.

—¿Qué quieres decir?

Pero Artemio se mordió la lengua, como rumiando algo que no quería soltar. El teniente Ramírez del Olmo, que no tenía prisa y que vio en los ojos y la actitud del joyero algo más de lo que expresaba, siguió con una tanda de preguntas, unas rutinarias, otras más incisivas, todas ellas acorralando a su interlocutor, que fue perdiendo fuelle, hasta que soltó lo que no quería haber soltado y de lo que se arrepintió inmediatamente, cuando ya era tarde.

—Hay un anticuario en Oviedo que busca este reloj desde hace meses.

—No me digas más… Bueno, sí, ¿qué pinta este reloj ultramoderno en una tienda de antigüedades?

—Ya le digo, teniente, casualidades de la vida.

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El teniente Ramírez del Olmo viajó a la capital por razones de su cargo y, entre otras gestiones, se acercó a la tienda de antigüedades donde su antiguo amigo Argimiro había empeñado tiempo atrás dos candelabros para saldar una supuesta deuda generada por una artimaña digital. Antes de llegar a la tienda, se colocó el reloj de don Argimiro en su muñeca izquierda.

El anticuario estaba en su mostrador limpiando un par de piezas de cerámica y el teniente le contó una historia muy elaborada sobre una imaginaria desaparición de unos sextercios romanos que habían aparecido en una finca de su pueblo. Pero el anticuario nada sabía. Le hizo la recomendación de que se pusiera en contacto con él si le llagaba alguna información o algún rumor que pudiera serle útil y, antes de salir, le enseñó el reloj y le preguntó si, como había oído en algunos mentideros, estaba buscando uno similar.

—O el mismo —dijo dubitativo.

—El mismo, imposible. Porque este me lo regalaron mis compañeros del cuartel de Solares en mi despedida —mintió el teniente con toda intención.

—Yo tenía uno igual o similar, que me desapareció precisamente el día de los famosos candelabros. Cuando llegó el cura sudoroso estaba lipiandolo, lo metí en este cajón para hablar con él —dijo señalando uno debajo del mostrador— y cuando quise sacarlo, no estaba. No quiero decir que fuera el cura, pero pudo haber sido mientras yo entré en la tienda para llevar los candelabros o coger el dinero que le di o qué sé yo. Es demasiada casualidad, porque este reloj no es habitual.

“Qué cabrón el Argimiro”, pensó el teniente Remírez del Olmo mientras se despedía del anticuario.

Al día siguiente fue a ver a don Argimiro y le puso el reloj encima de la mesa.

—Aquí lo tienes, efectivamente es una baratija —le dijo guiñándole un ojo—. Ya sabes, el que roba a un ladrón…

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Foto: Ekaterina Kobzareva

Gloria Soriano

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Poner en remojo la noche anterior

Estaba en el estudio pensando en un tema para un artículo cuando escuché un ruido como el chasquido de un hueso, que se volvió intermitente. Yo era el único vertebrado que había en casa y aquel sonido no salía de mi esqueleto, así que me puse a investigar y llegué hasta la cocina. Sospeché de los garbanzos que estaban a remojo, pero ante mi presencia se quedaron en silencio. Solo algunos flotaban, los demás permanecían hundidos. Sí, son ellos, pensé, están pidiendo una pizca de bicarbonato contra la acidez que les produce el agua con cloro. Atendí su súplica y volví al estudio. Y en é stas andaba cuando empezó otra vez una sinfonía de estadillos entre silencios, que nada tenía que ver con los crujidos de las articulaciones. Aguanté sentada el primer movimiento, pero cuando llegó el adagio pensé que a los garbanzos ya se les habrían inflado bastante los cotiledones, y ahora imploraban un hervor. No tengo cuajo para permanecer impasible ante las quejas, lo dejé todo, incluso mi falta de ideas para escribir, y me encerré con ellos en la cocina. Eché cuenta de las horas que llevaban en remojo. No eran muchas. No entendía su impaciencia. Otras veces han estado noches enteras en agua sin rechistar. O será que dormida no me entero. Los había puesto a remojo a medio día para cocinarlos al final de la tarde. Pero así como las flores se abren o cierran según las horas, parece que los garbanzos también tienen su particular ritmo circadiano. Desde antes de mi bisabuela, en mi familia esta legumbre siempre se han remojado de noche y cocido de día, está escrito en la receta: poner en remojo la noche anterior. Una costumbre fuera de lugar. Un detalle prescindible en los tiempos del algoritmo. Lo importante para la cocción es el cuanto, pensaba, no el cuándo; el número sin emoción. Apartándome del lenguaje de las cosas había caído en un vacío enmarañado. Me quedé con los garbanzos comprendiendo sus quejidos, cada vez más débiles. Luego regresé al estudio, tenía que escribir el artículo. Ellos esperaron silenciosos en el agua hasta que lo terminé.

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Laudelino Vázquez

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Representación de “El alcalde de Zalamea” en Zalamea de la Serena

Gente de muerte

—Las noches de agosto en Extremadura, pueden ser muy duras para alguien que, como yo, no soportaba el calor. Era la una de la mañana del veinticinco de agosto de 1992, y en Monterrubio de la Serena, se superaban los treinta grados con holgura; probablemente por eso, estaba aguantando al tipo aquel.

—Por eso y porque eres de enrollarte con cualquiera.

Lo peor que tienen las conversaciones con los amigos de la infancia es que no hay manera de engañarlos, así que hice un gesto de “qué se le va a hacer” y seguí con la perorata: me acababan de diagnosticar un tumor de trayectoria complicada, y esta noche me tocaba desahogo.

—Estaba celebrando mi divorcio. Habían pasado dos meses desde que un día le dije a Geli, no puedo más y aquí me quedo, y después de la bronca con mi padre —bueno, mi madre también, pero ella no cuenta, ella opinaba por obligación lo mismo que su marido—, el encontrar por fin un cuchitril en el que vivir con el sueldo que me quedaba, y reunir unos miles de pesetas en los dos meses que viví en absoluta depresión en su casa mientras estaban de vacaciones, sin ver la luz del sol ni gastar un céntimo porque ni siquiera me levantaba de la cama y viví de lo que quedó en la nevera paterna, decidí que había que hacer algo.

—Celebrarlo. Ya me lo contaste. Tu matrimonio fue motivo de escarnio entre todos los amigos, desde que decidiste casarte un veinte de agosto, porque el veintidós cumplías veintiséis años y según tú «un hombre tiene que casarse a los veinticinco o no casarse nunca». A mi no me vino mal, respondió Paco colocándome la mano sobre el hombro, aposté a que no durabas diez años, y a los nueve años y diez meses teníamos a Lucre divorciado. Más que la merienda que me pagaron a escote los de la banda, fue el prurito de «este Paco no falla una».

