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P. Jesús Andrés Vela
+ Bogotá, 6 de enero de 2017
Esta labor de reevangelización de los bautizados-paganos como servicio a la fe y promoción de la justicia, en un lenguaje adecuado a culturas y contextos históricos determinados, fue la obsesión de la vida de Jesús Andrés Vela. Durante este quehacer abnegado, supo llegar con gran afecto al corazón de muchos hombres y mujeres, laicos y jesuitas, de diversos rangos de edades, pero especialmente jóvenes. Trataremos de esbozar su vida brevemente y para ello le daremos también la palabra a esa diversidad de personas a quienes introdujo en el camino de reconversión evangélica.
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Jesús Andrés Vela nació el 23 de noviembre de 1924 en Salamanca (España), en el hogar de don José Andrés y doña María Vela, quienes tuvieron otros siete hijos: José María, Francisco, María Pilar, Rosa, Juan Bosco, Vicente y Teresa. Era pues su primer apellido “Andrés”, pero en Colombia siempre fue para nosotros el “padre Vela” o “Jesús Andrés”, toda vez que siempre se pensó equívocamente que “Andrés” era su segundo nombre. La primaria la realizó en el Colegio Salesiano de Salamanca (1930-1935) y el bachillerato en la Escuela Apostólica de Carrión de los Condes entre
¿Qué significa el anuncio primero del Evangelio a cristianos que ya recibieron el bautismo, que están dentro y fuera de la Iglesia? Se trata de suscitar una conversión de los corazones, que ni siquiera está en la perspectiva de las conciencias. El problema radica en que estos cristianospaganos nunca han hecho una síntesis fe-cultura, fe-momento histórico. Se trata de reevangelizar hasta las mismas raíces la cultura y las culturas de los pueblos.
P. Jesús Andrés Vela, SJ
1936 y 1940. Ingresó a la Compañía de Jesús el 3 de septiembre de 1940 en Salamanca, donde emitió los votos del bienio el 8 de septiembre de 1942. Después pasó al Colegio San Estanislao de Salamanca, donde realizó tres años de Juniorado, para luego ir a la Universidad Pontificia de Comillas en la que cursó la Filosofía hasta 1948. El Magisterio lo hizo en Carrión de los Condes (1948-1950), antes de volver a Comillas a estudiar la Teología (1950-1955). Recibió la ordenación sacerdotal el 15 de julio de 1954. La Tercera Probación la hizo en Brasil y emitió los últimos votos el 15 de agosto de 1958. Falleció en Bogotá el 6 de enero de 2017.
Su primera estación en América Latina fue en el Brasil, donde, aparte de realizar estudios de Psicología en Bello Horizonte (1960-1964), sirvió también como espiritual del colegio de Bello Horizonte y como promotor vocacional de la Provincia de Brasil Centro Este, entre otros oficios. Siendo miembro de esa provincia brasileña, fue nombrado en 1967 director del Centro Interamericano de Vocaciones con sede en Bogotá, donde también impartió cursos de pastoral vocacional en la CLAR-CELAM; a su llegada, hizo parte de la comunidad jesuítica del Colegio Mayor de San Bartolomé. Asistió a la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín en 1968, y al año siguiente asumió como director del IPLAJ (Instituto de Pastoral Latinoamericano de Juventud), en el cual colaboró en su fundación, organización y desarrollo. De 1974 a 1978, sirvió como secretario de la Sección de Juventud del CELAM. De estas experiencias eclesiales y apostólicas, surgió su interés por la reevangelización, que se convirtió en tema recurrente en todas sus visitas a los países latinoamericanos.
La sensación de sentirse desligado de la obediencia concreta a un provincial, al vivir en una provincia jesuítica durante varios años y pertenecer a otra, llevó al P. Vela a sugerir que fuera transcrito a la Provincia Colombiana, en la que había encontrado una familia jesuítica que lo había acogido con cariño y en la que ya se había enraizado su corazón. De este modo, en 1973, con la ayuda del P. Hernán Umaña, SJ – para entonces Vice Provincial de Educación y amigo muy cercano del P. Vela – y siendo Provincial el P. Fernando Londoño, SJ, se gestionó la transcripción a la Provincia Colombiana que fue aprobada por el P. Arrupe el 14 de septiembre de ese mismo año. Al año siguiente colaboró, por petición del P. Provincial Gerardo Arango, SJ, como miembro permanente de la Comisión Provincial de Ministerios, a la cual aportó su experticia en pastoral y la importante calidad de contactos a nivel eclesial.
