Boletín Alas-OE #361

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DOCUMENTOS 78. ¿Estamos en una primavera eclesial?: Eduardo de la Serna Hace ya casi una eternidad, el papa Benito XVI nos hizo el mejor de los regalos: ¡su renuncia! Dejando así claro que ser – o haber sido – un teólogo excelente no lo transformaba en un buen pastor, y menos aún un buen obispo de Roma. ¡No lo fue! En realidad, había sido una de las dos manos derechas del Papa eterno, Juan Pablo II. Si Benito había sido débil, dulce, temeroso y de escucha, Juan Pablo había mostrado todo lo contrario. Autoridad y rigor… o autoritarismo. Pero, y acá lo grave, ambos abrieron las puertas (o mejor, cerraron) a todos los conservadurismos. Tanto que muchos creyeron, ¡y siguen creyendo! que tal es la Iglesia, ¡la verdadera! ¡La única! y – por tanto – toda otra mirada, perspectiva o disidencia debía ser sancionada. ¡Y vaya que hubo sanciones! Pero al abrir las puertas a los conservadurismos, que idolatran el rigor, la firmeza y el poder, abrieron las puertas a muchos demonios que empequeñecen a Pandora: amantes del poder, y dispuestos a ejercerlo, se hicieron patentes los abusos. Abusos en su mayor parte callados o disimulados por los papados idos: Legionarios de Cristo, Verbo Encarnado, Karadima, Toca de Asís, Sodalicios, Miles Christi… y siguen. Y, entre tanto, los poderes se anquilosaron en la curia. Mafia, lo llaman algunos. Renunciado Benito, ¡―habemus Papam!‖, Francisco. Hace ya más de 7 años tenemos nuevo Papa. Era difícil que fuera peor, así que había motivos para tener esperanza. Un Papa con experiencia pastoral (algo de lo que Benito carecía absolutamente), que conocía el mundo de los pobres, era motivo de confianza. Pero los ―papólatras‖ empezaron a hablar de ―primavera de la Iglesia‖. ¡Como si un Papa fuera la Iglesia! Seguía toda la estructura creada por el papado interminable y continuada por el papado débil… ¿Seguía? ¡Perdón! … ¡Sigue! Podríamos preguntarnos ¿qué cambió en la iglesia con el nuevo Papa? Cambió un tono, no hay teólogas ni teólogos señalados, hay un lenguaje más amable, se puede hablar de los pobres sin ser señalados… Pero ¿qué cambió? La curia (= mafia), allí sigue; las mujeres, allí (no) siguen; los cardenales y nuncios allí siguen; los sínodos no escuchados allí siguen… El reciente documento de la Congregación para el Clero, la presencia de Sarah… ¿Qué cambió? Lindos gestos, buenas palabras, nada

de fondo. ¡Y van más de 7 años! Pero, eso sí, el papa ―creó una comisión‖. Artículo publicado en Religión Digital (ecupres.com) 27/07/2020

79. Más allá del fundamentalismo: Desafío a los movimientos pentecostales: Carmelo Álvarez Introducción En este trabajo intentamos examinar el contexto histórico-religioso de Estados Unidos en los siglos XIX y XX, para ubicar los movimientos religiosos que influyen en el movimiento pentecostal norteamericano, en las primeras décadas del siglo xx. Se destacan el movimiento de santidad, el dispensacionalismo, el fundamentalismo, y cuál fue el papel preponderante e influencia de estos movimientos en el pentecostalismo. El movimiento pentecostal, su importancia y despliegue, es examinado. Cuál ha sido lo distintivo en el movimiento pentecostal, que lo diferencia del fundamentalismo, también es abordado. Se ofrecen algunas conclusiones. El contexto histórico-religioso de Estados Unidos (Siglos XIX-XX) Cuando irrumpen en el escenario social y político de los Estados Unidos diferentes movimientos religiosos, en el siglo XIX, había una oleada de migraciones europeas hacia la nueva república con una aspiración a vivir en una tierra de libertad y nuevas oportunidades. Era la época en que el espíritu de frontera iba expandiendo el territorio con nuevas conquistas y colonizaciones. Algunos historiadores, como Frederick Jackson Turner, [1] han sostenido la tesis de la expansión fronteriza como la determinante para el crecimiento y el progreso en la sociedad norteamericana, en los primeros cincuenta años del siglo XIX. La expansión económica y comercial dinamizó el proceso de transformación de los Estados Unidos hasta convertirlo en una potencia política y económica más allá de las fronteras de su territorio, particularmente en la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Es el momento en que el capitalismo liberal y las economías de mercado están en franco desarrollo. Un objetivo claro en el espíritu aventurero y en el afán de lucro de la época era la búsqueda de minerales, específicamente el oro y la plata. Unido a ello estaba la explosión demográfica, el exterminio de los pueblos originarios y la trata negrera para implantar el sistema de esclavitud, con la conocida consecuencia de una Gue-

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