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P. Peter-Hans Kolvenbach
+ Beirut, 26 de noviembre de 2016
Nació el 30 de noviembre de 1928 en Druten, en los Países Bajos. Su formación juvenil transcurrió en los años de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi, un contexto que, según reconoció él mismo, le provocó una desilusión por la política y las ideologías. El 7 de septiembre de 1948 ingresó a la Compañía de Jesús, en el noviciado de Mariëndaal, en Grave; cursó estudios de Filosofía y Lingüística, y en 1958 fue enviado al Líbano. Estudió Teología en la Universidad de San José de Beirut, donde también ejerció como profesor. Estudió armenio y fue ordenado sacerdote en el rito cristiano armenio, el 29 de junio de 1961 en Beirut. En 1967 realizó la Tercera Probación en St. Robert’s Hall, Pomfret, Connecticut (USA).
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En el Líbano pasó más de 20 años, período que supuso para él una inmersión en el mundo Oriental: estudió y conoció a fondo sus lenguas, tradiciones culturales y espirituales; se convirtió en defensor del ecumenismo y en experto en el Próximo Oriente. Fue responsable de los estudiantes jesuitas de la Universidad de San José, en la que fue profesor en el Instituto de Filoso-
El Señor quiere que nosotros, jesuitas, servidores de su misión, sus amigos, vivamos su mandamiento de amor en medio de una comunidad verdaderamente cercana y cálida, sin permitir que el odio del mundo penetre en ella. Tenemos que vivir entre nosotros como hermanos, experimentando que el amor es más fuerte que el odio, y convencidos que el odio y la muerte no tienen la última palabra. Esta es la experiencia de nuestra fe y esta es también nuestra vocación.
P. Peter-Hans Kolvenbach, SJ
fía; también fue profesor de lingüística general y armenio en el Instituto de Lenguas Orientales de Beirut.
En 1974 participó en la Congregación General 32 y fue nombrado Vice-Provincial de Próximo Oriente (1974-1981), cargo en el que vivió circunstancias dramáticas: la guerra civil en el Líbano, en la que la Universidad de Beirut fue blanco de ataques y varios jesuitas fueron asesinados o secuestrados. Como Vice-Provincial mantuvo contactos con varios grupos en favor de las víctimas y del diálogo. Años después reconoció que quizás fue esta experiencia la que más le preparó para el cargo que ocuparía después como General de los jesuitas. En 1981, el P. Arrupe lo nombró rector del Pontificio Instituto Oriental de Roma.
El 13 de septiembre de 1983, Peter-Hans Kolvenbach es elegido como Superior General de los jesuitas. Desde entonces y hasta 2008, participó en numerosos Sínodos, dirigió los Ejercicios Espirituales del Papa Juan Pablo II y sus colaboradores, y presidió la Congregación General 34 de la Compañía de Jesús. Fue miembro de la Comisión Mixta Internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, Vice-Gran Canciller de la Pontificia Universidad Gregoriana, del Pontificio Instituto Bíblico y del Pontificio Instituto Oriental. También fue Consultor de la Congregación para las Iglesias Orientales, y miembro de las Congregaciones para la Evangelización de los Pueblos y para los Institutos de Vida Consagrada. Referencia: En memoria del P. Peter-Hans Kolvenbach, https://www.comillas.edu/es/ noticias-comillas/10500-fallece-el-p-peter-hans-kolvenbach
Recuerdos del P. Kolvenbach
Por P. Álvaro Restrepo, SJ
Más que una reseña histórica, con mucho cariño, me he limitado a dejar que vengan a la memoria algunos de los hitos que marcaron mi tarea como Asistente durante 9 años, en que tuve la gracia de estar cercano a quien fue para mí, no solo el General de la Compañía, sino un verdadero padre.
Conociendo al P. Kolvenbach
Mi primer contacto con él tuvo lugar durante las “murmuraciones” en la Congregación General 33. Varios electores comenzaban a hablar de él como de un posible General. Fui entonces a conocerlo personalmente. Como latinoamericano le pregunté: ¿Qué piensa usted de la Teología de la Liberación? No la conozco, fue su respuesta, pero a continuación añadió: Yo me formé en la Teología de los Padres de la Iglesia y varios de ellos tienen opciones muy claras y tajantes en favor de los pobres. Después de mi sorpresa, y como para alargar al menos un par de minutos más la entrevista, aventuré otra pregunta: ¿Qué piensa usted de la oración comunitaria? Respuesta: si trabajamos juntos y discernimos juntos es evidente que tenemos que saber orar juntos. Cuando me despedí, encontré delante de su puerta
una larga fila de electores que esperaban ser atendidos por el P. Kolvenbach.
