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P. Mario Gutiérrez Jaramillo
+ Bogotá, 5 de agosto de 2013
Por P. Germán Neira, SJ
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Nacido en una familia antioqueña de profesores (1938) Don Elías Gutiérrez Jiménez (40 años) y Doña Teresa Jaramillo Bernal (21 años), oriundos de Abejorral en el sureste antioqueño, se unieron en matrimonio en el año 1934. Don Elías fue maestro y educador en Abejorral, y Doña Teresa estudió en la Normal de Educadoras de Medellín en donde tuvo como profesora a la Madre Laura Montoya a quien siempre admiró; no terminó su carrera, pues se casó muy joven. Don Elías, además de educador fue político: de facción conservadora, fue Rector de la Normal de Varones de Medellín; Representante a la Cámara por Antioquia (1922-1924), y ministro (encargado) de Educación en Bogotá donde estuvo de 1920 a 1930. El ambiente familiar va a influir en sus ocho hijos, seis hombres y dos mujeres (todos profesionales) y muy especialmente en los dos mayores que ingresaron a la Compañía de Jesús: Alberto, el mayor, y Mario, el segundo. Los dos han tenido una vocación académica como investigadores y profesores: Alberto como especialista en Historia; y Mario como teólogo, especializado en Escatología. Mario integró en su especialización en escatología, la vocación política de su papá, al plantear siempre claramente la articulación entre la historia y la plenitud final, con los planteamientos de una Teología política inspirada en Johan Baptista Metz.
Un comienzo difícil con muchos retos (1938-1955)
A los siete meses de nacido contrajo la enfermedad de poliomielitis (parálisis infantil) que afecta los nervios de locomoción de los miembros inferiores y, por la dificultad de movimiento, afecta también los múscu-
los. Lo salvó de morir un gran médico, el Dr. Mejía Uribe, hermano del P. Germán Mejía, SJ. Lo fue sacando adelante con su dedicación en dos vertientes que se complementaron: su ciencia médica y su acompañamiento continuo; y su oración, pues era persona muy creyente. El que Mario se recuperara suficientemente y lograra caminar – con múltiples terapias previas – a los cuatro años, fue realmente un milagro. Llegó a jugar futbol con sus compañeros de colegio, quienes lo ponían a jugar por la izquierda que era su pierna normal. Empezó los estudios de primaria a los siete años junto con su hermano Gustavo quien lo seguía en edad. Mario estudió la primaria en el Gimnasio Medellín donde era Rector don Daniel Gómez (compañero de estudio de Don Elías, papá de Mario). Hizo su bachillerato en el Colegio de San Ignacio con gran éxito académico, pues cada año se llevaba todos los premios, y las medallas apenas le cabían en el pecho. Mario salió bachiller en 1955, junto con su hermano Gustavo, quien durante el tiempo de su bachillerato fue también un gran deportista.
Ingreso a la Compañía de Jesús (1955) Hubo un jesuita, el P. Jorge Ortiz Amaya, quien fue espiritual en el Colegio San Ignacio en 1955: se hizo muy amigo del joven bachiller Mario, quien llegó a sentir veneración por su amigo jesuita que lo invitaba a pertenecer a la Compañía de Jesús. Alberto – su hermano –, ya junior en la Compañía de Jesús, también lo animaba por carta a entrar a la misma Compañía. Sin embargo, según los criterios de la Compañía de Jesús para recibir a los candidatos, Mario Gutiérrez no era un candidato ideal debido a su inevitable cojera y su poca elegancia en el andar (aspectos físicos). Sin embargo, el P. Provincial del momento, el P. Ramón Aristizábal, lo recibió por sus grandes cualidades humanas e intelectuales que suplían con creces las deficiencias físicas y lo invitaba a seguir el camino de Ignacio de Loyola, el “cojo” de la batalla de Pamplona. Mario ingresó al Noviciado de la Compañía de Jesús en Santa Rosa de Viterbo (Boyacá), el 12 de diciembre de 1955, con seis de sus compañeros del Colegio San Ignacio, entre quienes estaba Camilo Quijano uno de sus amigos de colegio.
Una larga preparación académica para su misión (1956-1974)
Mario tuvo 18 años de preparación de los cuales catorce fueron de estudios académicos y cuatro de experiencias de docencia. En 1956 y 1957 hizo su Noviciado en Santa Rosa de Viterbo; el Juniorado en 1958 y 1959. Hizo los tres años de Filosofía en el Colegio Máximo de María Inmaculada (Chapinero, Bogotá: 1960-1962). Obtuvo el título de Licenciatura Eclesiástica en Filosofía. En 1963 fue destinado a Magisterio en el Colegio San José de Barranquilla y fue gran promotor de los deportes. En 1964 siguió su experiencia de Magisterio en el Noviciado de La Ceja. De 1965 a 1968 hizo los estudios de Teología en el Colegio Máximo (Chapinero, Bogotá) y fue ordenado sacerdote el 2 de diciembre de 1967. Los años 1969 y 1970 fue destinado a La Ceja como ayudante de los novicios esco-
lares y coadjutores. En 1971 pasó a Medellín a hacer la Tercera Probación con el P. Miguel Elizondo. De 1972 a 1974 estuvo en la Universidad Gregoriana haciendo el Doctorado en Teología Dogmática. Obtuvo el título de Doctor en Teología. Un compañero suyo, el P. Ladaria, SJ, comentaba que de los estudiantes de Doctorado de esa época era la persona más consagrada y estudiosa. Emitió los últimos votos el 2 de febrero de 1976.
