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6. Los comerciantes y la financiación de la guerra contrainsurgente
278 | Cristina Mazzeo
6. Los comerciantes y la financiación de la guerra contrainsurgente
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Durante los años de enfrentamientos bélicos en España, la Corona exigió una mayor cantidad de caudales para mantener los ejércitos en el frente. Fue entonces cuando se realizaron las mayores aportaciones por parte de los comerciantes de los grandes centros mercantiles. Además, al instalarse las Cortes de Cádiz en 1812, se buscó establecer una serie de reivindicaciones y propuestas, con la intención de obtener mayores ventajas. La abolición del tributo, la supresión del reparto y la libertad de comercio (contra la que se habían opuesto tenazmente los comerciantes) fueron algunas de las medidas tomadas.122 Entre estas concesiones, se proyectó conceder el “comercio libre” a Inglaterra por un número determinado de años y bajo ciertas regulaciones. Esta decisión sería provechosa para ambas partes: por un lado, Inglaterra lograría vender sus productos; América exportaría los suyos; y España incrementaría sus beneficios económicos, al ampliar la capacidad naviera notoriamente disminuida luego de trafalgar.123 Era necesario encontrar una política que solucionara los urgentes problemas de la Península. Si bien muchas de estas disposiciones quedaron sin efecto con el retorno de Fernando VII al trono español en 1814, la necesidad de mantener la remisión de los recursos a España siguió existiendo y, en tal sentido, las embarcaciones extranjeras se mantuvieron como las principales navieras.
Cuando Pezuela asumió el cargo de virrey del Perú en 1816, se encontró con la difícil situación financiera de las arcas fiscales y la imposibilidad de mantener el ejército de línea, creado para la defensa de la frontera sur y el control de las costas peruanas. En tales circunstancias, Pezuela se reunió con las agrupaciones más importantes de Lima y les informó que necesitaba como mínimo 117.000 pesos mensuales para cubrir los gastos de las tropas, aunque solicitó 200.000 pesos para mantener el ejército. La Junta de Comercio de 1818 discutió el tema y concluyó que el Virrey debía organizar una comisión con los miembros más destacados de la sociedad. De esta manera, se originó la Junta Permanente de Arbitrios que se encargaría de hacer efectiva la recaudación de los 200.000 pesos; sin embargo, mientras esta junta discutía la posibilidad de aplicar el comercio libre, el Consulado de Comercio se manifestó en contra de su aceptación. Dicha junta estaba conformada por ocho miembros, entre los cuales se encontraban las personas más connotadas del país: el Arzobispo; el intendente de Lima; el regente del Cusco, Manuel Pardo; el intendente de Arequipa; el oidor de Charcas; el Procurador general José Manuel Azcona, el rector de la Universidad y Antonio Álvarez del Villar, quien actuaba como
122. Chust Calero 2003. 123. Costeloe 1981: 217-229.
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secretario con voto. tres comerciantes fueron seleccionados para integrar la junta —Pedro Abadía, Juan Francisco Izcue y José Arizmendi—, pero solo uno integró la junta,124 con lo cual concluimos que el gremio mercantil no tenía mayor representación y, por lo tanto, estaba en inferioridad de condiciones para hacer valer sus decisiones.
En 1818, la Corona española, agravada aún más por sus necesidades financieras, aprobó la libre introducción a las colonias americanas de todo buque con pabellón inglés procedente de los puertos del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, por un término de dos años.125 De esta manera, España dejaba formalmente de lado el monopolio y el proteccionismo y terminaba cediendo a las presiones originadas por las exigencias de la época. Pero, como en otras oportunidades, el Consulado de Comercio de Lima se opuso terminantemente y, en la junta de enero de 1819, determinó que no debía permitirse la intromisión de extranjeros en el comercio. A pesar de esta decisión, un comerciante, Juan Pedro zelayeta, ofreció al Virrey la entrega de 500.000 pesos a cambio de la concesión del comercio con los ingleses. El Consulado se mantuvo en su posición inicial, incluso cuando llegó a la rada del Callao la goleta americana “Macedonia” y su capitán le propuso al virrey Pezuela la venta de dicha embarcación al costo de su construcción siempre que le permitieran expender su reducido cargamento; el Consulado se rehusó porque habría tenido que recurrir al dinero de los comerciantes.
