2 minute read

1. Vinos y aguardientes de uva

Next Article
Sobre los autores

Sobre los autores

industria urbana y rural en el Perú colonial tardío | 181

garantizar una renta en la producción industrial y no potenciar esta actividad. Un proceso similar se produjo en la ciudad y, tanto en un ambiente como en el otro, la industria manufacturera estuvo limitada en su crecimiento; y, más bien, hacia las postrimerías del período colonial, tendió a desaparecer en un proceso de desindustrialización que contrastó marcadamente con la perspectiva que tuviera durante el siglo XVII y buena parte del XVIII.

Advertisement

1. Vinos y aguardientes de uva

La producción de vino fue una de las actividades de importancia colonial y, ya desde los inicios, la Corona española buscó impedir que en Hispanoamérica se produjese vino, a fin de reservar el mercado colonial para la producción metropolitana.21 El alto consumo de vino entre la población española en las ciudades y las dificultades del tráfico con la Península, junto a las ya conocidas excepciones, dejaron la puerta abierta para una producción local de gran importancia.

Los valles de la costa sur desde Lima hasta Moquegua se cubrieron de vid ya en el siglo XVI; pero fue en el siglo siguiente, cuando experimentaron un auge y expansión que continuaron hasta casi la Independencia. En realidad, la prosperidad de Cañete, Lunahuaná, Pisco, Cóndor, Humay, Ica, Palpa, Ingenio, Nazca, Majes, Siguas, Vítor y Moquegua dependía de la venta de vinos, vinagre y aguardientes en los centros urbanos desde Lima hasta el Cuzco, La Paz, Potosí, Chile y, por el norte, Conchucos, Huánuco, Lambayeque y Quito, así como en la sierra central (Tarma, Pasco y Huancavelica). Hasta el siglo XVIII, los vinos peruanos abastecieron los mercados de Tierra Firme y América Central.

En un principio, los valles arequipeños dominaron la producción y el mercado colonial peruano; pero, para la segunda mitad del siglo XVII, los viñedos de Ica y Pisco ya habían conquistado buena parte del mercado. La ampliación de la oferta produjo una rebaja considerable en los precios que se redujeron de ocho pesos la botija hacia 1600 a solo un peso en 1700. Las ganancias en el siglo XVIII se debieron, principalmente, al aumento de la producción que cubría las necesidades de un consumo en expansión, alimentado por la reactivación minera en diversos lugares del virreinato, tales como las minas de Condesuyos y Caylloma en Arequipa y Huantajaya en Tarapacá. En la segunda mitad del siglo XVII, la producción de los valles arequipeños alcanzó las 200.000 botijas; en tanto que, en 1775, solo el valle de Vítor producía casi la mitad de esa cifra; el valle de Majes, 163.000 botijas; los valles de Moquegua sumaban 261.000. Vítor y, sobre todo, Moquegua tenían viñedos grandes, de más de mil botijas al año, en tanto que Majes estaba ocupado por numerosos pequeños productores de vino.

21. Recopilación de Leyes de Indias. Libro 4, título 17, ley 18.

This article is from: