Tragedia en Tenkiller
se retorcía de dolor, cuando mi padre y Clay me bajaban a la parte inferior del bote. Scott. mi hermano de doce años, me miró, con la boca abierta; y la cara horriblemente pálida. - ¡Scott! - gritó mi padre, mientras tomaba la primera toalla de playa que estuvo a su alcance. - Toma el timón y conduce el bote. Scott movió la cabeza horrorizado. -¡¡No puedo!! ¡¡No sé cómo se hace!! - Tienes que hacerlo, hijo! ¡Yo tengo que detener esta hemorragia, o si no tu hermano morirá! ¿Morir? Moví la cabeza negando frenéticamente. Yo no voy a mor ir! -¡Aguántate, hijo, vamos a llevarte a un médico! ¡Scott. más vale que te apresures! Papá le daba las instrucciones a gritos de cómo arrancar el motor, mientras mi hermano subía obedientemente al asiento que estaba ante el volante. ¡Hey, no es justo, Scott es menor que yo y va a manejar el bote...! Las palabras de mi padre retumbaban en mis oídos. Miré de soslayo al sol poniente. Las partículas de luz me golpearon los ojos como si fueran copos de nieve que se estrellaran contra los faros de un automóvil a alta velocidad. Yo me retorcía en el piso del bote, aturdido por el dolor y la pérdida de tanta sangre. En algún lugar a lo lejos escuché el motor de un bote que comenzaba a toser para luego funcionar a plenitud. Sentí las vibraciones debajo de mí, mientras nos lanzábamos a gran velocidad hacia la playa. - ¿Por qué a mí? -gritaba yo mientras mi padre y Clay me envolvían las piernas con una toalla tras otra, solo para verla casi al instante empapada de sangre-. ¿Por qué a mí? Podía escuchar a mi padre gritándole a Clay para que hiciera presión en los puntos adecuados, mientras un cada vez más ancho charco de sangre me circundaba. Mis años de entrenamiento como Cachorro y luego como Boy Scout penetraron la cortina del dolor. Recordé las instrucciones del manual de los Boy Scout: que cuando uno se encuen13