El P. Pedro Arrupe
Por muchos motivos Arrupe es para nosotros todo un ícono. Me preguntaba entonces cómo se situaría el P. Kolvenbach en relación con su predecesor en el gobierno de la Compañía. Rápidamente, todo posible interrogante desapareció. Creativa pero fielmente, el P. Peter-Hans se apropió del legado del P. Arrupe. En muchas de sus grandes comunicaciones a toda la Compañía aludió a él. Tomo una sola muestra. En su Carta del 18 de enero del 2001, en el décimo aniversario de la muerte del Padre Arrupe, escribía: “Como todo testigo profético, él fue signo de contradicción, incomprendido o mal comprendido, en la Compañía y fuera de ella. Su palabra tan franca y tan verdadera a nadie dejaba indiferente, sobre todo cuando hablaba del Espíritu que renueva la Iglesia y realiza también, para la Iglesia, la renovación de la vida consagrada y de la Compañía”.
Fino humor, a veces con una pizca de ironía
En una de las visitas que hizo a Colombia, alguien le dijo: P. General, aquí muchos sacerdotes llevan una crucecita en la solapa del saco; le regalo esta. Gracias, fue la respuesta de Peter-Hans, creo que me basta con la crucecita que llevo como General de la Compañía. Las Noticias de Provincia comentaron detalle por detalle la actividad del P. Kolvenbach y evidentemente abundaron en elogios. ¿Padre, ha visto lo que hemos ido publicando? Sí, parece una misa oriental: mucho incienso, mucho incienso… Lo acompañaba de regreso a Roma. Quise ponerle conversación pues lo veía silencioso. Como este era mi primer viaje con él, no sabía que el P. Kolvenbach prefería, más que comentar cosas, escuchar durante el viaje música clásica. Ante mi insistencia en hablar, me dijo: Padre Asistente, el enfermero me dio una pastilla para dormir, tómesela usted, por favor. Cuando desperté, estábamos ya en el aeropuerto romano… El P. Adolfo Nicolás, nuevo Prepósito General, quiso que el P. Kolvenbach, una vez concluido su generalato, tomara unas merecidas vacaciones en Holanda. Para sorpresa del General, pocos días después lo encontró de nuevo en la Curia. ¿Tan poco tiempo Padre? – Me bastaban tres días para resucitar, fue la respuesta.
Asesinato de 6 jesuitas y de 2 colaboradoras en la UCA de San Salvador
El 16 de noviembre de 1989, en coincidencia con la festividad de San Roque González de Santa Cruz y compañeros mártires del Paraguay, a las 2:30 de la tarde, recibí una llamada telefónica del Chema Tojeira, Provincial de Centroamérica. Con voz firme pero entrecortada por la emoción me dijo: han asesinado a Ignacio Ellacuría, Amando López, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno y Joaquín López. Y también a Alba y Celina que atendían a los jesuitas de la comunidad de la UCA. De inmediato, busqué al P. General y al P. Gerharz, Secretario de la
Compañía. Poco después estaba listo un comunicado de prensa. Las visitas, comenzando por la del Cardenal africano Gantin y, por supuesto, la de Monseñor Arturo Rivera y Damas, Arzobispo de San Salvador, se sucedieron a lo largo de dos meses. Lo mismo se diga acerca de las innumerables comunicaciones provenientes de la prensa internacional.
¿Cómo respondió ante todo esto el P. Kolvenbach? En carta a todos los jesuitas escribía: “Es difícil expresar todo el horror que suscita este crimen premeditado y esas tan inhumanas torturas. Nada puede justificar la barbarie: ni la situación estratégica o la seguridad de la barriada en donde se encuentra la UCA, ni la orientación bien conocida de nuestra Universidad Católica, ni las actividades o escritos de los jesuitas, que no han pretendido con todo ello sino dar lo mejor de sí mismos por el bien de la Iglesia y del pueblo salvadoreño. Lo que ha pasado es tanto más injustificable cuanto que esta muerte cruel ha tocado a personas – no jesuitas y jesuitas – absolutamente extrañas al conflicto político que está haciendo sufrir a la población de El Salvador desde hace ya años.”
En su homilía en Santa Tecla (El Salvador) pronunciada ante los jesuitas de Centroamérica, el 28 de diciembre de 1989, decía: “Conscientes de que la participación en la misma mesa del Cuerpo y Sangre de Cristo es lo que más nos une en una sola Compañía, enteramente consagrada a la misión de Cristo en nuestro mundo, nos reunimos para conmemorar, en acción de gracias, el martirio de nuestros seis hermanos y de nuestras dos colaboradoras. Lo hacemos teniendo presentes también a los miles de salvadoreños víctimas de esta, ya demasiado, larga guerra fratricida”. El presidente salvadoreño Alfredo Cristiani Burt recibió al P. General. Fue una entrevista no meramente protocolaria. Fue mucho más larga de lo que podíamos esperar. Poco supimos de ella; tan solo que dijo al Presidente: “no nos iremos del país pues tenemos mucho trabajo”.