—El caso es que entonces me parecía tan lógico todo. Desde Sofócles a Nietzsche todos parecían empujarme alegremente hacia el desastre. Demasiadas lecturas, como decía nuestro amigo Miguel. Pero no merece la pena, volver ahí…

—¿Y a esa noche en Extremadura, sí? —me interrumpió con cara de sorpresa.

—Sí, a esa noche sí. Desde que me dijeron lo del tumor, no he vuelto a pensar en otra cosa.

—No seas tan pesimista, hablas como si lo del tumor no tuviera arreglo.

—No, no, hablo con el convencimiento de que lo que haya de ocurrir, vendrá sin que podamos hacer nada.

—Entiendo que te pongas trascendente, pero…

—¿Sabes que intenté olvidar lo que pasó aquel veinticinco de agosto, veintisés, mejor dicho, porque ya había pasado la medianoche, toda mi vida, y que casi , casi, lo consigo?

—¿Y por qué lo recuerdas ahora?

—Porque es posible que me quede poco aquí y me parece egoísta marcharme con este conocimiento. A mi pensar en ello me ha traído una inmensa paz.

Me di cuenta de que al fin, Paco me escuchaba con interés, y no por cumplir el deber de escuchar a un amigo al que le han dado una pésima noticia.

—Pues cuenta, no te lo guardes.

—Habían pasado diez años de mi boda con Geli, iba a cumplir los treinta y cinco, y quise hacer algo que combinara las dos celebraciones.

—¿Dos celebraciones?

—Sí, el divorcio y el cumpleaños. Ya sabes que también sostenía que un hombre tenía disculpas hasta los treinta y cinco y que a partir de ahí, se habían acabado. Y el puñetero divorcio no había salido barato, ni fue fácil, y eso que no teníamos hijos, sino

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la ruina hubiera sido absoluta. El caso es que decidí irme a Zalamea de la Serena a celebrar mi cumpleaños.

—Un hombre que no soportaba el calor.

—Exacto, pero decidí irme unos días por la zona cuando leí en algún periódico que por esos días el pueblo de Zalamea de la Serena, representaba «El alcalde de Zalamea», mi obra preferida, aquella que en la infancia me hizo desear ser Alcalde por encima de cualquier cosa, para poder condenar a muerte a quien quisiera (tenía nueve años cuando la vi, y entonces aquello también me parecía lógico).

—Pero por lo que cuentas no estabas en Zalamea.

—No, era imposible encontrar una habitación: a la representación absolutamente espectacular, que ocupa una explanada inmensa en el pueblo, con la entrada de un rebaño auténtico de ovejas, un escuadrón de soldados a pie y a caballo…impresionante, un espectáculo único, al que acuden tres o cuatro mil personas cada año, así que en la propia Zalamea no había ni un camastro en el que tirarse, y tuve que irme a Monterrubio, a unos kilómetros. Y como Extremadura tiene algo mágico, algo que me encanta, aparte de su gente, decidí quedarme hasta el domingo a pesar del calor: exceptuando el día de la representación, no salía del hostal hasta las doce de la noche. Me sentaba en la terraza, y dejaba pasar las horas bebiendo cerveza y pensando en qué iba a hacer de mi vida, hasta que llegaba la hora del cierre.

—Buen plan.

—Inmejorable, pero aquella noche el tipo aquel me pidió permiso y se sentó a la mesa conmigo. Creí que sería alguien de la zona, aunque tenía un acento extraño, hablaba con un aire anticuado, tan anticuado como la ropa, que creí parte del vestuario de la gente que actuaba en la obra y desfilaba antes y después, a pesar de que estábamos a más de veinte kilómetros de Zalamea. Por supuesto, no le oí una sola de las expresiones típicas

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Monterrubio de la Serena

extremeñas que tanto me gustan, nada de “agila”, ni “escarrancharse”, no. Tenía un acento untuoso, que no me gustaba nada, pero a la vez, parecía envolverte sin posibilidad de escapar. El caso es que sin darme cuenta, estábamos hablando del destino, de si creía en el más allá y el más acá… me molestaba el tono que utilizaba, pero a la vez, no había forma de deshacerme de él. Y más aún cuando le confesé que me interesaban las cosas del misterio y la gran pregunta… ya sabes.

—Claro que lo sé ¡Anda que no nos diste la tabarra con extraterrestres y séptimas dimensiones!

No quise que volviera a recurrir a las historias en las que hice el ridículo esperando un ovni que nos había de llevar a Ganímedes, así que le corté continuando con la historia.

—El tipo me dijo entonces, si había oído hablar de la «Gente de muerte» y como notó por mi expresión que era la primera vez que lo oía, se lanzó a contarme que era una tradición de muchos pueblos de Extremadura, y que si tenía interés, había un pueblo cerca donde conocía a gente que me podía hablar de ello “aquí, apenas a diez kilómetros, llegamos en nada” —me dijo con una sonrisa melíflua.

—Y tú te largaste con un desconocido a las tantas de la mañana.

—Sí. Y a pesar de que ahora, me sirve de calmante, pasé la peor noche de mi vida.

—Me tienes intrigado. Cuenta, cuenta.

—Me llevó hasta un pueblo a poco más de diez kilómetros, en el que no había abierto ya nada más que un pequeño bar con sillas rojas a la puerta. Me pidió que aparcara allí, que iba a buscar al experto y me senté a tomar una cerveza mientras llegaba. Pasaron los minutos, las horas, hasta que el dueño del bar me indicó que iba a cerrar, que ya era la hora. Me levanté para marcharme un poco cabreado, y si no llega a ser que los que aún quedaban y el dueño del bar juraban que vieron lo mismo que yo, hubiera creído que era la cerveza que me hacía alucinar:

Ya se habían despedido del dueño, cuando oímos un estruendoso repicar de cascos de caballo contra el suelo, tanto que nos volvimos a ver creyendo que sería una unidad entera de soldados que venían de Zalamea. Pero no, al volvernos, vimos girar un caballo cuyas pezuñas no parecían tocar el suelo, montado por un hombre y una mujer, vestidos con redingote y tricornio, a la manera del siglo XVIII. Él a horcajadas y ella lateral. La mujer vestía de color verde oscuro o pardo, no pudimos verla bien, pero él era el mismo tipo que había estado hablando conmigo. El mismo que me había dejado allí hacía ya casi tres horas.

—¿De dónde salen? —pregunté, creyendo que los vecinos iban a saberlo —Nosotros solo venimos aquí de vacaciones, y nunca los habíamos visto —fue la única respuesta que obtuve.

—De repente, delante de nosotros, empezaron a difuminarse. Te juro que estaba aterrorizado, pero acerté a preguntar: ¿Quiénes sois?

—¿Y te respondieron? —preguntó Paco, ya muy interesado en la historia.

—Solo una voz que dijo «Gente de muerte», y ante nuestros ojos desaparecieron sin más, caballo y jinetes.

