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P. Luis Briceño Pardo

+ Bogotá, 12 de diciembre de 2014

No temas, que yo te he rescatado, Te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Is. 43,1.

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Luis Briceño nació en Bogotá el 11 de julio de 1920; sus padres, don Eduardo y doña Leonor, tuvieron siete hijos más, uno de los cuales también fue jesuita, el P. Eduardo Briceño, fallecido el 15 de noviembre de 2002. Ingresó a la Compañía en el Noviciado de Santa Rosa de Viterbo el 24 de agosto de 1937 y realizó los votos del bienio el 25 de agosto de 1939. Allí mismo hizo el Juniorado y después fue enviado a Bogotá para estudiar Ciencias y Filosofía en el Colegio Máximo de 1943 a 1946. Su Magisterio lo hizo en Medellín en el Colegio San Ignacio (1947-1949) y regresó de nuevo al Colegio Máximo de Bogotá para hacer la Teología (1950-1954). Fue ordenado sacerdote el 3 de diciembre de 1952 en Bogotá, luego hizo la Tercera Probación en Santa Rosa en 1955. Emitió los últimos votos el 15 de agosto de 1955.

Comenzó su ministerio apostólico en Pasto, donde fue ministro y profesor del Colegio San Francisco Javier (1955-1956); el año siguiente estuvo en Santa Rosa de Viterbo como ministro y ecónomo. En Tunja, entre 1958 y 1961, trabajó como profesor y luego fue destinado a Bucaramanga, donde fue vicario en la Parroquia del Sagrado Corazón y asesor espiritual del Colegio San Pedro Claver durante los tres años subsiguientes. Después estuvo como espiritual y profesor en San Bartolomé La Merced (1965-1968) antes de ir a Barranquilla como prefecto de disciplina (197073), y espiritual de alumnos en el Colegio San José (1973-1975). Después de esta última labor su misión se desarrolló por entero en Bogotá: fueron 35 años en los que sirvió con su presencia discreta, sencilla y callada en la Administración Provincial, la Comunidad San Pedro Canisio y el Templo de

Nuestra Señora de La Soledad. El Señor lo llamó a su presencia el 12 de diciembre de 2014 en la Residencia San Alonso Rodríguez, a donde había sido destinado a orar por la Iglesia y la Compañía.

Con ocasión de sus sesenta años de Compañía, que cumplió el 24 de agosto de 1997, escribió una nota que transparenta su vida de unión con Dios. El versículo de Isaías que abre esta nota necrológica era el preferido de Luis o “Lucho” como lo llamaban cariñosamente sus hermanos jesuitas. No tenía duda de que el Señor lo había llamado por su nombre a seguirlo como jesuita y compañero; se admiraba de que Dios se hubiera fijado en él, que se reconocía de lejos menos dotado que sus compañeros del Mayor de San Bartolomé: “Desde siempre, vuelvo a decir, pero sobre todo desde hace sesenta años, el Señor me está repitiendo todos los días ‘Tú eres mío’. […] Tú eres mío me dice Dios y yo he tratado de responderle diciendo ‘Tomad Señor y recibid…’ pero también añadiéndole que Él también es mío porque una y otra vez me dice ‘Yo soy Yahveh tu Dios’”. Termina su nota íntima reconociendo que, desde entonces, le preguntaba a Dios: “¿Señor, hasta cuándo? ¿Falta mucho?” Su Señor lo llamaría por fin muchos años después, el 12 de diciembre de 2014, día cuando se cumplió la esperanza que siempre tuvo en el horizonte de su vida y que gustaba expresar tomando prestadas las palabras del Canto de la Esperanza de San Agustín: “Señor y Dios mío, mi única esperanza. Escúchame y haz que no deje nunca de buscarte, y busque siempre tu rostro con ardor. Dame Tú la fuerza de buscar, Tú que has hecho posible que te encuentre y me has dado la esperanza de encontrarte.”

Referencia: Noticias de Provincia, N° 1, enero 2015, pg. 9-11.

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