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IV. La minería del oro

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Sobre los autores

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la minería en el Perú en la éPoCa Colonial tardía, 1700-1824 | 127

CUADRO 5 PARTIDOS DEL VIRREINATO DEL PERú, SEGúN NúMERO DE OPERARIOS MINEROS EN 1799

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Partido Intendencia

N.º de operarios mineros

N.º de empresarios mineros Pasco Tarma 2.470 112 Huarochirí Lima 920 76 Hualgayoc Trujillo 882 86 Huallanca Tarma 632 36 Cajatambo Tarma 480 14 Lucanas Huamanga 429 37 Pataz Trujillo 284 40 Parinacochas Huamanga 252 22 Castrovirreina Huancavelica 231 21 Conchucos Tarma 228 20 Huamachuco Trujillo 206 23 Lircay Huancavelica 202 32 Otros partidos 1.659 198

Total Perú 8.875 717 Relación entre el n.º de operarios y el de empresarios 22,1 12,1 10,3 17,6 34,3 11,6 7,1 11,5 11,0 11,4 9,0 6,3 8,4 12,4

Fuente: Fisher 1977: 196-197.

empleados fijos, sino estacionales. El documento sobre el que se ha basado este cuadro no nos informa si se ha considerado solamente a los trabajadores efectivamente presentes en el momento del registro, o a todos los que declaraba el empresario minero (me inclino a pensar esto último, ya que tal estadística fue confiada al Tribunal de Minería, cuya práctica era recabar la información de cada diputación, en vez de levantarla por sí mismo). Es interesante comprobar, sin embargo, que las minas de la intendencia de Tarma, como las de Pasco, Huallanca y Cajatambo, eran las que tenían el mayor tamaño en cuanto a número de operarios. Pasco, que reunía el 27% del total de operarios mineros del virreinato, aportaba poco más de un 50% de la producción de plata, de lo que puede deducirse la mayor productividad de sus minas y su mano de obra.

IV. La minería del oro

La minería aurífera fue un elemento importante del Perú colonial. Después de la plata, las exportaciones del virreinato que se dirigían a Europa consistían en

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cacao (procedente, sobre todo, de Guayaquil) y oro. Por tanto, el oro venía a ser la tercera exportación peruana, redondeando aproximadamente un diez por ciento del total hacia finales del siglo XVIII. Lamentablemente, la investigación histórica ha descuidado la minería aurífera, por lo que se cuenta con escasa información sobre las minas de oro y las empresas dedicadas a esta actividad. Aparentemente, era trabajada por empresas de muy pequeña escala, que desarrollaban sus acciones tanto en vetas como en lavaderos. Durante sus mejores momentos, hacia mediados del siglo XVIII, la minería aurífera produjo alrededor de diez mil marcos por año; lo que, convertido en su equivalente en plata, representaría aproximadamente un cuarto del valor de la producción de plata de esa misma época en el Bajo Perú.

Era corriente que algunas minas de plata contuviesen también minerales auríferos, pero existían minas específicamente de oro. Según el “Estado general” de 1799, se contaban 44 minas de oro en el Perú, al lado de 546 de plata. De estas 44 minas de oro, 38 se concentraban en la intendencia de Huamanga y, de ellas, 18 se ubicaban en el partido de Parinacochas que, de esta manera, resultaba la provincia peruana más especializada en la minería del oro. No obstante, la zona aurífera tradicional en el país era la intendencia de Puno (que, como dijimos antes, no fue considerada en la estadística de 1799). En Carabaya y Sandia se ubicaban muchas minas que venían produciendo desde el siglo XVI. En Larecaja, Ananea y Poto, se hallaban yacimientos de “oro de cuevas” (como se diferenciaba a estos yacimientos del oro de placeres o lavaderos) de tal importancia que llegó a abrirse una caja real en Carabaya, situada precisamente en el asiento de Poto, corregimiento de Azángaro. La producción de estas minas habría encontrado su mejor momento durante el tercer cuarto del siglo XVIII, cuando Antonio de Ulloa y Cosme Bueno dieron entusiastas referencias. Para 1779, la producción había decaído, al punto que se barajaba suprimir la caja. La rebelión de 1780 terminó dándole el golpe de gracia a esta minería; al menos a los empresarios españoles.

La provincia de Pataz, en la sierra norte, fue otra región aurífera importante. Aunque no se cuenta con una estadística de la producción de oro, es presumible que siguiese una tendencia similar a la plata; es decir, un ritmo creciente de producción desde la década de 1730 hasta el final del siglo. Las cifras de acuñación del oro presentadas por José Deustua revelan un pico alto entre los años de 1813-1820, que probablemente estuvo relacionado con la necesidad de cubrir los gastos militares durante la coyuntura de la independencia.

La refinación de los minerales auríferos se realizaba siguiendo el método de la amalgamación, igual que en la minería de la plata. Los minerales eran molidos en “quimbaletes”, que eran una suerte de grandes batanes (o de pequeños ingenios, si se prefiere) en los que el movimiento de una piedra sobre otra iba triturando los minerales, a fin de mezclarlos luego manualmente con el azogue

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