—¿Qué fue eso? —preguntó uno de los trasnochadores.

—No lo sé —respondió el dueño del bar—, pero no me gusta. Lo mejor que hacen es largarse a sus casas cuanto antes y aquí no pasó ná.

—Nunca pude imaginar que lo peor estuviera por llegar, después del viaje de vuelta, mirando hacia atrás en el coche, por si alguien se había subido, revisando las escaleras por si el tipo había vuelto, tapándome con las sábanas por primera vez por temor a lo que pudiera abrir la puerta…

—Siempre fuiste un poco extremista. Y algo crédulo, Lucre.

—Si, es verdad. Y esto hubiera sido una aventura más, si no fuera por lo que pasó ese mismo día. Te he dicho unas cuantas veces que era el veintiséis de agosto de 1990 y te dije dónde estaba. Es raro que alguien tan perspicaz como tú no se dé cuenta de por qué a pesar del miedo y de que lo peor estaba por llegar, ahora creo a pies juntillas que el destino existe, es inevitable y además, no se acaba con la muerte.

—Experiencias así las tiene más gente y tampoco es para tanto.

—No te dije el nombre del pueblo en el que vi a la «Gente de muerte»

—No, eso no.

—Puerto Hurraco

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Juan Depunto

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Museos Ibáñez

“Los museos de verdad son los sitios en los que el tiempo se transforma en espacio ”

“Cuando un día se exponga un cañón en un museo, al igual que ahora los instrumentos de tortura, la gente se sorprenderá que tal cosa haya existido.”

Vaya por delante que este artículo tiene como único objetivo el invitar al lector a sumergirse en la web de estos museos, porque no se puede hacer nada mejor que eso para conocerlos virtualmente, aparte de ir presencialmente a verlos.

Es tal la calidad de las fotografías empleadas en la descripción de sus salas que ruego tomen las que yo he hecho en este artículo, simplemente como fotografías documentales del mismo. Por otro lado, los textos no se pueden expresar mejor.

Con todo y con esto, voy a intentar explicarles desde mi posición de visitante de los museos lo que son para mí.

Hablar de los “Museos Ibáñez” es referirse a los cuatro que, por ahora, ha abierto con entrada libre este artista almeriense al que entrevisté en el número anterior de esta revista de Luz y Tinta:

El primero que construyó y dotó fue la “Casa-Museo Ibáñez” de Olula del Río, luego le siguió el “Centro Pérez Siquier”, cercano al anterior y en el mismo espacio escénico en

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cuyo centro se erige la monumental “Mujer de Coslada” de Antonio López, escultura de una cabeza de 5,5 metros cedida por su autor a esta pinacoteca. Poco antes firmó un convenio con el Ayuntamiento de Almería para gestionar y ampliar la dotación del museo “Casa Pakita”, en el centro de Almería capital. El “Museo Ibáñez de Melilla” acaba de ser desmantelado este año 2022 por parte de las nuevas autoridades culturales de la ciudad autónoma, sin mediar palabra con el pintor, de lo que me informó el mismo día que le estaba haciendo la entrevista en el mes de agosto pasado.

La “Casa-Museo Ibáñez”1 de Olula del Río, Almería, es de esas sorpresas que uno se encuentra en medio de un paraje semidesértico y que piensa inmediatamente que está teniendo una alucinación de las que tenían los personajes de Forges cuando se arrastraban por las arenas del desierto, sedientos, creyendo ver en el horizonte una cascada de agua. No lo sabría explicar de mejor manera. Cuando un día, por razones familiares, pasé por esa carretera y lo vi no me lo creía. Llevaba prisa y no me pude detener, pero inmediatamente me puse a pensar si consultaba con un psiquiatra (por si era una alucinación) o investigaba en Google. Me pareció más razonable empezar por esta segunda opción, y los oráculos Google y Wikipedia una vez más no me defraudaron: existía. A mi vuelta del viaje lo vi, todo gratis, y con el maestro Ibáñez dispuesto a atenderme y explicarme al respecto. Le solicité entrevista que se materializó al año siguiente, este pasado verano, y que publiqué en el número anterior de “Luz y Tinta”.

Este año encontré más obras expuestas y mejor explicadas, agrupadas en las temáticas por las que el autor ha ido evolucionando.

Este museo, origen de todos los demás, se comenzó a edificar en 1996 por este pintor y arquitecto. que lo diseñó y ejecutó personalmente, inaugurándose oficialmente por el Presidente de la Comunidad Autónoma de Andalucía en 2004. Contiene una de las colecciones más importantes de esta región y es gestionado por la “Fundación Ibáñez-Cosentino”, creada en 2004 y compuesta por el propio pintor y la almeriense industria multinacional del mármol y derivados Cosentino. En 2007 entró a formar parte del Registro Andaluz de Museos de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Sus fondos lo forman las más de 1200 obras inventariadas, aportadas en más del 95% por el artista a la Fundación. Incluye obra personal y colección particular que va desde Goya hasta la actualidad, pasando por Sorolla, Cabral Bejarano, los Madrazo (Federico, Raimundo y Ricardo), Benlliure, Benedito, Sorolla, Zuloaga, López Mezquita, Chicharro, Mateo Inurria, Benjamín Palencia, Pinazo, Golucho, Noé Serrano, Roberto Manzano, Juan Polo, Paco López, Joaquín Ramo, Alfonso Fraile y Antonio López, entre otros. Por supuesto incluye a los autores almerienses más destacados, como Ginés Parra, Federico Castellón, Jesús de Perceval, Capuleto, Pedro Gilabert, Carlos Pérez Siquier y algunos otros.

1 https://www museoibanez com/

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El ”Centro Pérez Siquier”2 , en el mismo espacio escénico de Olula del Río, es el único museo español dedicado monográficamente a un fotógrafo. Es cierto que en Almería capital se ubica el “Centro Andaluz de la Fotografía”, pero éste es un museo dedicado a toda la fotografía andaluza.

Se creó en 2016, tras que el fotógrafo almeriense Carlos Pérez Siquier donara la totalidad de su archivo fotográfico y la gestión del mismo a la Fundación Ibáñez-Cosentino. Se iniciaron las obras ese mismo año, junto a la Casa Museo Ibáñez, concluyéndose al año siguiente en que se inauguró. Dispone de 550 m2 distribuidos en 5 salas y en él se digitalizan sus fondos, poniéndolos a disposición de los investigadores interesados. En cada una de estas salas se exponen las series más míticas del fotógrafo almeriense: “La Chanca en blanco y negro”, “La Chanca en color”, “La Playa”, “Color del Sur” y, por último, en la sala 5, que es un patio a cielo abierto, se expone el trabajo más abstracto de Pérez Siquier: desde paredes desconchadas de la Chanca a imágenes del Cabo de Gata.

