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9. La hacienda como unidad de gestión: rentabilidad, decisiones
PoblaCión, ProduCCión agraria y MerCado interno, 1700-1824 | 53
personal auxiliar de una hacienda esclavista, era indispensable la presencia de uno o varios guardias dedicados a evitar la huida de esos trabajadores. La remuneración del personal administrativo y técnico combinaba dinero en metálico y especies, y a veces se les concedía derechos a cultivar en una parcela.
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Los trabajadores de la hacienda presentaban una variedad de situaciones fundadas tanto en el carácter estacional del ciclo productivo rural, como en los distintos regímenes de trabajo existentes. En las grandes haciendas costeñas y aun en las de menor dimensión, estaba presente la esclavitud; lo mismo ocurría en algunas haciendas serranas donde se cultivaba caña de azúcar. Su número dependía estrictamente de la capacidad económica del propietario. La dieta de los esclavos tenía un alto contenido de calorías: maíz, arroz, frijol, a veces pallares, y necesariamente debía incluir carne de res o carnero como fuente de proteínas. En las haciendas jesuitas se agregaba un complemento de tabaco, miel y aguardiente que, por lo general, se entregaba a los esclavos en los días de fiesta. Los esclavos no recibían remuneración alguna, pero ciertas haciendas permitían que, dentro de sus linderos, los esclavos cultivaran hortalizas y granos y criaran puercos y aves de corral en pequeñas chacras. Los esclavos vivían en el galpón y eran atendidos en la enfermería en caso necesario. Este sistema de trabajo se apoyaba en la amenaza de la violencia, por lo que había espacios destinados al castigo de los esclavos rebeldes al trabajo o que intentaran huir.
Otros regímenes de trabajo afectaban a la población indígena. La mediación de la autoridad política —corregidores, caciques y mandones— era inevitable, sobre todo, si se trataba de mitayos. El sistema de la mita tuvo incidencia en la explotación agraria, aunque fue disminuyendo en el siglo XVIII. El repartimiento de mitayos, es decir, la adjudicación de trabajadores indígenas era un derecho que podía ser arrendado y hasta dado en herencia por su beneficiario original. El mitayo rural o séptima del campo prestaba un servicio temporal. Su número nunca debía exceder la séptima parte de los tributarios registrados en la matrícula, en la que no se incluía a los funcionarios indígenas civiles y religiosos: caciques, alguaciles, regidores, cantores, maestros de capilla, sacristanes. A los hacendados les interesaba fundamentalmente emplear mitayos en la ganadería, pues los jornaleros no acudían voluntariamente a cuidar ganado; sin embargo, no se autorizaba el uso de mitayos para determinadas ramas de la producción agraria, como la extracción de coca.51
Las haciendas, especialmente en la sierra, contaban con trabajadores indígenas permanentes que se establecían en ellas mediante diversos arreglos con el propietario: los arrendatarios, que pagaban al propietario en trabajo y parcialmente en especies; los yanaconas, que trabajaban para la hacienda a
51. Macera 1977b: 200.
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cambio de un “salario” compuesto de ropa, dinero, alimentos (papas, legumbres, granos, sal), y podían recibir pequeños lotes de tierra de cultivo para complementar este ingreso. Por tanto, el salario rural, aunque tuviera un valor monetario, estaba formado básicamente por especies, convirtiéndose así en un vínculo contable de deudas y alcances que permitía retener a los trabajadores en la hacienda, de forma que los días trabajados se valorizaban como pago de dichas deudas. Dentro de esa deuda, se incluía también el tributo que pagaban obligatoriamente los indígenas.
Aunque no estaba libre de encontrarse atado por deudas y otros mecanismos de coerción, existía también la figura del jornalero libre que percibía un salario de 4 a 6 reales diarios en moneda contante y sonante, más tres comidas. Este trabajador se empleaba temporalmente en momentos en que las labores del campo lo exigían, principalmente de mayo a septiembre.52 La deuda era un mecanismo de retención del trabajador que podía aplicarse tanto para inmovilizar al trabajador, como para atraerlo con la perspectiva de un pequeño crédito, mediante el enganche. También, como en el caso de la esclavitud, la resistencia posible y real de los trabajadores generó empleos de “buscador”, el encargado de perseguir a los hombres huidos de la hacienda y hacerlos regresar para que trabajaran en pago de sus deudas.
