Cuaderno 45 - Life´s Good

Page 17

LA CAJA Cuando la tía Felícitas murió, recibí más de cincuenta paquetes que contenían lo que ella llamaba las joyas de su biblioteca. En mi departamento, aquello se convirtió en un problema. Estaban por todos lados y me tomó años ir abriendo, uno a uno, y decidiendo con qué me quedaba y qué dejaba ir. Tuve que regalar muchos libros, vender otros más y con el resto fui poblando los libreros que mandé a hacer y recubrían todas las paredes de mi pequeño hogar. Uno de esos días en el que abría uno de los paquetes, entre los libros, casi al fondo, encontré la caja. Ya casi la había olvidado. Verla me devolvió las tardes fantásticas a lado de mi tía Felícitas. Cuando yo era niña, hurgando en su vestidor descubrí la caja entre su ropa. Inmediatamente llamó mi atención, la examiné detenidamente buscando la forma de abrirla, pero parecía ser solo un cubo sólido de siricote, una madera oscura y pesadísima, con un escorzo claro y oscuro que naturalmente la decoraba. Cuando intentaba abrirla, mi tía Felícitas me sorprendió por detrás, yo di un salto y después me hice la longuis. Mesándome el cabello, fingí estar buscando mi pizarrón magnético, pero ella, que se las sabía todas, todas, me dijo en confidencia que aquella caja era mágica y que, si le guardaba el secreto, algún día me la regalaría. ¿Cómo mágica?, quise saber. Y ella me dijo que esa caja podía darme todo lo que yo deseara, siempre y cuando fuera algo adecuado para mí, coherente con mi persona y que cupiera dentro. No podía pedir dinero, ni un auto último modelo, tampoco una casa. Entonces, tomó la caja y la acercó a la ventana de su cuarto abierta de par en par. “Mira —me dijo—, ¿qué te parece si pedimos una paloma?”, y, colocando las manos sobre el cubo, cerró los ojos. Acto seguido, una de las caras se desbloqueó y se escuchó un zureo. La tía Felícitas la abrió y con ambas manos sacó de su interior una paloma blanquísima que dejó escapar por la ventana. Aquella noche no pude dormir, quedé realmente impresionada y juré guardar el secreto de la tía para siempre. Las siguientes visitas no me decepcionaron, desde muchos días antes yo ya tenía muy claro qué le pediría a la caja y vivía intensamente el gozo anticipado de tenerlo. Era común que, en plena reunión familiar, la tía y yo aprovecháramos la algazara para desaparecer sin ser notadas.

17


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.