Devocional
REVERDECIENDO “Y Moisés puso las varas delante de Jehová en el tabernáculo del testimonio. Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado, renuevos, y producido almendras”. Números 17:7, 8
Rev. Clemente Vergara
EL PUEBLO de Israel, abandonó el cautiverio en Egipto e inició su viaje a través del desierto, donde no había agua, ni vegetación, ni sombra, sino solamente sequía, arena y sol. Estas condiciones provocaron, en numerosas ocasiones la rebelión del pueblo contra Moisés, quien era la autoridad espiritual y legal. Sin embargo, Dios permitió aquellos sublevamientos para demostrar que respaldaba a Su siervo al cien por ciento. El reverdecimiento, es prueba de la autoridad que Dios confiere a sus siervos. Las Escrituras relatan la rebelión de Coré, Datán y Abiram, junto con otros doscientos cincuenta israelitas, contra Moisés y Aarón (Nm. 16:1-3). Ante aquellas acusaciones y actitudes, Moisés les advirtió que no estaban murmurando contra Aarón, sino contra Dios mismo (Nm. 16:11). Dios, tomó cartas en el asunto y permitió que se abriera la tierra, y tragara vivos a Coré, Datán y Abiram, junto con sus familias (Nm. 16:28-33). En cuanto a los doscientos cincuenta rebeldes que se habían atrevido a quemar incienso delante de Jehová, tarea que le correspondía exclusivamente a los sacerdotes del linaje de Aarón, éstos fueron consumidos por fuego (Nm. 16:35). El pueblo seguía murmurando y quejándose de Moisés y Aarón. Para hacer cesar aquellas críticas el Señor pidió que cada príncipe de Israel le entregara su vara con su nombre escrito a Moisés, y que la vara de la tribu de Leví llevara el nombre de Aarón. Dios dio como señal que la vara que reverdecería sería la del hombre que se hallaba ubicado en el centro
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MOVIMIENTO MISIONERO MUNDIAL
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de Su voluntad. Al día siguiente “la vara de Aarón de
la casa de Leví, había reverdecido, y echado flores, y arrojados renuevos, y producido almendras” (Nm.
17:8). Las varas eran unos bordones, hechos de madera seca, que servían tanto como apoyo para caminar largas distancias, como un instrumento de defensa cuando algún animal atacaba las ovejas de sus rebaños. Según la lógica humana y las leyes inherentes de la naturaleza, resulta imposible que una vara de éstas vuelva a reverdecer jamás, ni crear corteza ni fibras vivas. Aquella noche la savia empezó a fluir en aquella vara seca, y no sólo reverdeció, sino que pasó por las tres etapas de producción: capullos, flores y frutos. La vara estaba seca, pero reverdeció, y de esta manera, fue indiscutible ante los ojos de todos que la