Profesor y Directivo en la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana (1975-2013)
Mario dedicó toda su vida apostólica a la misión de ser profesor (y también directivo) en la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana a la que llegó – después de su doctorado –, en julio de 1975; y en la que estuvo como profesor activo hasta el momento de su muerte (agosto, 2013): fueron 37 años académicos completos, prácticamente la mitad de su vida, pues murió a los 75 años de edad recientemente cumplidos.
De 1976 a 1986 repartió su tiempo entre la Facultad de Teología y el CIRE en el cual coordinaba las actividades de promoción de la espiritualidad ignaciana, y se encargaba de la biblioteca; al mismo tiempo daba con frecuencia algunas tandas de ejercicios espirituales. En la Facultad de Teología se dedicó a la enseñanza, en el pregrado de la Carrera, del tratado de Escatología cuya actualización quedó plasmada en el libro La esperanza de la Vida (publicado en 1982, con varias reimpresiones como texto para los alumnos). En 1986 fue nombrado Decano Académico de la misma.
Publicaciones, dirección de trabajos de grado, y participación en eventos
En la Hoja de Vida registrada en Colciencias con la última actualización en junio de 2013, Mario identifica la mayoría de sus publicaciones. Tiene registrados 56 artículos de los cuales 20 corresponden a la Crónica (anual) de la Facultad de Teología. Hay 10 artículos sobre temas escatológicos; otros muchos artículos se refieren a espiritualidad, sentido de la Iglesia, Compañía de Jesús, Congresos de Teología, entre otros.
De 2004 a 2008 aparece registrada la dirección de 29 trabajos de grado de los cuales 22 son de pregrado, lo cual indica su vocación pedagógica, ya que se trata de dirigir principiantes y 7 son trabajos de grado en Maestría. Están registradas 18 participaciones en eventos que consisten, en su mayoría, en Congresos de Teología.
Su estilo de dirección en la Facultad
Mario Gutiérrez ha sido el Decano Académico que ha durado más en el cargo (10 años: 1986-1996). Tuvo su estilo propio de ser decano académico. Era una persona discreta a quien no le interesaba la autoridad para “mandar”, sino para promover iniciativas y acompañarlas. En este sentido su decanatura se caracterizó por un proceso de integración del grupo de profesores y por el apoyo a nuevas realizaciones que fueron
surgiendo. Por otra parte, siempre estaba presente y disponible para quien quisiera acudir a él y pendiente de los detalles de la administración académica. Al mismo tiempo que era Decano, tenía el cargo de Director de Posgrados desde 1980. El primero de junio de 1990 Mario fue nombrado para un período en el Consejo de Regentes de la Universidad Javeriana. En 1988 fue nombrado Profesor Titular; en 1999 recibió la distinción de la Cruz de Oro de San Francisco Javier.
Participación en el Grupo de Investigación “Cosmópolis” Mario fue siempre un entusiasta de la propuesta metodológica del filósofo y teólogo canadiense, Bernard Lonergan, para poner la Teología a la altura de los tiempos modernos. El Seminario de Lonergan comenzó en el segundo semestre de 1989 con tres fundadores, profesores en la Facultad de Teología: los PP. Rodolfo de Roux (director), Mario Gutiérrez y Germán Neira (cofundadores); en el año 2001, al vincularse a Colciencias tomó el nombre “Grupo de Investigación Cosmópolis”. Mario estuvo siempre activo hasta la última reunión en que pudo participar (martes 30 de julio de 2013), fueron 24 años de seminario, investigación, producción de materiales y publicaciones en varios medios. Mario fue uno de los pilares constantes de este Grupo de Investigación. La importancia de la “virtualidad digital”, para un profesor de Teología (2008-2013)
En el año 2007 en el primer semestre, Mario dio su último curso presencial de Eclesiología. La sordera había avanzado mucho; la comunicación directa se volvía difícil, y tuvo que dejar el curso de Escatología a otro profesor. Quedaba la pregunta: ¿Es el momento de retirarse de la Facultad de Teología e irse a la residencia Pedro Arrupe de Medellín, en donde no podría volver a tener ningún trabajo académico? Significaba el retiro definitivo de la enseñanza de Teología. Surgió una posibilidad nueva que suponía un entrenamiento muy laborioso: el Programa virtual de Teología que estaba iniciando la Facultad. Decidió tomar este camino y tuvo el apoyo de los encargados del programa que le hicieron entrenamientos en los programas de computador pertinentes.