El “Museo Casa Pakita”3, en el centro de Almería capital (c/Gerona 1, esquina a la plaza Circular, hoy pza. Emilio Pérez) está ubicado en la casa de estilo neovasco de esta protectora del Cabo de Gata, Francisca Díaz Torres, que la cedió a su muerte (2014) al Ayuntamiento de la capital para que se montase en ella una pinacoteca (próximo reportaje sobre la misma y Cabo de Gata en esta revista).

El Ayuntamiento de Almería firmó en 2015 un convenio con la Fundación Ibáñez-Cosentino por el que ésta cedía colecciones a Casa Pakita y al antiguo CAMA (Centro de Arte Museo de Almería) hoy llamado Espacio 2, separado físicamente del anterior y situado en c/ Jardín de Medina (con entrada junto al hotel NH, en la Autovía del Aeropuerto). La Fundación se encarga de la gestión. El visitante puede ver en el edificio “Casa Pakita” una amplia panorámica del arte almeriense desde 1870 hasta el final de

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https://www centroperezsiquier org/

https://fundacionarteibanezcosentino org/museos/museo-de-arte-dona-pakyta/

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la década de 1970 (sobre todo el “Movimiento indaliano”) y en el edificio del “Espacio 2” obras en orden cronológico desde 1980 hasta la actualidad (las vanguardias surgidas en Almería, la fotografía y exposiciones temporales). Es muy interesante ver el vídeo que se ofrece en la web abajo reseñada (4) en el que participan Andrés Ibáñez, Pérez Siquier y Antonio López.

Finalmente, el que fue único museo de pintura que hay en la ciudad autónoma de Melilla, el “Museo Ibáñez de Melilla”4, se ha “cerrado por obras”, habiéndosele devuelto toda la obra proporcionada por Andrés Ibáñez a este mecenas, sin mediación de conversación alguna y habiendo manifestado el mismo su deseo de prorrogar el contrato que hizo con la ciudad a 10 años y que ahora se cumplía, sin exigir remuneración alguna por ello. Es increíble que los políticos de la ciudad obren de esta manera, privando a su ciudadanía de las únicas obras de pintura expuestas, tanto del pintor Ibáñez (de su rica colección privada que incluye “Goyas” y otros lienzos de gran valor) como de artistas melillenses. Afortunadamente todavía no han borrado de la web las múltiples alusiones, con fotografías de este museo, sito en la Torre de la Vela en la parte histórica de la ciudad.

Este museo se inauguró en 2012, gestionado por la Consejería de Cultura de la Ciudad Autónoma y constituida su colección por un centenar de obras de Arte español, cedidas altruistamente por Andrés G. Ibáñez y obras pertenecientes al Patrimonio artístico de Melilla. Presentaba al visitante un viaje de doscientos años a través del Arte Español moderno y contemporáneo, con especial atención al Realismo Decimonónico, la Nueva Figuración y el Documentalismo Fotográfico. Se forjó a raíz de la exposición en la ciudad de la serie pictórica de Andrés Ibáñez llamada “Retablos”, firmándose un convenio en 2008.

4 https://www museoibanez com/museo-ibanez-de-melilla

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Claudio Serrano

Foto de Ron Lach para Pexels

Esta foto ilustraba el relato de Francisco Trinidad, El diario y las memoria de Sofía, del número 128

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En defensa propia

Conozco a Paco Trinidad desde hace años y nos une una buena amistad. Dejémoslo claro: una buena amistad. Quiero decir que no soy su mejor amigo ni mucho menos. Para que se entienda lo que voy a decir después.

Admiro a Paco, con admiración de amigo sincero. He leído sus libros y sus relatos, y debo decir que algunos los he leído dos veces. Aunque no siempre esté de acuerdo con sus derivas delicuescentes, me gustan sus relatos, en los que mezcla realidad y ficción: siempre es más atractiva su ficción que su realidad, aunque la haga literaria.

Además, le estoy agradecido. Me ha hecho un hueco siempre en las revistas que ha dirigido o en las que ha tenido alguna influencia. Me abrió una colaboración mensual en Hora de Asturias y me franqueó las puertas de Los Cuadernos del Norte. Y lo que jamás dejaré de agradecerle, su llamada para colaborar en Luz y Tin Ta, donde he disfrutado hasta el éxtasis comentando las fotos de Nadima, Shibina Nadegda, hasta que la guerra de Ucrania nos la arrebató. No sé nada de Nadima desde entonces. Le he mandado varios correos preguntando por su situación, interesándome por ella, su familia y su estudio fotográfico, pero no he recibido ninguna respuesta, y temo por su suerte en este maremágnum que Putin ha desencadenado.

En fin, vaya todo este exordio para entrar a lo importante.

Hace meses, me llamó Paco Trinidad y me dijo que me iba a hacer protagonista de uno de sus relatos. Me hizo ilusión, la verdad. Nunca sospeché que me haría la puñeta, como se la hizo a Gloria Soriano señalándola como asesina de Alicia Ramírez. Más bien, iluso de mí, creí que me retrataría como personaje de una de sus historias de amor.

Pues bien, en el número 128 de esta revista me describe como el amigo perverso que seduce a su mujer a sus espaldas, que mantiene una relación secreta con ella durante años de clandestinidad culpable y que resulta el padre de las que él consideraba sus hijas. Maldito impostor.

Pero vayamos por partes.

He sido su amigo, ya lo dije antes, pero nunca su mejor amigo, faltaba más: él vive en Asturias y yo en Madrid. Nos vemos poco y me imagino que a partir de ahora nos veremos menos. Su mujer se llama Pilar y vive feliz a su lado. Tiene dos hijos —léase bien: hijos— que también son felices, a lo que sé y no sospechan de su paternidad. Por supuesto, ninguno de los dos es mi ahijado.

Todo lo que cuenta es ficción. Pura y dura. Nada de correos in articulo mortis, nada de memorias secretas, nada de pruebas de ADN —el muy cabrón menciona hasta la página, 137, falsa de toda falsedad— y nada de hijas concebidas en otro contexto familiar.

Por supuesto, nunca he fornicado en cama ajena y en la mía solo ha entrado mi esposa que, para colmo (y aquí radica la fuente de mi cabreo) se llama Sofía, otra más de las peores argucias narrativas de quien se dice mi amigo.

Para colmo, la foto con que ilustra el relato es de catálogo, en concreto de Pexels y firmada por Ron Lach, aunque él, como le autoriza su suscripción, no estaba obligado a firmar la susodicha foto. Una más de sus triquiñuelas narrativas.

En fin, espero haber aclarado todas las falsedades del relato de Paco Trinidad que me hace protagonista involuntario de una situación que me deja en mal lugar y con el mal sabor de boca de que se me haga responsable de la traición a un amigo.

Y a día de hoy, y es lo que más me duele, ni me ha llamado para disculparse, aclarar algo o reírse de todo, como acostumbra. El muy manipulador. ¿Mi mejor amigo?