Entre 1975 y 1979 fue además director del Centro de Evangelización y Pastoral de la Provincia. Durante este período de tiempo emprendió la elaboración de materiales catequéticos para los colegios, en coordinación con la Casa de la Juventud. En 1979, el CELAM le solicitó participar en Puebla en calidad de secretario de la Sección de Juventud del mismo, con el encargo específico de coordinar la metodología de trabajo de esa III Conferencia del Episcopado Lati-
noamericano. El insumo de su experiencia pastoral hasta ese momento le sirvió como base de elaboración de su tesis doctoral en misiología en la Pontificia Universidad Gregoriana, estudio que emprendió en 1980. Allí fue además profesor de pastoral y misiología. Al regresar a Colombia, centró su trabajo en la formación de pastoralistas para el trabajo juvenil – tanto laicos como jesuitas y religiosos de otras congregaciones – y para la preparación en planificación pastoral de pastoralistas y actores sociales de inspiración cristiana, en lo que denominaría Seminario de Planificación Pastoral. Este trabajo lo combinó con la docencia en la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana.
Base teórica y práctica importante de ese trabajo pastoral fueron las “comunidades eclesiales de base”, que estaban inspiradas en la experiencia de fe de las primeras comunidades cristianas, actualizada en los condicionamientos y contexto histórico concreto de las comunidades eclesiales actuales. Desde esta perspectiva, el P. Vela definía las comunidades eclesiales de base como “la familia de Dios que forma el núcleo fermento, la célula inicial de estructuración eclesial.” En otras palabras, las entendía como grupos homogéneos y naturales que se erigen en comunidades de fe que encuentra su máxima expresión en la Eucaristía, a partir de la cual se convierten en foco de evangelización y de promoción humana. Así, el P. Vela entendía que era responsabilidad de la Iglesia “cooperar humildemente para que esta promoción del ser humano sea una realidad. Es obra propia de la Iglesia el promover la comunidad humana, en unión de fraternidad y en una acción positiva para que de hecho haya justicia social y entrega de las personas a la promoción de los pueblos. Puede hacerlo por documentos y manifiestos. Pero hay algo más positivo: promover la creación de comunidades de base, que presenten esta realidad ante el mundo.”
En el fondo de este itinerario que continuaría hasta el final de sus días, estaba la preocupación de “anunciar el Evangelio, pidiendo la conversión a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, en la cultura y momento histórico en el que viven”, según lo expresó en una de sus publicaciones en el año 2014. Se trata del problema de la “reevangelización de los bautizados-paganos” que constituyó el núcleo de toda su vida apostólica, del cual hablan mejor aquellos que trabajaron a su lado. Por eso, retomamos a continuación los homenajes póstumos que le hicieran Ángela Jaramillo (coordinadora del Programa para la Paz del Centro de Identidad y Construcción de Comunidad de la Universidad Javeriana), el P. Alejandro Londoño, SJ (con quien trabajó durante décadas) y el P. Rodolfo Abello, SJ (quien lo sucedió en la Casa de la Juventud).
Aprender a caminar con un sabio
Por Ángela Jaramillo
Escribir sobre mi experiencia con Jesús Andrés Vela, SJ o el P. Vela como era conocido, es un regalo y un honor. Sin embargo, iniciar estas letras no ha sido fácil. Durante más de una semana, han llegado a mi memoria miles de recuerdos desde el día que pisé la Casa de la Juventud, el 1 de junio de 1990, hasta el día que vi por última vez a Jesús Andrés, el 5 de enero de 2017, en el Hospital San Ignacio.
Para mí es imposible hablar de Jesús Andrés – como yo le decía – sin mencionar a sus entrañables coequiperos, compañeros de comunidad y amigos: Elkin Arango, SJ y Alejandro Londoño, SJ. Quiero iniciar este relato con la CVX, porque fue allí donde comenzó mi aprendizaje con estos tres caballeros de la Compañía de Jesús, a los que hoy en retrospectiva interpreto y reconozco respetuosamente como una trinidad; cada uno con su rol, su personalidad y sus diferencias, pero juntos tan complementarios. Compartían tres proyectos comunes: la Casa de la Juventud, el Seminario de Planificación Pastoral y la CVX. Jesús Andrés siempre puso la cara, buscó el dinero, se la jugó por estos proyectos y sus amigos como un gran líder. Elkin y Alejo eran su apoyo, sus coequiperos, sus colaboradores y amigos en el Señor.
Cuando pisé la Casa de la Juventud a mis 20 años buscando algo generador de sentido que pudiera hacer, me recibió Alejito a quien había conocido un año atrás por un curso llamado CAJITOS (Curso para Animadores Juveniles), él amable y generosamente me invitó a conocer los grupos que existían y me ofreció la CVX como una opción. Recuerdo las comunidades El Rosal, Rocas, Labradores y Peregrinos. Cada una con sus particularidades y diferencias, cada una asesorada por un jesuita: El Rosal conformada por estudiantes de derecho, javerianos en su mayoría y Peregrinos conformada por una mezcla interesante de jóvenes sencillos y apasionados, eran las comunidades de Jesús Andrés; Rocas era de Elkin, conformada por javerianos de ciencias de la salud y ciencias humanas; y Labradores era de Alejo, una mezcla de jóvenes apasionados y soñadores con un tinte de clase popular.
