Revista Metodista nº 229

Page 5

Coronavirus y agua de vida que no se toma en soledad

Guido Bello

Estamos viviendo un tiempo de crisis y de miedos. A la crisis del coronavirus se agrega la crisis del miedo y del egoísmo, y a las dos se suma la crisis económica. Paro de actividades en la industria y en los grandes comercios, en las escuelas y en los eventos deportivos. Hasta se han suspendido grandes marchas como en Argentina la del 24 de marzo, evocando la última y terrible dictadura militar en ese país. Algunos estamos viviendo esta crisis con preocupación, pero sobre todo con ocupación, como se ha dicho, es decir, con una buena dosis de cuidados mutuos. Algunos otros y algunas otras la viven acumulando hasta grandes cantidades de papel higiénico y grandes cantidades de histeria egocéntrica, incluso con episodios de violencia. En el leccionario ecuménico recordamos el lindo texto bíblico de la mujer samaritana1, que conocemos tanto pero que podemos repasar brevemente. Al evangelio de Juan le gusta pintarnos en grandes pinceladas los temas más importantes que preocupaban y ocupaban tanto a Jesús, con personajes como el político Nicodemo y el ciego de nacimiento, entre otros, y con esta mujer pobre, no “pobre mujer”, porque era sencilla e inteligente, trabajadora y capaz de transformarse en una líder comunitaria. Jesús se encuentra con esta mujer en el desierto de Samaria, cuando va sola con todo el sol del mediodía, a buscar agua en el único pozo de la zona. ¿Por qué va sola, por qué no quiere encontrarse con nadie? Seguramente porque muchos no la quieren, porque muchos hablan mal de ella, porque ha tenido cinco compañeros que la han abandonado, y ella, solo ella debe tener la culpa, dicen ellos, y lo repiten también muchas de ellas.

Cerezo Barredo

tana de nación y de credo, y para peor, sin agua, que la tiene que ir a buscar caminando hasta el pozo de Jacob. El diálogo es muy interesante. Jesús, el maestro judío, le pide a la mujer samaritana un poco de agua. Ella ataca enseguida:

Y ahora se encuentra con un maestro judío, justo con ella, que no quiere a los judíos porque se creen superiores con su templo grande de Jerusalén y que desprecian a los samaritanos como ignorantes respecto al verdadero culto y la verdadera religión. Así que las tiene todas en contra: mujer, pobre, samari-

—¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides agua a mí, que soy samaritana? Y Jesús no se queda atrás, con mucho respeto, pero firme:

5

REVISTA METODISTA N° 229 Marzo/Abril 2020


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.