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Padua, Italia

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Un cuento muy corto

En las últimas horas de una tarde calurosa lo llevaron a la azotea desde donde podía dominar toda la ciudad de Padua. Las chimeneas se perfilaban sobre el cielo. La noche tardó poco en llegar y entonces aparecieron los proyectores. Los otros bajaron al balcón, llevándose las botellas. Hasta donde estaba Luz y llegaba el bullicio. Luz se sentó en la cama. Estaba fresca y lozana en la noche cálida.

Luz cumplió el servicio nocturno durante tres meses y todos estaban contentos. Ella lo preparó para la operación, y aquel día le dijo en tono de broma: “Si no se porta bien le pondré un enema”. Después vino el anestésico y él no pudo decir disparates en aquel difícil momento. Cuando empezó a utilizar las muletas, solía tomar las temperaturas para que Luz no tuviera que levantarse de la cama. Había pocos pacientes y todos estaban enterados. Todos querían a Luz. Mientras regresaba por los pasillos, pensó en Luz, acostada en su cama.

Antes de que él volviera al frente, los dos fueron a rezar al Duomo. Estaba oscuro y en silencio, y había otras personas orando. Querían casarse, pero no había tiempo suficiente para las amonestaciones y ninguno de los dos tenía la partida de nacimiento. Vivían, en realidad, como marido y mujer, pero deseaban que todos lo supieran para no correr el riesgo de perder esa condición.

Luz le escribió muchas cartas que él recibió después del armisticio. Un día le llegaron al frente quince cartas juntas, y las leyó de cabo a rabo después de clasificarlas por fechas. Le hablaba del hospital y de cuánto lo quería. Le decía que no podía vivir sin él y que, por la noche, lo echaba mucho de menos.

Después del armisticio acordaron que él volviera a su país para conseguir un empleo que les permitiera casarse. Luz no regresaría hasta que él tuviera un buen trabajo, y entonces se encontrarían en Nueva York. No iba a beber más, por supuesto, y no necesitaría ver a sus amigos ni a nadie en los Estados Unidos. Solamente obtener el empleo y casarse. En el tren que los condujo de Padua a Milán tuvieron una disputa porque la mujer no estaba dispuesta a volver en seguida. Se despidieron con un beso en la estación de Milán, pero el altercado no había concluido. Para él fue muy desagradable decirse adiós de esta forma.

Volvió a América en un barco que zarpó de Génova. Luz regresó a Pordonone, en donde se inauguraba un nuevo hospital. El lugar era solitario y lluvioso, y en la ciudad se hallaba acuartelado un batallón de arditi. Aquel invierno de tanta lluvia y barro, el comandante del batallón hizo el amor con Luz. Era la primera vez que ella conocía a un italiano. Por fin escribió a los Estados Unidos diciendo que lo suyo solamente había

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sido una chiquillada. Que lo sentía y que se daba cuenta de que probablemente él no podría comprenderlo, pero que quizá algún día la perdonaría y le agradecería aquello, y que esperaba casarse en la primavera siguiente. Que seguía queriéndole, pero que ahora comprendía que lo suyo solamente había sido una cosa de chicos. Que confiaba en que se abriera camino en la vida y que tenía plena confianza en él. Que estaba segura de que así era mejor para los dos.

El comandante no se casó con ella ni en la primavera siguiente ni nunca. Luz no recibió respuesta a la carta que envió a Chicago. Poco tiempo después él contrajo una gonorrea por culpa de una vendedora de la sección de pasamanería de un almacén con la que hizo el amor en un taxi, paseando por Lincoln Park.

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Ern Est HEmingway (Estados Unidos, 1899-1961)

Escritor y periodista estadounidense. Su economía de estilo y su disposición a experimentar con nuevas técnicas tuvieron una profunda influencia en la ficción del siglo XX. Ganador del Premio Nobel, alcanzó la cima de la fama con su novela «El viejo y el mar», que catapultó su carrera como escritor. Publicó siete novelas y seis colecciones de cuentos.

Obras principales: El viejo y el mar, Fiesta, Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas...

Premios: Premio Pulitzer (1953) Premio Nobel (1954)

https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/ 1116/Ernest%20Hemingway ***

Este relato recrea en la ficción su relación amorosa con una enfermera norteamericana, Agnes von Kurowsky, a la que conoció mientras se recuperaba, en el hospital de Milán, de las lesiones sufridas en el frente italiano durante la Primera Guerra Mundial.

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Monchu Calvo

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Hogueras que se encienden

Uno ya había amarrado la nave que surcó océanos, y se curtió en muchas tempestades. Merecido lo tenías después de muchos años de trabajo. Llegó el momento de la calma, y el levantarse a la llamada del sol, ó la lluvia, pero no del despertador. Hubo tiempos en que esa singladura por el mar de la vida la hacías llevando al timón la mano experta de una mujer, y tú te sentías tranquilo, porque confiabas en aquella persona y te sabias seguro en ese viaje.

Por circunstancias largas de explicar esa nave lleva tiempo sin piloto, quizás porque se cansó de navegar, o porque no recibió el suficiente cariño por parte de la persona a la que consagró su tiempo. Esos temas son complejos de entender, y cada relación es un mundo, y unas prosiguen hasta el final de esa singladura que es la vida, y en otros casos esa nave perfectamente equipada para la travesía, solo la habita un solo ocupante, que realiza sus quehaceres, pero los comparte con la soledad. Quizás a veces con un perro o un gato.

De repente algo cambia en tu vida y aquel fuego, que tuvo momentos de ser hoguera, pero llegó a ser una débil llama, vuelve a encenderse, y se aviva cuando un soplo de aire entra por esa ventana que se acaba de abrir. ¿ Amor, se llamaba? Ya no te acuerdas, pero sí, amor se llama.

Y ahí te encuentras tú, como un adolescente con las hormonas en ebullición, esperando encontrarte con esos ojos, o tomar las manos con ternura, y apoyar la cabeza en su hombro mientras habláis de muchas cosas.

Y te pones a pensar cómo llegaste a esto, que no lo tenías escrito en el cuaderno de bitácora de tu vida, pero te alegra que haya sucedido.

Los amores en la edad madura están filtrados por la experiencia vivida y por la serenidad del corazón. Hablamos de almas otoñales que se encuentran en el crepúsculo de una etapa en la que entender el amor, ya no como una conquista o una invasión, si no como una conexión basada en la alegría, la ternura y la complicidad.

Existir es al fin y al cabo saber apreciar todo aquello que acontece en cada etapa de nuestra vida. Sé de sobra que las parejas no son medias naranjas, si no mas bien “naranjas y manzanas”. Personas que llevamos a cuestas experiencias diversas y a veces muy distintas. Almas con su propia individualidad que desean, por qué no, darle una nueva oportunidad al amor.

