23
octubre 2020
mirá
Biografía 1 Su primera tarea como directora la ejerció con las barbies. Para ellas escribió sus primeros textos, también se desempeñó como vestuarista cociéndoles vestidos con retazos de tela. Sus primeras obras de muñecas giraban en torno a Liliana, que era secretaria de un jefe muy importante y siempre se enamoraba de un muñeco (el único que tenía). El conflicto era que todas se enamoraban del mismo muñeco. No era el más lindo (era un segunda marca con dientes blanquísimos), pero sin dudas era el más codiciado: sólo tenía un varón y aún no sabía que las mujeres se podían enamorar entre sí (esa información le hubiese facilitado mucho las cosas a ella y a sus muñecas solteras también). Tomó clases de dramaturgia de las novelas que miraba con su abuela, novelas que a pesar de ser todas muy distintas con variedad de personajes, siempre se trataban de una pareja heterosexual que se amaba. La mujer sufría y el hombre también. Bueno, pero él no tanto porque siempre se casaba con otra mujer (la mala) y odiaba a la primera mujer (la sufriente). Esta idea del amor la ponía muy nerviosa, ella nunca entendió por qué era tan difícil y complejo el amor. Su primera vez como actriz en teatro le tocó hacer de esclava, pintada con corcho. Había otros papeles, roles como el de dama antigua, pero estaba excedida de peso y la profe de educación física, encargada de los actos escolares (sí, leíste bien, la profe de educación física se encargaba de los actos escolares), le dijo que mejor fuera esclava. Tuvo que cocinar docenas de empanadas que después regaló al público, que festejó su presencia por comer empanadas gratis. Nada se dijo en ese acto de la esclavitud, nada se dijo del exterminio de los afroamericanos. Ella era esclava y debía actuar de feliz como si eso fuera lo más natural, era lo más natural en ese acto. Recién en tercer grado tuvo su primer protagónico, por descarte, luego de que el suertudo, que había sido seleccionado, se arrepintiera a último momento y como no había voluntarios, la maestra decepcionada accedió a su pedido. Ella se pintó los bigotes de corcho quemado ( el corcho es un clásico no importa cuando leas esto) e interpretó felizmente a Don Quijote. Tantas ganas tenía de actuar que la anotaron por fuera del colegio en Comedia Musical, y el primer año los chicos bailaron trajeados "Mi nena me quiere a mí", mientras que ella, junto con sus compañeras, las chicas, mostraban sus traseros a público, con un culotte bordado cantando "Yo no puedo decir que no". Ella a los quince tomó clases con un prestigioso y pajero director que un día disconforme con su actuación le tocó las tetas. Le dijo que era para hacerla sentir, le dijo que no le pasaba nada, que quería ver si el contacto la activaba. Ella estuvo rodeada de compañeres en esas clases, pero nadie dijo nada, entonces pensó que estaba bien, que era así el teatro e intentó hacer lo que le pedían: sentir… Pero sólo sintió la vergüenza de ser manoseada en público, con la impunidad que parece dar el teatro a ciertos seres deplorables.
Este escrito está formado por historias verdaderas de compañeras teatreras que me mandaron sus experiencias al preguntarles si recordaban haber sufrido alguna situación compleja en el teatro por ser Mujeres. Si vos también tenés algo para contar y querés que sea parte de estas biografías ficcionales, escribinos a revistalazancada@gmail.com y poné en asunto Ella.