Mario logró manejar bien los aspectos técnicos y se dedicó completamente a la “Teología virtual”: elaboró materiales que enviaba a los alumnos, mantenía las asesorías por internet y hacía el seguimiento de cada alumno. Tuvo un buen grupo de alumnos y tuvo mucho éxito como buen profesor en el programa virtual de Teología. Como conclusión: un límite muy grande (la sordera y la cojera) se volvieron para Mario en la posibilidad de una etapa “virtual” de la enseñanza de la Teología que le permitió estar activo como profesor hasta el momento de su muerte. La esperanza y
el deseo de seguir siendo útil dinamizaron nuevos esfuerzos para lograr algo nuevo.
Apostolados de relación personal, consejería y cuidado de los pobres
Mario no hablaba mucho de algunos apostolados de relación personal que realizaba en forma sencilla, pero muy constante con varios grupos diferentes de personas. Fue Consiliario de los Equipos de Nuestra Señora desde 1976 a 2013, con reuniones un domingo cada mes en alguna de las casas de las familias del equipo. Colaboró establemente hasta el final en una misa dominical de las 12 del día de la Parroquia de San Jerónimo, Barrio San Ignacio (Normandía – Diócesis de Engativá) en Bogotá. Tuvo una pequeña obra social en Sibaté algunos días de la semana en la tarde, cuando podía hacerlo. También conversaba y aconsejaba personalmente a algunos enfermos.
La vivencia de una espiritualidad escatológica que integra la historia y la plenitud definitiva Hay algo misterioso (caminos de Dios) en el proceso de la vida de Mario, pues su vida no fue sólo una presentación teórica de la escatología moderna como “articulación” de la historia personal y comunitaria; sino que en su vida esta articulación se convirtió en el centro de su estilo de vida y de su espiritualidad. Siempre hay algo que podemos hacer para mejorar nuestra situación, y eso depende también de nosotros. La “escatología” (promesa y realización del Amor de Dios) comienza en esta vida y nos lleva a tener una esperanza contra toda desesperanza. Esto es lo que propone Mario en su libro La Esperanza de la Vida como dinamismo en la vida, en la historia concreta.
Mario empezó a vivir esta realidad con el límite difícil que tuvo de niño, al empezar su vida con la enfermedad de la poliomielitis. El milagro de la ciencia de un buen médico, unida a una fe cristiana convertida en oración de esperanza, hizo que, aunque tarde y con muchos esfuerzos, Mario lograra caminar aun cojeando. Esto lo fue llevando a un dinamismo de superación admirable que se fue manifestando en muchos momentos de su vida y sin complejos: aunque cojeando de su pierna derecha, llegó a jugar fútbol en el colegio como “alero”, con su pierna izquierda; fue siempre el mejor estudiante de su curso; a pesar de su defecto físico fue recibido en la Compañía de Jesús. Fue forjando una espiritualidad de esperanza, no solo para la vida futura, sino para mejorar la historia personal y colectiva del mundo en que vivimos.
Su espiritualidad “escatológica” realista se manifestó claramente en su estilo de dirección cuando fue Decano Académico. Recogió lo bueno de los decanos anteriores, pero nunca se puso a compararse con ellos, pues cada uno tiene su propio camino. Algo que indica falta de esperanza en el mundo moderno es el ansia de poder que quiere construir el mundo para el “ya”, el momento presente, pero sin tener en cuenta que hay un llamado a algo más (el “todavía no”); esto es lo que relativiza las ansias de poder, y el considerarnos centro
del mundo y solución definitiva. El estilo de vida de Mario como Decano Académico llevó esta forma de espiritualidad: cuidadoso con los detalles, servicial, amable; apoyando siempre las iniciativas de los otros y convirtiéndolas en propias. Tratando de promover las buenas relaciones.
Algo que se manifestó en detalles simples pero muy dicientes fue su aprecio por los demás y su práctica en expresarlo a través de pequeños saludos por e-mail con ocasión de los cumpleaños. Muy hermosamente decía su hermano Alberto en la homilía del funeral de Mario: “Mario, muchas veces en su vida de sacerdote y de teólogo profesor universitario, proclamó lo que aprendió San Pedro en su inspirada carta: ‘Bendito sea Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que, en su gran misericordia, resucitando a Jesucristo de entre los muertos, nos hizo renacer a una esperanza viva, reservada a nosotros en el cielo’. Con inmenso afecto y profundo respeto por la memoria de mi hermano Mario, puedo afirmar con sencillez que su vida, silenciosa y pacífica, siempre fue testimonio vivo de las virtudes teologales que tanto predicó en sus hermosas homilías y en su cátedra teológica. Mario creyó firmemente y enseñó a creer y a amar a Dios y a la Iglesia, a su materna Compañía de Jesús. Sus discípulos testimonian que fue un teólogo profundo, humilde y respetuoso con la doctrina de la Iglesia y de la opinión de sus colegas profesores y de sus alumnos. Mario amó sin fronteras y lo testimonió con sus oportunos y cariñosos mensajes a todos sus familiares, hermanos en la Compañía y amigos […]. Como hermano, como jesuita y como amigo en el Señor le doy gracias a Dios por su vida”.
Referencia: Noticias de Provincia, N° 8, septiembre 2013, pg. 8-12.