La madurez no confiere ingenuidad, si no sabiduría de la buena. Precisamente las arrugas y las cicatrices, aunque empañen un poco la piel, revisten de fortaleza el corazón y la voluntad.

No me acuerdo donde leí que “El amor joven vive del entusiasmo, el maduro de la armonía”

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No es un fuego que queme la piel, mejor un rio que nos lleva en un paseo de descubrimientos en pareja, ahí donde seguir creciendo, experimentando un nuevo tipo de felicidad.

Quizás en algunos casos, nuestra soledad fue debida a la extinción de ese fuego, que el viento de la rutina fue apagando, y de repente te ves solo, y a una edad que posiblemente vayas a necesitar cuidados, aunque solo sea en forma de caricia cuando te despiertas. Tengo compañeros que están pasando por esa etapa, y ciertamente no sabes en qué lugar tienes que ponerte. Fueron muchos años compartiendo todo lo que conlleva vivir. Luchar juntos para todo, afianzar un trabajo, unos hijos, una casa, quizás se nos olvidó luchar por lo mas importante en una pareja: mantener siempre viva esa llama, ese fuego, que algunos llaman amor.

Ahora llega una nueva oportunidad. Has aprendido de tus equivocaciones, eres más selectivo, más cauto, en nosotros aún queda el perfume de esos estíos intensos, pero preferimos brisas más tibias, de esas que huelen a calma y a sosiego. Por otro lado, gran parte de la juventud tiene asociada de que la madurez, o ese periodo otoñal de nuestras vidas, es sinónimo de pasividad y resignación. Es como si el amor o la pasión tuviera fecha de caducidad, vetado para quien deja atrás más vida de la que tiene por delante.

Bien, pues todo este resumen viene a cuento de que estoy enamorado, y mientras la salud me lo permita disfrutaremos de ese amor, que no tengo dudas de que es correspondido.

Que tengáis unas venturosas fiestas, y que el 2023 cumpla alguno de nuestros sueños.

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Arturo Vigil

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Guillaume Herbaut

Tres miradas sobre Ucrania

Guillaume Herbaut, nacido en 1970, fue miembro fundador de l’Oeil Public. Premiado por la Fondation de France en 1999, se dedica desde hace algunos años a los lugares históricos, llenos de símbolos y de memoria. Su obra Tchernobylsty ganó el Premio de la Crítica Kodak en 2001 y se publicó en Le Petit Camarguais en octubre de 2003. Herbaut también ganó el Premio del Libro Fuji al año siguiente. Herbaut ha recibido una subvención del Ministerio de Cultura francés y 3P. Visa pour l’Image expuso su trabajo en septiembre de 2004. El mismo año Herbaut fue ganador del Premio Lucien Hervé. En 2009 ganó el segundo premio «Edición contemporánea» en el World Press Photo. Hoy continúa con el objetivo de desvelar tragedias inéditas. La obra de Herbaut se ha expuesto en forma individual o colectiva en el Museo Jeu de Paume de París, en “la maison Rouge”, en Foto España y en la galería silverstein de NY. . Guillaume Herbaut ha producido documentales para la radio francesa y ha sido profesor y mentor en talleres en Rusia, España, Suiza y Francia.

Informaciones tomadas de http://www.guillaume-herbaut.com/en/

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1. De Maidan a Donbass

Maidan to Donbass no es solo un viaje geográfico con salida desde la capital ucraniana y llegada al Este de Ucrania. Es también un viaje en el tiempo que describe un movimiento pacifista que evolucionó hacia un conflicto armado. Para Guillaume Herbaut, es tanto una investigación fotográfica como personal. Maidan to Donbass narra los acontecimientos que sacudieron Ucrania a finales de 2013 (…). Liberación. Su primer viaje, sin embargo, no fue instigado por un trabajo, sino por una necesidad interna de ir a Kiev y seguir las protestas en Maïdan, la plaza principal de la capital ucraniana: “Me siento conectado con Ucrania. La mayoría de los lugares que fotografié este año, de alguna manera los conocía por circunstancias pasadas”. Empezó con el presidente ucraniano, Viktor Ianoukovytch, rechazando un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea el 29 de noviembre de 2013. En diciembre, el movimiento pacifista se circunscribió a la plaza Maïdan e incluyó reivindicaciones políticas y sociales. En febrero, el Parlamento destituyó al presidente ucraniano y el conflicto se expandió hacia el este, hasta Donbass, región que proclamó su independencia el pasado mes de mayo.

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2. Guerra de Ucrania-Rusia 2022

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y 3. Refugiados ucranianos 2022

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Mike Reifman

Las asombrosas características geológicas de Islandia son un regalo para los fotógrafos de la naturaleza. La isla es una de las regiones volcánicas más activas de la Tierra, donde se pueden encontrar casi todos los tipos de actividad volcánica y geotérmica. Islandia tiene uno de los paisajes más singulares del mundo. La ira ardiente de los volcanes de la isla, mezclada con el movimiento de los glaciares helados que dan forma a la tierra, ha creado un paisaje espectacular e impresionante que es el sueño de todo amante de la fotografía. Los valles del Rift y los géiseres, las fuentes termales y las montañas de Rhyolite, las formaciones columnares de basalto y los campos de lava, las áreas geotérmicas y los cráteres lunares, los ríos y arroyos glaciales multicolores crean infinitas oportunidades para obtener imágenes impresionantes.

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Montañas de Rhyolite, lagos de cráter, áreas geotérmicas, campos de lava y ríos glaciares. Islandia. Paisaje en construcción

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Alisahebi Photoart

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Fabeha Monir

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Cuando la subida del nivel del mar llega a casa

Bangladesh pierde aproximadamente 100 kilómetros cuadrados de tierra debido a la erosión fluvial cada año. Los ciclones, las tormentas, las inundaciones siempre fueron parte de la vida, pero ahora vienen más a menudo, son menos predecibles y más poderosos. En Khulna, Mongla y Satkhira, y en la isla de Bhola, y otras partes del sur de Bangladesh, las familias se están adaptando a los desafíos que presenta la naturaleza. Bangladesh - Como uno de los países más densamente poblados del mundo, situado sobre el gran delta donde se encuentran tres de los ríos más grandes de Asia, el Ganges, el Brahmaputra y el Meghna, Bangladesh siente intensamente los efectos de un clima cambiante.

Esto está afectando más la vida de las mujeres y los niños. El aumento del matrimonio infantil en las zonas costeras, el embarazo adolescente y la trata de personas son signos claros de peligro que es el impacto directo del cambio climático. Las mujeres han emigrado a la capital, Dhaka, y a otras ciudades más al interior, lo que ha provocado que la población de estas ciudades aumente y las condiciones de vida se deterioren. Uno de los mayores impactos para las familias en el sur de Bangladesh es el aumento de la salinidad del agua. Lo que antes era tierra de cultivo fértil ahora no es apta para cultivar alimentos, y el agua que una vez fue apta para beber se ha vuelto salada. Esto conduce a la pobreza extrema.

