i nforme central
por Horacio González
- “¿Señora González?, la estamos llamando del colegio de su hijo, necesitamos que venga a hablar urgente con el Sr. Director. Horacio está suspendido.” Ese fue el resultado de mi primer acercamiento con el ministerio juvenil, tenía 8 años de edad y quería que todos mis compañeros conocieran y amaran tal como yo lo hacía, a la persona que había cambiado mi vida, Jesús. Crecí en una familia que me mostró a Cristo desde adentro. Mis padres, lejos de ser personas perfectas, fueron auténticos e íntegros en su fe y sin duda fueron instrumento en las manos de Dios para acompañarme en mi caminar con Jesús. Mi iglesia siempre fue como la continuación de mi casa, el templo era un lugar lleno de música, con imponentes himnos tocados en un órgano de viento. Claro que en esta otra “casa” había reglas especiales, me vestía con la ropa más elegante que tenía, había que guardar silencio y no podía mirar para atrás sin exponerme a un buen pellizcón de mi madre. Pero me gustaba, lo disfrutaba: ahí estaba la presencia de Dios. Imposible olvidar a mis maestros de Escuela Dominical, personas espectaculares, que invirtieron horas y horas en mí, enseñándome a orar, a amar la Biblia, a reconocer a Jesús en cada página de ella y a entender el poderoso amor de Dios por mí. Ellos dejaron huella en mi vida y lo aprendido junto a ellos permanece en mí hasta hoy. Desde muy pequeño mi relación con Jesús fue algo natural, apasionada y desafiante. No fui un niño tranquilo ni sumiso. Fui un niño normal, inquieto, gritón, egoísta, tramposo, mentiroso, etc. Y mi adolescencia no fue muy distinta; luchaba, sufría y disfrutaba con lo que todo adolescente lucha y a pesar de todo ello, no puedo dejar de reconocer la gracia, misericordia, amor, paciencia y el gran sentido del humor de Dios para trabajar con una persona como yo y llevarme hasta donde me encuentro el día de hoy.
Cuando crees que ya lo has visto todo, Dios saca una nueva carta bajo la manga y nos sorprende. Él usa maneras increíbles para llamarnos y mostrarnos lo que tiene para nuestra vida.
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