Germen de voces 2021

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Mira cómo sonríe • María Fernanda Suárez García

Mira cómo sonríe María Fernanda Suárez García

De los muchos demonios que se aferraron a mi vida, haciéndome cargar con ellos, no cabe duda de que la envidia clavó sus garras en mi alma, dejando una cicatriz inmunda. Hasta donde mi memoria me permite recordar, la primera vez que este sentimiento me poseyó fue a los siete años en más de una ocasión. Los celos se apoderaban de mi pequeño cuerpo cada vez que veía a las sirvientes de la casa “limpiar” las posesiones de Narcisa. Las escuchaba y reconocía sus voces en la oscuridad de la noche dentro de la alcoba de la mujer que me dio la vida, sostenían los objetos intentando adivinar el precio por el cual podrían venderlos una vez que el señor de la casa decidiera desprenderse de ellos, desde los pequeños pendientes que él mismo le regaló hasta el tesoro más grande del mundo: las botas. Narcisa nunca se aferró a ni uno de los obsequios que sus diferentes admiradores le ofrecían. Decía que mi Padre le juró una estantería entera de zapatillas con tal de que dejará ir esos “pares de carne seca”. Mi madre tuvo muchos zapatos, mas ninguno fue cuidado con tanto cariño como ese calzado. Esa mujer los atesoró casi tanto como atesoraba su trabajo, que ahora yo también cargo. Esas ignorantes brujas se estaban burlando de ese tesoro, tratándolo como si de mierda estuviera hecho. Sólo intenté confrontarlas una vez y mi reclamo se volvió una de las rabietas más grandes que alguna vez pude haber hecho… Después de eso, no me atreví a repetirlo. —Oh. Sólo eres tú. —¿Qué haces aquí?’ La fuerza en mi voz reclamando las botas apenas pudo hacerse presente, mientras me interpelaban. —¿Por qué las quieres? ¿Acaso eres Narcisa? —Ni siquiera eres mujer. Mi repentino tono de voz afirmando que eran de mi propiedad se volvieron acusaciones en mi contra. —¿Por qué nos alzas la voz? Ni siquiera deberías de estar aquí. —El pequeño bastardo ahora se cree heredero de todo, cuando en realidad solo es un pecado abominable a los ojos de Dios. 31


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