Pero, ¿cuánto está contribuyendo Bangladesh en esta crisis climática global? La ironía es que son las personas que más se ven afectadas, pero en realidad son las que menos contribuyen al cambio climático. A pesar de ser uno de los países más afectados por el cambio climático, Bangladesh contribuye muy poco al proceso. Emite en promedio 0,4 toneladas de dióxido de carbono por persona cada año, en comparación con 7,5 toneladas por persona en Europa, 6 toneladas en Oriente Medio y un promedio mundial de 4,9 toneladas, según el Banco Mundial. Los niveles del mar han subido trayendo agua salada y provocando la desaparición de islas. En muchos lugares, la vida como la gente la conocía ya no es la misma y no saben qué futuro les deparará. Poco a poco, el país se desmoronó en el agua.

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Daniel Kordan

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David du Chemin

Estudia el trabajo de otros, mejora tus propias fotografías

En mi último artículo, sugerí estudiar el trabajo de otros como un camino para fortalecer tu propio trabajo. Fotografiar cómo se sienten las cosas requiere que primero tengamos sentimientos acerca de las cosas, pero también que entendamos qué posibilidades existen para traducir los sentimientos en fotografías. Es una conversación que podría volverse sensiblera muy rápidamente, pero si se aleja demasiado de los detalles prácticos de cómo sucede esto realmente con una cámara en la mano, no estoy seguro de que sea una conversación útil.

Sin embargo, lo que dificulta esa conversación es que no hay fórmulas. No puedo decirte qué elecciones hacer para crear una sensación de misterio, qué colores incluir para hacer que una imagen se sienta sensual o qué apertura expresa mejor tu propia reacción ante una persona a la que estás retratando. Cualquier recomendación única solo obstaculizaría su creatividad y fallaría más de lo que tendría éxito. Lo que puedo hacer es señalarte una dirección que me ha ayudado a tener mucha más claridad sobre cómo traducir mis emociones en fotografías en mi práctica de este oficio: estudiar el trabajo de los demás.

El último libro de fotos que aterrizó en mi puerta fue The American West de Ernst Haas . He sido fanático de Haas desde que descubrí por primera vez su libro Corrección de color, y esperaba con ansias The American West Mi viaje a través del libro ha sido muy parecido a los otros que pesan en mis estanterías.

Comienzo con una impresión general. Lo hojeo y disfruto todo el libro, imagen por imagen. Tomo nota de las cosas que saltan a la vista y mis reacciones. A veces esas reacciones son a las imágenes mismas; a veces, es para la curaduría. Por ejemplo, mientras gran parte del oeste americano características de color, hay un puñado de imágenes monocromáticas, y noté mi fuerte reacción a esto. Hay una imagen en la portada (luego repetida en el libro) de un jinete bronco atrapado con una velocidad de obturación lenta, y me encanta esta imagen. Es un gran ejemplo de «no dispares lo que parece, sino lo que se siente». Aquí de nuevo, tomo nota de mi reacción. Volveré a esto.

Una vez que he hojeado casualmente todo el libro, vuelvo al principio y leo la introducción. Los ensayos introductorios en libros de fotos a veces son un poco difíciles de completar, pero casi siempre valen la pena porque pueden ayudarme a comprender

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Andrew Haimerl

lo que el fotógrafo estaba tratando de lograr, así como las limitaciones y motivaciones o la importancia histórica. Comprender lo que cualquier artista está tratando de lograr contribuye en gran medida a comprender el trabajo en sí. Una vez que he hecho esto, leo el libro con mucho más cuidado, por lo general un poco más informado de lo que estaba cuando formé mis primeras impresiones.

Las preguntas que hago son muchas, pero todas se reducen a esto: ¿por qué el fotógrafo tomó las decisiones que tomó? ¿Qué les atrae? ¿Es color? ¿Momentos? ¿Patrones? ¿Por qué este encuadre y no otro? ¿Y qué podrían estar tratando de decir? Ciertamente es especulativo y, a menudo, solo podemos adivinar, pero es útil de todos modos.

¿Recuerdas el comentario de Stephen Shore sobre los buenos fotógrafos que tienen una combinación de percepciones interesantes y una comprensión de cómo la cámara traduce el mundo en una fotografía?

Cuando estudias el trabajo de otros, te preguntas qué pistas puedes encontrar sobre cómo perciben el mundo, qué les interesa y cómo eligen usar sus cámaras para expresar o explorar eso.

También estás preguntando cómo te sientes acerca de las fotografías y por qué. ¿A qué efecto visual estás respondiendo y cómo? Si te sientes agitado por la imagen, no pases la página hasta que determines qué está causando ese sentimiento. ¿La falta de espacio negativo te hace sentir claustrofóbico? ¿Es el rojo intenso el que domina la imagen? Quizá sea la calidad del momento elegido lo que genera tensión con la mirada de un rostro dentro del encuadre. Si tu ojo descansa en un marco y permanece más tiempo allí que en otro, ¿por qué? Si encuentra una imagen particularmente relajante o serena, ¿por qué? ¿Es gracioso? ¿Qué lo hace así?

En última instancia, no solo estás estudiando el trabajo de otros, sino también tus propias reacciones ante él. Te estás estudiando a ti mismo.

Estás haciendo un inventario de cómo te sientes acerca de la profundidad de campo, el color, la composición, el momento, la luz. Estás adquiriendo herramientas , especialmente si nunca te liberas del problema hasta que puedas ponerlo en palabras, como: «Me siento de esta manera en particular porque el fotógrafo hizo esta elección o combinación de opciones en particular».

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Algunas preguntas útiles:

¿Qué decisiones están tomando otros fotógrafos para crear las imágenes a las que usted reacciona? Probablemente tienes que saber eso antes de saber cómo hacerlo tú mismo.

Cuando ves una fotografía y las únicas palabras que puedes encontrar son «Me gusta» (o no), entonces el siguiente paso es averiguar por qué . ¿Qué herramientas visuales se emplearon?

¿Cómo trató el fotógrafo la luz? Describirlo. ¿Es duro o blando? ¿Crea sombras? ¿Es dramático o sensual, o tiene alguna otra cualidad?

¿Cómo compuso el fotógrafo la imagen? ¿Cómo te sientes acerca del espacio? ¿Hay un sentido real de escala, o es estrecho y limitado? ¿Cómo te hace sentir eso? ¿Te sentirías diferente si hubiera más (o menos) espacio negativo?

¿Qué pasa con la relación de los elementos entre sí? ¿Implican una historia? ¿Se complementan o contrastan? ¿Hay una yuxtaposición que te haga reír?