9. La hacienda como unidad de gestión: rentabilidad, decisiones
En la historia colonial del siglo XVIII, las haciendas mejor estudiadas, dada la abundancia de documentación conservada, han sido las que estuvieron en manos de los jesuitas. El colegio jesuita era la entidad administrativa superior a la que pertenecía una variedad de haciendas y predios urbanos y rústicos. Por tanto, al referirnos a la hacienda jesuita como empresa, necesariamente dejaremos de lado este aspecto de la gestión jesuítica. La institución de la esclavitud sostuvo todo el peso de la rentabilidad de estas haciendas, sobre todo, en las de caña de azúcar y viña. La provisión de esclavos con que dotaron sus haciendas fue incrementándose paulatinamente; para su adquisición, los jesuitas optaron por reservar una partida de los ingresos anuales obtenidos. El precio de un esclavo promedio parece haberse estabilizado a mediados del siglo XVIII (véase cuadro 16).
Se ha mencionado que en muchas haciendas se permitía a los esclavos cultivar pequeñas chacras para que produjeran sus propios alimentos. Los jesuitas, además de esta opción, arrendaban chacras de su propiedad a personas que se comprometían a proporcionar cuotas fijas de los productos que integraban la canasta básica del esclavo. El trabajo esclavo se combinaba con otros tipos
52. Macera 1977b: 206.
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CUADRO 16 VALOR UNITARIO PROMEDIO DE UN ESCLAVO EN LA HACIENDA JESUITA DE HUAURA, 1695-1766
Años Valor (en pesos) 1695-1710 700 1710-1713 461 1714-1721 600 1751-1766 500
Fuente: Cushner 1980: 121.
de trabajo, sobre todo, en determinadas fases del ciclo agrícola para las que se contrataba jornaleros. No parece haber una relación definida y estable entre la productividad del esclavo y la extensión de la propiedad. Para calibrar de modo exacto esta relación, es indispensable un conocimiento de la composición demográfica del grupo esclavo trabajador, datos que no siempre se hallan al alcance del historiador. En el cuadro 17, se aprecia que el trapiche Naranjal prácticamente producía el mismo valor con 151 esclavos que el trapiche y calera La Molina con solo 200. Estas diferencias podrían explicarse por el tipo de producción de cada unidad y por su valor diferenciado: el primero solo producía caña de azúcar y sus derivados, mientras que el segundo producía, además, cal y otros materiales de construcción.
CUADRO 17 ESCLAVOS Y RENDIMIENTO DE SU TRABAJO EN PROPIEDADES DEL VALLE DE LIMA, 1773-1775 (en pesos de a ocho reales)
Fuente: Vegas 2000: 185. * Se calcula descontando únicamente el gasto de jornales, manutención de esclavos e insumos.
Haciendas y chacras
Nº de esclavos fanegadas útiles Producto total Beneficio bruto* Producto total por esclavo
Trapiche Maranga y Maranguilla 151 140 14.800 7.917 98
Trapiche Naranjal 100 100 12.000 4.239 100 Trapiche y calera La Molina 200 70 15.000 9.264 75 Chacrapampa del Rey 32 48 9.070 6.170 193 Buenavista y Villena 60 66,5 7.500 3.858 125
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La decadencia de la mita agraria en el siglo XVIII, posiblemente, afectó con más intensidad a las propiedades serranas. Los hacendados laicos y religiosos recurrieron a complejas combinaciones para obtener trabajadores. Por ejemplo, las haciendas betlemitas del Cuzco que operaban con yanaconas endeudados compraban, además, las deudas de trabajadores indígenas penados con cárcel para que las redimieran con su trabajo en dichas haciendas. También arrendaron las tierras altas de sus haciendas a “piqueros”, quienes, fuera de pagar una renta en dinero, constituían una reserva de mano de obra eventual para trabajar en las chacras de maíz.
