APCH LITERARIO 2022
Letras Brillantes A continuación el cuento y la anécdota que obtuvieron el tercer puesto en el concurso de Relatos Cortos de APCH
En busca del viejo herbolario Autor: Julio César Zavala Vega Tercer lugar categoría Cuento La curiosidad por conocer el origen chino de su apellido castizo impulsó a Julio César Zavala Vega a imaginar y plasmar en este cuento el arduo viaje que realizaron sus antepasados para llegar a nuestro país, los oficios que ejercieron y el recuerdo de un negocio con fragancias aromáticas y yerbas medicinales. Pero su pasión por la literatura no es nueva. Estudió Psicología y Literatura en la Universidad de San Marcos. Hace tres años abrió la librería Escena Libre, en el Centro Cultural de la PUCP, y el año pasado publicó su primer libro “Inevitable catástrofe. Naufragio nacional”.
“No quiso luchar contra la necedad con lo que llamamos inteligencia, llevó una vida muy apartada y se enfrascó en un sueño lúcido”. Gao Xingjian “La montaña del alma”
“Don Augusto había desembarcado una mañana de agosto en el Callao, hacía unos treinta años, sin más equipaje que una vieja maleta de cuero y veinte dólares en los bolsillos, estos últimos el producto de la venta de un pedazo de tierra de cultivo y el ahorro de varios años de duro trabajo en una tabaquería de Cantón. Durante los catorce años que siguieron don Augusto comió y vivió frugalmente, recibió callado todas las humillaciones que sus empleadores le dispensaban y se abstuvo de jugar Mah-jong, su principal vicio, hasta que el viejo Chou le traspasó la tienda”. Siu Kam Wen, “El deterioro” a vieja vajilla erigida de manera ceremoniosa en el interior de la vitrina exhibía el asunto de comer como una prioridad cotidiana. Pero estaban también los recuerdos de los abuelos, las imágenes, los platos con grullas y pinos moviéndose por un viento capaz de arrojarlos a una realidad diferente, las grandes cucharas de porcelana para tomar los caldos. Habíamos crecido en un hogar distinto, sin las carencias que ellos tuvieron que sufrir y nos lo harían recordar por el resto de sus vidas. Yo era la mayor de las tres hermanas: Rosa, Delia y Emilia Li Echenique. De ancestros chinos por ambas partes, que se notaba en la palidez de nuestra piel y los ojos rasgados que serían tan elogiados como víctimas de hostigamiento. Como buenas hijas aprendimos del silencio. A no realizar pregunta a nuestros mayores, a guarecernos en la cocina o en el cuarto donde las mujeres debían procurarse descanso después del arduo trabajo en casa. Y hubiese quedado así, de manera confidencial, sino fuese por el diario y las fotos de mamá Aurelia. Ella habría de recortar la historia de su padre, aquel “Chui chai Jac”, ese chanchito viajero que llegó a Lima a mediados del siglo XIX, con la esperanza atenazada junto a su bolso lleno de plantas aromáticas, su cuenco y algunas cartas de juego. La trenza hasta debajo de la cintura a sus veinte años colmados de sueños y frustraciones, para encontrar un lugar donde guarecerse de tantas humillaciones y desdichas.
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SOCIACIÓN
PERUANO CHINA