¿Y el uso del color? ¿Cómo te hacen sentir los colores en sí mismos, no solo en términos del matiz sino también de cuán saturados están, cuán claros u oscuros? ¿Es fresco o cálido? Fresco y cálido son palabras viscerales (no visuales). Esa es otra forma en que reaccionamos a lo que está en la imagen.

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¿Qué incluyó o excluyó el fotógrafo? ¿La elección del momento despierta tu imaginación o tus emociones de una manera que otro momento podría no haber hecho?

¿Dónde estaba parado el fotógrafo? ¿Eso afecta cómo te sientes? El fotógrafo que mira con la cámara a un mendigo en la calle también nos obliga a mirar a ese mendigo. ¿Cómo te hace sentir esa elección ? Estás reaccionando a las decisiones que tomó el fotógrafo.

También habrá imágenes a las que no reaccionará, y creo que eso es muy instructivo. Recuerda, en última instancia te estás estudiando a ti mismo. ¿Por qué no respondes a esto? ¿Qué falta? No estás juzgando la fotografía; te estás examinando a ti mismo. Estás aprendiendo a lo que reaccionas.

Se puede encontrar un gran beneficio en la ingeniería inversa de las elecciones de otro fotógrafo para comprender su reacción ante ellas. No estás diciendo «esta es una mala fotografía»; estás diciendo «esta elección me hace sentir de esta manera». Puedes usar eso.

Estudiar el trabajo de otros es aprender a lo que respondes. Ayuda a dar sentido a la elección de una velocidad de obturación sobre otra porque una elección creará un efecto en una imagen que otra elección no creará. Lo mismo ocurre con las aperturas y las distancias focales. Puede aprender todo esto no solo mirando, escaneando o desplazándose por el trabajo de otros, sino estudiándolo .

Causa y efecto, mi amigo. Eso es a lo que estás buscando volverte sensible. El fotógrafo hizo esto (causa) y creó un efecto en la fotografía resultante que yo experimento de maneras particulares.

Para verlo de otra manera, tal vez podrías hacer preguntas como estas mientras estudias:

¿Qué está haciendo la luz?

¿Qué aporta el color?

¿Qué papel juegan las líneas y las formas?

¿Cuál es el punto de vista?

¿Cuál es la calidad del momento?

¿Dónde está la historia?

¿Dónde está el contraste?

¿Qué pasa con el equilibrio y la tensión?

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¿Cuál es la energía?

¿Cómo me hace sentir el espacio y la escala?

¿Qué pasa con la profundidad?

¿Dónde está el misterio?

¿Hay elementos que son simbólicos?

Este tipo de preguntas pueden guiar su estudio del trabajo de otros. Pueden guiar el estudio de su propio trabajo y la creación de sus fotografías. Estas son solo algunas de las preguntas, pero le enseñarán si está abierto y dispuesto a trabajar para comprender cómo responde visceralmente a estas elecciones visuales. Si recién está comenzando, esto será mucho más difícil, pero le prometo que lo logrará.

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Lily Kenyi
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Alex Gruber
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BP Miller
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Ray Matthew Freimanis
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José Ramón Bas

Madrid, 1964

Se inició en la fotografía en 1979, de la mano del también fotógrafo Florencio García Méndez. Después de estudiar fotografía y video en Idep Barcelona, su interés se centró en las nuevas formas de expresión y en la memoria del viaje, trabajos a los que pudo dar un importante impulso gracias a la beca FotoPres en 1997. Desde 2005 imparte clases en el Má ster de Fotograf ía creativa de la escuela Efti de Madrid. tiene su estudio en el Centre d’Art Contemporani Piramidón de Barcelona.

Su trabajo se caracteriza por mezclar la imagen fotográfica con ilustraciones y textos, generando un potente sentido narrativo, aunque son las imágenes las que cuentan la historia, las palabras, fotografiadas o escritas sobre la misma copia, arañando los negativos, consiguen que trascienda el concepto de fotografía y transforman sus imágenes en objetos que preservan la memoria de sus experiencias y emociones. Entre sus series destacan Viaje impreciso (2001), Unguja (2004), Ícaro (2005), Mukalo (2006), Ndar (2008) y Here or There (2010).

Su trabajo est á representado por la Galerie Vu’ de París, donde ha expuesto por ultima vez en 2011. Adem á s, destacan sus exposiciones en Arcade Gallery (Nueva York, 1996), la Fundació Joan miró ( Barcelona, 1997), PHotoespa ñ a (1999) o en ferias internacionales como ARCO Madrid (1998 y 2002) y Paris Photo (2003-05). Ha sido reconocido con el Premio Federico Vender en 2003 y el Premio Fundación Arena en 2004. Tiene obra en las colecciones de Fundación “La Caixa”, Rafael Gelman, Fundación Goldberg, Fundación Vilacasas, Bobbi Hamill, Isabelle Darrigrand, Encontros da imagen de braga (Portugal) y la del Ministerio de Cultura, entre otras.

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Del 1 al 31 de octubre de 2022

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capadocia, por loco matarov

balance sheet, por duong dinn

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brothers, por poli artur

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chimango caracara and prey, por mario gustavo fiorucci
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contemplate, por m.dasha

contraluz, por valetin

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desnudez, por susana gudiño

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desnudos, por vladimiro

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el oro del amanecer, por luis miguel

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eli y su fiel amigo, por poli artur
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fa major, por kezzin
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great kisdadee and fish, por mario gustavo fiorucci
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hummingbird couple, por mario gustavo fiorucci

krai de primorie, por daniel

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krai de primorie, por daniel_

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krai de primorie, por daniel__

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la colectiva, por carlos gianoli
290 lingerie, por leonidas

llegó el otoño, por loco matarov

291

minimalism, por michael

292

mitología, por oleg

293

momentos mágicos, por k i k e

294
295 montefrío, por kuriaki
296
nazaré (portugal), por antonio martínez rodríguez

newe york, por karol poland

297

no es una prisión, por valetin

298

no hay como un buen picoteo, por kuriaki

299

noooo, por susana gudiño

300
301
nude, por s.benz

nude, por s.benz_

302
303
olvera, por kuriaki

pensando en azul, por carherina

304

pensando en azul, por carherina_

305

por fin el refugio, por loco matarov

306
307
portraits, por daria
308
pstynia wadi rum- jordania, por kristof browk
309 refrescante, por ivan k

reino de butan budismo, por deven o’toole

310

rojo sobre rojo, por margarita k

311

sara, por jean claude sanchez

312

sinfonía en azul, por k i k e

313

suen os de la infancia, por fran marat

314

sunrises, por kinsuk lin

315
316
sword-billed hummingbird, por fernando burgalin

the carnival of hypocrisy, por kezzin

317

tiempos oscuros, por fran marat

318

tomillo fresa, por fran marat

319
320
trio, por fran marat

trogón ojiblanco, por fernando burgalin

321
322
vika, por george
323
yellow-throated toucan, por fernando burgalin

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