El examen de las haciendas en manos de los betlemitas permite detectar que, a lo largo del siglo XVIII, tuvieron lugar cambios importantes en la manera de conseguir trabajadores: se incrementó el gasto en indios “maquipuras” (jornaleros) y en “indios de mandamiento”. Se denominaba “indios de mandamiento” a los individuos de los pueblos que eran enviados por los caciques después de haber ajustado su número y remuneración con la hacienda. En la gestión del gasto de la hacienda Pachar, es posible distinguir tres períodos: en el primero, de 1729-1733, el promedio de efectivo enviado a la hacienda para gastar en raciones y socorros y para adelantar dinero a los indios yanaconas representaba un 59%, mientras que los repartos de ropa llegaron a un 24%, un 7% se destinó a los salarios de los maquipuras y el resto se empleó en el pago del tributo, los servicios religiosos y la comida. Entre 1772 y 1794, el promedio de gastos en raciones y socorros apenas si representó un 7,5%, los gastos en ropa aumentaron a 32% y hubo un incremento sorprendente en los gastos en servicios religiosos (42,1%). Los maquipuras llegaron a absorber el 9%. El importante gasto coyuntural en servicios religiosos se explica, en parte, por la acumulación de deudas que debían ser canceladas en concepto de obvenciones (pago por sacramentos), pago por bulas (documentos eclesiásticos que aseguraban gracias e indulgencias a los difuntos y a las ánimas del purgatorio), por sermones del cura en misas para los indígenas, etc. De 1795 a 1800 destaca el mayor gasto en jornaleros asalariados no vinculados a la hacienda: los maquipuras absorbían un 30% del gasto, seguido por el 24% asignado a los indios de mandamiento. También aumentó el monto destinado al pago de tributos de los indios adscritos a la hacienda (véase cuadro 18).
En la hacienda Sillque, también se observa el mismo proceso: el promedio de gasto en los maquipuras o asalariados y en los indios de mandamiento adquirió mayor significación en la gestión de la hacienda durante las últimas décadas del siglo XVIII. Al igual que en Pachar, aunque durante un período más corto, el promedio del gasto en servicios religiosos subió enormemente de 1781 a 1784 (véase cuadro 19).
Pese a la importancia del gasto en efectivo en salarios, ello no significaba que los trabajadores recurrieran al mercado para satisfacer sus necesidades,
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CUADRO 18 PORCENTAJES PROMEDIO DEL GASTO EN LOS TRABAJADORES DE PACHAR (CUzCO), 1753-1800
Concepto 1753-1771 1772-1794 1795-1800 Raciones y socorros 59,5 7,5 9,4 Indios de mandamiento — — 24,6 Indios maquipuras 7,9 9,6 30,8 Ropa 24,5 32,3 21,8 Tributos 0,3 5,4 10,3 Servicios religiosos 2,4 42,1 2,3 Comida 5,4 3,1 0,6 Total 100 100 100
Fuente: Glave y Remy 1983: 363
CUADRO 19 PORCENTAJES DEL GASTO EN LOS TRABAJADORES DE SILLQUE (CUzCO), 1729-1807
Concepto 1729-1733 1763-1769 1781-1784 1796-1807 Raciones y socorros 59,60 82,40 — 5,0 Indios de mandamiento — 1,05 — 42,6 Indios maquipuras — 0,07 — 33,6 Ropa 39,97 14,28 44,8 11,1 Tributos 2,25 0,10 — 5,9 Servicios religiosos 3,29 0,46 54,1 2,3 Comida 0,89 1,65 1,1 0,3 Total 100 100 100 100
Fuente: Glave y Remy 1983: 363
pues eran los empleadores quienes, con dinero metálico, adquirían los bienes que luego entregaban como salario.53
En contraste con lo que ocurría en las haciendas maiceras de los betlemitas, la hacienda jesuita de caña de azúcar de Pachachaca, situada también en el Cuzco, contaba con 100 esclavos aproximadamente. En 1770, había 39 hombres adultos, 39 mujeres adultas, 7 muchachos, 9 muchachas, 3 niños, 3 niñas y 4
53. Glave y Remy 1983: 371.