Xuncos. Revista escolar do I.E.S. A Xunqueira I. nº 32
Impedir que el mundo se deshaga
La guerra trae más preguntas que respuestas
l terror y todos los fantasmas de un pasado cruento han despertado con el inicio de la guerra en Ucrania por parte de Rusia, poniendo de manifiesto que la crueldad y avaricia humana no tiene límites. Como señalaba Eduardo Galeano, las guerras mienten, ninguna tiene la honestidad de confesar: ―yo mato para robar‖. Nos habíamos acostumbrado a ver la masacre y sus secuelas desde lejos y a día de hoy la sentimos más cerca que nunca. El susurro ensordecedor de la guerra hiela la aorta, inunda la sangre, cristaliza la epidermis, y hace que estalle en mil pedazos la consciencia infantil de una vida ahogada por el delirio de una pesadilla hecha realidad. La impotencia y los llantos ahogados por la muerte se desvanecen, solo persiste la crueldad, el aturdimiento por el miedo, el polvo, los gritos, los disparos, las bombas, la sangre, la muerte y sobre todo el silencio, los rostros retorcidos de dolor de niños, adultos y ancianos inocentes, las miradas cegadas y efímeras, destinadas a mirar a una eternidad inmortalizada en el infierno y arropadas por los escombros y la tierra húmeda. A partir de ahí, toda una vida guardada en una maleta parece ahogarse en la vulnerabilidad, indefensión, terror y en un afán impetuoso por sobrevivir y dirigirse hacia un horizonte completamente incierto, en busca de refugio y auxilio, dejando un hogar y toda una existencia tras de sí. La guerra ha puesto en evidencia que tristemente hay vidas que parecen valer más que otras. Los bombardeos en ciudades de Yemen o Palestina no son muy diferentes a los de Kiev, pero mientras unos refugiados son acogidos con los brazos abiertos, a otros se les deja morir en el Mediterráneo. Como muy bien señalaba Margaret Atwood, ―espero que las personas finalmente se den cuenta de que solo hay una raza, la raza humana, y que todos somos miembros de ella‖. Debemos tener en cuenta que estamos ante un escenario de periodismo de guerra donde cada bando utiliza las comunicaciones en su favor, emplea el lenguaje que le es favorable. Además, la guerra en Ucrania está teniendo un grave impacto en múltiples aspectos de la economía mundial y las consecuencias podrían ser todavía más devastadoras, lo cual es realmente preocupante. En definitiva, es muy entristecedor que se siga recurriendo a la guerra para solucionar los problemas que tendría que zanjar la política, sin importar el sufrimiento ni las vidas humanas inocentes que arrebatan para lograr sus crueles objetivos a toda costa. Como señaló Albert Camus, ―cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea acaso sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga.‖
a guerra. ¿Qué es la guerra? ¿Significa guerra lo mismo que años antes? Los motivos varían, pero las consecuencias siempre son las mismas. Consecuencias que se mantienen en el tiempo, en el alma de los territorios involucrados, más allá de lo que se observa. Y aun así, volvemos al mismo punto. ¿Qué es la guerra hoy sino el fracaso del ser humano, del progreso del que se jactan los políticos en sus conferencias, del progreso que estudiamos día a día en la escuela esperando no cometer el mismo error de antaño? Y ahora tenemos una nueva guerra azotando el panorama mundial. ¿Es acaso el fracaso de la diplomacia? ¿O la falta de intento? ¿O quizás la diplomacia es una simple fachada, la cara bonita de los lideres para calmar la población? Ya se habla de una tercera mundial, cuando es lamentable hablar de una segunda. No aprendimos del error la primera vez y esta tampoco parece ser la diferencia. Nos tropezamos con la misma piedra una y otra vez, cayendo en el bucle. ¿Qué ocurrirá si la tercera guerra mundial llega y ocurre como en la primera? ¿Dará paso a una cuarta? Posteriormente habrá años de supuesta calma, de guerras entre países de las que las noticias ya no se harán eco. Y comienza el vicio. Si este es el caso, ¿estará en la naturaleza del ser humano el luchar? ¿O solo cuando accedes a cierto poder es cuando se prefiere el conflicto? Al fin y al cabo, pocos son los ciudadanos que busquen perder su vida por un conflicto en el que ellos no han participado directamente. Se busca siempre el culpable, señalar a alguien para cargar con las responsabilidades, y todo el peso acaba cayendo en los propios ciudadanos. Son ellos los que luchan, son ellos quien se arriesgan en nombre de una persona más poderosa y los que caerán sin saber nunca las verdaderas intenciones de la lucha. ¿Y que deberíamos hacer? ¿Cómo deberíamos sentirnos? ¿Tenemos acaso el derecho de hablar de esto, redactándolo en nuestras cómodas casas al tiempo en que gente en otros países huyen para salvarse? Porque hoy es en Ucrania, pero ayer fue en Siria y anteayer en Irán. En realidad, vivimos en guerras constantes y ni siquiera nos damos cuenta. O no queremos hacerlo. Si ese es el caso, ¿significa que hay unas guerras más importantes que otras? ¿Qué hace que una guerra se destaque de otra? Parece que el simple pensar en guerra trae más preguntas, que respuestas. Se trata de algo común pero enigmático al mismo tiempo. Nuestra historia se nutre de grandes batallas, derrotas y victorias, en las que se tiene puesto un motivo, pero continúa sonando ilógico. Y si es ilógico en el pasado, es absurdo también en el presente. Y al final del día, la respuesta es que la guerra no es más que la manifestación pura de lo absurdo. Raquel Abilleira Rodríguez (2º E Bach.)
Laura Iglesias Pérez (2º E Bach.)
15