Granuja 5

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Revista de creación artística

La silueta escribe. No. Eres tú. Tú eres la silueta. Te has reconocido. Cae otro relámpago. La silueta, tú, te sobresaltas. No ves lo que escribes sobre la hoja. No dejas de mover el lápiz. Un relámpago más. El

cielo se cierra ante una tormenta inesperada. Sigues escribiendo. Ya no sabes si estás afuera o adentro de tu habitación. Todo es confuso. Sigues escribiendo. El sonido de las gotas gruesas de agua desea abrir el techo.

La silueta, tú, miras hacia el techo por el sonido escandaloso de la tormenta queriendo entrar a tu habitación (¿o quizá, por ti?). Dejas de escribir. «No tengas miedo de lo que eres ahora», dijo la

penumbra. No tenemos miedo. Quizá es pánico. La silueta, tú, miras hacia la ventana. ¿Habrás sentido nuestra presencia?, es imposible porque somos invisibles para ellos. Sin embargo, la silueta, tú, giras tu

cabeza de izquierda a derecha. Parece que te has visto. Miras, con interés, hacia nuestra dirección. Hacia nosotros.

Nos observas con una mirada amplia. Ojos como platos sin parpadear que nos muestran lo lechoso de tu esclerótica. Tomas el lápiz y lo clavas en tu ojo derecho. El izquierdo permanece inmutado,

ajeno al suceso. No das señales de dolor. Nos das una sonrisa enorme. Abres tus fauces. Retiras el lápiz y tu ojo salta de la cuenca. Nos presentas la pequeña orbe que cuelga de una fina membrana haciendo

movimientos pendulares. «Yo ya estoy en casa, ahora es tu turno», dijo la penumbra. El ojo que te cuelga parpadea con un siniestro guiño.

Existir Grillete parpadeante y golpe de heridas congeladas

Ale Montero

por el fallecimiento de una nube y la flor acribillada por la madrugada, el tiempo amarrado al pavor. Susto ahogado en párrafo

junto al periodo inmolado al dormir la noche en agotado cuerpo, bajo esa epidermis habita un cementerio de párpados entre el cadavérico murmullo atado al oído.

La muerte palpita soterrada en minuto de espanto, chispea en las playas encubiertas de las manos,

en el mortecino perfume de mirada diseñada por el firmamento, y en los huesos torturados por el sadismo del oxígeno.

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