Fidel Castro
Acompañé al P. General durante su visita a Cuba. Tengo buenas razones para pensar que gracias a ella se abrió la posibilidad para que más tarde un Papa, Juan Pablo II, visitara la isla. Kolvenbach tenía extraordinaria facilidad para los idiomas. Apenas saludó a Fidel en correcto castellano, éste pidió al traductor que se retirara. Quedamos el P. General, el “presidente” Fidel (como siempre lo llamó el P. General), el Ministro cubano del Culto y mi persona. Fue una conversación que se prolongó por más de dos horas. Numerosas y variadas las preguntas del Comandante. Explíqueme, Padre, la diferencia entre chiitas y sunitas. ¿Conoce usted algunos de los presidentes actuales que comparten nuestra ideología? Y ¿los retiros espirituales hoy siguen siendo tan exigentes como los que conocí en el Colegio de Belén? Fidel hizo una pregunta que rompió toda formalidad en la entrevista: ¿Dejaron los cruzados huellas muy profundas en el Medio Oriente? Sí, presidente, respondió el P. Kolvenbach, cuando en esos países ven
alguno de ojos azules y de piel blanca, dicen: ese es un hijo de los cruzados…
No ser solo pobre sino también parecerlo
Una vez aceptó la CG 35 la renuncia del P. Kolvenbach, los encargados tuvimos una Eucaristía. La homilía estuvo a cargo del P. Jesús Manuel Sariego de la Provincia de Centroamérica. Nos invitó a dar gracias al Señor por la vida del hasta entonces Prepósito General. Se distinguió – decía – por su fidelidad, su sabiduría, su rectitud. Sariego destacó también el hecho de que un Cardenal de la Iglesia (el Cardenal Rodé) alabara al Superior General de los jesuitas por su humildad y pobreza, “virtudes tan poco comunes en personajes de tanta talla”. Recordaba también el P. Sariego que cuando el P. General visitó a los jesuitas de Panamá, el Arzobispo fue a recibirlo al aeropuerto. Grande fue la sorpresa de Monseñor y también la de los jesuitas al ver que por todo equipaje el P. Kolvenbach llevaba tan solo un maletín de mano. “El P. General no solamente ha de ser pobre, sino que tiene también que parecerlo”, dijo a los nuestros.
También instruido
El P. Kolvenbach era un asiduo y estudioso lector. Frecuentemente iba a la biblioteca de la Curia General en búsqueda de libros y pocos días más tarde los restituía a su sitio. Siempre me impresionó la forma como preparaba sus intervenciones con miras a sus visitas y conferencias. De su profundidad y comprensión acerca de las diferentes situaciones y culturas dan testimonio los dos volúmenes de sus escritos y homilías editados por la Provincia de España. Me correspondía a mí como Asistente traducir sus discursos y homilías del francés al castellano. Él las preparaba con meses de antelación. Solo excepcionalmente solicitaba que desde las Provincias hicieran llegar datos puntuales. En cierta ocasión el presidente de Costa Rica lo invitó a desayunar. Durante la charla que mantuvieron, el P. Kolvenbach – para sorpresa de su interlocutor – le comentó que uno de los abuelos del Presidente había sido quien autorizó que la Compañía de Jesús fuese aceptada en el país.
Conclusión
Tomo un par de párrafos de una charla y posterior artículo del P. Urbano Valero, quien fuera Consejero General y Asistente de España: Los últimos 25 años de la historia de la Compañía, 1983-2007: “Este es aproximadamente el cuadro – impresionante, sin duda – de esto que hemos querido llamar aquí los ‘acentos’ del gobierno en este período de historia de la Compañía (que coincide prácticamente con el cuarto de siglo del gobierno del P. Kolvenbach). Al comienzo de esta charla, citábamos un texto temprano del P. Kolvenbach, que decía que la Congregación General 33 había querido liberar el dinamismo misionero que el Espíritu ha suscitado en ella (la Compañía) a favor de su Iglesia, viviendo auténticamente el carisma ignaciano; y ya allí apuntaba yo que ese podría haber sido el leitmotiv o hilo conductor de su gobierno de la Compañía en estos años.
Creo ciertamente que así ha sido. En ellos la Compañía ha estado acompañada por él con asiduidad y cercanía, con sensibilidad y con sabiduría, con visión certera y coherencia sorprendente, con talante netamente ignaciano, y con un fervor contagioso, que nos ha ido confrontando de continuo con las exigencias de nuestra vocación en el momento presente.”
Referencia: Noticias de la Provincia, N° 11, noviembre de 2016, pg. 5-7.