Así pues, mientras que el Consulado de Comercio de Lima trataba de reducir la intromisión extranjera, los comerciantes buscaban la manera de obtener ventajas. Si bien esta propuesta no fue aceptada, se evidencia una postura diferente en el virrey Pezuela (1816-1821) respecto a la del virrey Abascal. Ante las necesidades apremiantes de la guerra, Pezuela se vio obligado a adoptar un sistema de beneficios y concesiones mutuas, por el cual entregaba licencias a extranjeros con el fin de obtener los recursos arancelarios necesarios para sostener el ejército; sin embargo, siguieron siendo fundamentalmente los comerciantes quienes dieron los préstamos forzosos para el mantenimiento del ejército. Eran los únicos que contaban con dinero en efectivo: habían contribuido con las guerras europeas y ahora debían hacerlo para mantener el sistema imperante en las colonias.
Mientras los comerciantes aportaban dinero a través del Consulado de Comercio para solventar los gastos de guerra, Pezuela continuaba otorgando licencias a los buques extranjeros que le proveían insumos para la guerra contrainsurgente. Así, en 1818, llegó al Callao la goleta americana “Shelby”, procedente
124. AGN, Superior Gobierno, documento 1259 (año 1818); y Melzer 1980: 155-156. 125. AGN, -GO2, 1768-1818, Reglamentos, documento 122 (22 de julio de 1818).
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de Nueva york, con 3.344 fusiles con sus bayonetas; 1.285 sables, 410 pares de pistolas y 30.000 piedras de chispas, cuyo destino era originariamente Panamá; pero, dado el escaso armamento con el que contaba el virrey, el cargamento terminó siendo negociado en Lima. Para esa misma fecha, se llevó a cabo una contratación con la fragata inglesa ballenera “Apost” para la compra de armas. La contrata estipulaba la compra de 4.000 fusiles, pistolas y sables de Inglaterra o Francia y la autorización de ingresar efectos extranjeros por valor de 200.000 pesos, los cuales pagarían a su entrada aranceles como si vinieran de Cádiz.
En otra ocasión, llegó una embarcación procedente de Río de Janeiro, la sumaca portuguesa “La brillante Magdalena” que tenía como destino Valparaíso, donde planeaba comerciar sus 370 quintales de sebo, 49 tercios de hilos de vela y 24.000 pesos de numerario para compra de otros efectos. Fue obligada a desplazarse hacia el Callao debido a los acontecimientos de talcahuano, es decir, la liberación de Chile por parte de las fuerzas libertadoras. Por lo tanto, esta mercadería se negoció en Lima. también llegaron fragatas rusas Kutusow y Suwarow, de cuyo cargamento no se cuenta con información.126
El virrey Pezuela buscó por todos los medios sostener la guerra y, por tal razón, no dudó en negociar con extranjeros, situación que le costó el puesto. Fue sustituido por un golpe militar perpetrado por José de la Serna, conocido como “el motín de Aznapuquio”. tolerancia, libertad y, a la vez, restricciones e imposiciones eran las características que adquirió el comercio con América en esta época tan convulsiva por la guerra. Así, al asumir La Serna como virrey del Perú (1821-1824), halló las mismas dificultades, aunque se mantuvo como un acérrimo enemigo del comercio con extranjeros. En sus cartas, enviadas al intendente de Arequipa Juan Bautista de Lavalle y Sugasti, se quejaba amargamente de la posición de los comerciantes que se habían coludido con los extranjeros para hacer el comercio. En una de ellas, denunciaba que
[…] jamás el contrabando hubiera hecho en las costas de Arequipa el progreso escandaloso que es notorio […] y jamás el Perú hubiera tocado el estado de pobreza que lo comprende, si los comerciantes españoles no se hubiesen confabulado con los extranjeros para actuar con resultados tan funestos para la nación.127
La llegada inminente de San Martín a Lima obligó a La Serna a abandonar la ciudad e instalarse en el Cuzco. Arequipa y el puerto de Islay se convirtieron
126. Documentos del virrey a la vía reservada de Abascal, 1818, AGI, Lima 759; nota sobre una contrata del virrey del Perú, 13 de septiembre de 1818, AGI, Lima 1551; nota del virrey del
Perú al rey sobre los motivos que tuvo para permitir la venta de productos traídos en barcos extranjeros, AGI, Lima 1550, nota 327. 127. Mazzeo 2000: 44.