Éramos diferentes y jóvenes, algunos con más posibilidades económicas que otros pero siempre inquietos por un tema común: ¿cómo ser mejores seres humanos y mejores cristianos, comprometidos con nuestro país por el Reino? Compartíamos la espiritualidad ignaciana, aquella que Jesús Andrés, Elkin y Alejo nos comunicaban semanalmente en Ejercicios Espirituales de 3, 4, 5, y hasta 8 días. Así, año tras año fuimos capaces de superar diferencias y convertirnos en amigos en el Señor.
¿Cómo hacían estos tres jesuitas para que un grupo de jóvenes tan diverso fuera semanalmente a una reunión de 2 ó 3 horas, a una Eucaristía los sábados y anualmente asistieran a Ejercicios Espirituales? Recuerdo que todos teníamos ganas y gusto por la
experiencia de los Ejercicios, pero muchas veces no todos teníamos dinero y Jesús Andrés decía… por dinero no se preocupen, de algún lado saldrá. Y no sé qué magia hacíamos, pero durante 10 años consecutivos todos los de la CVX Bogotá hacíamos Ejercicios en la Casa de Retiros de Cristo Rey, asesorados por Jesús Andrés, Elkin y Alejo. ¡Qué gran regalo! Esta experiencia marcó la vida de todos. Entre 25 y 35 jóvenes viviendo en silencio la experiencia de los Ejercicios cada Semana Santa. Cada sábado organizábamos las Eucaristías, hacíamos apostolado, crecíamos y soñábamos juntos. Algunos fines de semana eran dedicados a la Asamblea Nacional de CVX, a pensarnos como una Comunidad de Laicos comprometidos. Hoy puedo decir que todos, sin excepción, somos mejores seres humanos. Y me alegra saber que varios continúan en esta experiencia ya renovada y transformada. Jesús Andrés inspiró en nosotros el amor por la comunidad, por la Espiritualidad Ignaciana, por ser hombres y mujeres para los demás. Jesús Andrés nos conocía a cada uno por nuestro nombre. Era maestro, amigo, confidente, asesor, compañero de juego, guía.
Fue el primer doctor que yo conocí – doctor en misiología de la Gregoriana de Roma – y admiraba de él su sencillez de vida. Él a sus 65 años manejaba perfectamente el computador, y yo aún no tocaba el primero. Siempre lúdico, bien puesto, cercano, creyendo en la gente y sobre todo en los jóvenes. Un español con nacionalidad brasilera residente en Colombia, profesor de la Gregoriana de Roma, asesor de la Conferencia de Puebla. Era quien, junto con Elkin y Alejito le dedicaba horas a hacer teoría y práctica de la Pastoral Juvenil. Por supuesto que practicaba con nosotros.
Nunca olvidaré el día en que Jesús Andrés me invitó a trabajar en la Casa de la Juventud en 1998, con el Proyecto Liderando Siglo XXI para líderes juveniles, y en el Curso Latinoamericano de Pastoral Juvenil. Él creyó en mis capacidades, me tendió la mano cuando más la necesité y siempre me reservó un lugar en sus afectos. Yo me sentí amada, valorada, respetada, reconocida, útil, tenida en cuenta. Si me preguntaran: ¿cuál es el legado que te dejó Jesús Andrés?, yo diría: creer y confiar en las personas; jugármela toda por los que quiero; trabajar en lo que creo sin desfallecer; hacer de mi equipo de trabajo mi comunidad de vida, mis amigos y coequiperos; soñar con otros. Dedicarles tiempo a las personas y siempre confiar en Dios. Y por supuesto, hacer el examen de conciencia diariamente.
Doy gracias a Dios por haberme permitido caminar junto a un sabio y sobre todo, por haberme permitido acompañarlo la última noche de su vida. Jesús, que en paz descanses, sabiendo que tus enseñanzas y sabiduría perdurarán en la vida de muchas de las personas que tuvimos la fortuna de caminar a tu lado y de beber un poco de tu sabiduría. Descansa con Dios maestro y amigo.
P. Jesús Andrés Vela, SJ, un maestro de la pastoral
Por P. Alejandro Londoño, SJ
A los pocos años de mi ordenación sentía la necesidad de prepararme mejor para la pastoral juvenil. Ya había conseguido una beca para ir a estudiar en España. Pero por esos días vino Jesús Andrés de Brasil, destinado a trabajar con el CELAM. Con sólo escucharlo en un curso de tres días cambié de planes. Me matriculé en el curso del IPLAJ (Instituto de Pastoral Latinoamericano de Juventud), que iniciaría junto con los padres Salesianos y las hermanas de la Presentación. Después lo acompañé en su labor durante 25 años.
Quisiera comenzar, antes de escribir sobre sus aportes a la pastoral latinoamericana, recordando algunas características de su personalidad. Jesús Andrés, ante todo, manifestaba un gran amor por Jesús y en especial por su modo de evangelizar. Y en este sentido acudía con gusto a la Biblia. Igualmente, tenía un carisma muy especial, que era su gran amor a la Iglesia y su modo de hacer pastoral de acuerdo, en esos momentos, con el Vaticano II, que lo marcó muy fuertemente. La tercera característica era su amor a la Compañía y en especial a la forma como el P. Arrupe estaba orientando la actualización de nuestra misión jesuítica. Jesús Andrés se distinguió también por su amor al estudio y por sus inquietudes intelectuales; lo mismo que por su sencillez en el trato con las personas y su sabiduría en la consejería espiritual, a la cual dedicaba mucho tiempo. Era grande el número de personas que acudía a él. Fue mi confesor y director espiritual durante 47 años.
Sus aportes a la pastoral latinoamericana los resumiría en tres aspectos, sin detenerme en las frecuentes asesorías a los capítulos de religiosas y religiosos, ni tampoco en los varios cursos de pastoral juvenil, dinámica de grupos o evangelización a numerosas diócesis. Primero, desde el CELAM su gran acierto fue la manera como condujo la dinámica de la Conferencia de Puebla y la forma como supo orientarla para salvar el “partir de la realidad no de la teoría”. En este caso, partir de las inquietudes, de las angustias y de la problemática recogida en las diócesis durante todo un año, en reuniones y asambleas con los agentes de pastoral y las personas de la base. Algunos obispos, en efecto, deseaban emplear una metodología clásica y partir del excelente discurso del Papa Juan Pablo II, a su llegada a México: La verdad sobre Jesucristo, la Iglesia y la dignidad de la persona humana. Por fortuna, esas verdades se aprovecharon, no como punto de partida, sino como una excelente iluminación, en la segunda parte del texto aprobado.
De otra parte, a los pocos años de funcionamiento, el IPLAJ fue clausurarlo [1976], debido a la coyuntura histórica que influía fuertemente en las imprudencias de los alumnos inquietos por el cambio social, y debido a la oposición del entonces Arzobispo de Bogotá [Mons. Aníbal Muñoz Duque]. Por mandato del P. Arrupe, quien le ordenó hacer algo por la juventud
de América Latina, Jesús Andrés fundó el Seminario Latinoamericano de Planeación Pastoral, al cual le dio al inicio una vida de 8 años antes de cambiarlo por algo distinto. ¡Pero duró 34 años! El Seminario constaba de tres partes: la Perceptiva, en la cual los participantes revisaban su labor pastoral con la ayuda de un grupo de acompañantes; la Analítica, en la cual elaboran sus marcos teóricos con el apoyo de profesores de la Javeriana; y la Planeación, en la cual se regresaba a los grupos iniciales para hacer los planes globales y sus proyectos personales, antes de regresar a sus países.
Finalmente, Jesús Andrés aportó mucho con sus publicaciones. Antes de venir a Colombia ya había publicado algunos libros, en especial en Argentina, como el de Comunidades de Base y una Iglesia Nueva. En Bogotá, Indo American Press Service y los Paulinos le editaron varios textos sobre Dinámica de Grupos, Pastoral Juvenil, Catecumenado, Catequesis Evangelizadora. El Verbo Divino en Pamplona le sacó el de Reiniciación Cristiana. A estas publicaciones hay que añadir gran cantidad de artículos publicados en la revista CIV, cursos de Iglesia y vocación, que superó los 100 números.
Referencia: Noticias de Provincia, N° 1, enero de 2017, pg. 10-17.
Estas fueron algunas de sus publicaciones:
• Reiniciación cristiana, respuesta a un Bautismo “Sociológico”. Pontificia Universidad Gregoriana, 1984 (tesis doctoral).
• Evaluar grupos, un desafío. Verbo
Divino, 1988.
• El proceso de América Latina. Por los caminos de la Nueva Evangelización.
Universidad Javeriana, Indo American Press Service, 1993.
• Evangelizar de nuevo el Kerigma cristiano en un mundo roto. Pontificia
Universidad Javeriana, 2010.
• Reevangelización. El primer anuncio del evangelio a bautizados no cristianos. Pontificia Universidad Javeriana, 2014.