Cuaderno 45 - Life´s Good

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MI RITUAL COTIDIANO Me desperté, como todos los días, a las cinco y cincuenta y cinco. Como todos los días, me aseguré de pisar primero con el pie derecho y de levantarme una vez que he apoyado ambas extremidades. Me dirigí al baño a lavarme los dientes. Veinte cepilladas de cada lado, y veinte buches en total para enjuagar. A pesar de que ese día no tenía que levantarme porque no iba a trabajar, continué con mi rutina. Hacía ocho meses que me habían despedido, seguía sin entender por qué. Como en el medio era yo bastante conocido y tenía buena reputación, había pensado que me sería fácil colocarme nuevamente, pero después de ocho meses empezaba a darme cuenta de lo que significaba la palabra discriminación y tercera edad. A los viejos nadie nos quiere, y eso que en aquel entonces apenas tenía sesenta años. En esos ocho meses me habían ofrecido algunos puestos menores, sí, pero no estaba dispuesto a aceptar cualquier trabajo, debía cumplir por completo con mis expectativas, estar a mi altura. Mientras eso sucedía, me había entretenido en poner un poco de orden en mi vida. Clasifiqué todos los discos de mi extensa discoteca por estricto orden alfabético, por género, por año. Mi ropa la separé dependiendo del uso que le daba, por color y por horas de uso. Me sentía contento al pensar que ya empezaba a llevar el kilometraje de cada par de zapatos que usaba. Después, empecé a ordenar todos los documentos que tenía y noté en la escritura de mi casa asentado un total de metros cuadrados que me pareció excesivo. Como tenía que cuidar el dinero, no estaba dispuesto a regalarle ni un peso a nadie, y menos al gobierno, que seguramente había estado cobrando de más el predial durante varios años, debido a un descuido mío causado por las largas jornadas de trabajo. Entonces, me puse a medir con una vieja cinta métrica la casa de esquina a esquina. Haciendo cálculos, había llegado a la conclusión de que el fisco llevaba veinte años cobrándome un predial por una propiedad siete metros más grande de lo que en realidad era, así que empecé a hacer los trámites de regularización. Esa mañana me dirigí por enésima vez al Catastro para preguntar cómo iba mi asunto y cuándo estaría lista la corrección del dato. El edificio donde se encontraban las oficinas era un estacionamiento de una construcción abandonada. Había que entrar por otro edificio de locales que estaba a un costado y llegar hasta una especie de jardín interior que separaba a 19


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