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LYDIA FOSSA
textos españoles, lo que los naturales tenían como propio, como expresión cultural, como forma de vida. Aún no se hacen presentes las grandes censuras a la información que entra y sale de Indias; aún no se ha consolidado la cultura europea, española, en el área; la evangelización avanza muy lentamente y todavía se pueden celebrar ritos nativos. Este es un periodo breve, aunque muy rico y complejo, en que españoles interesados y relativamente competentes describen el mundo andino en maneras que nos permiten tanto vislumbrar lo que fue antes que llegaran como percibir lo que era cuando lo describían. En esta época se elaboran muchos documentos manuscritos que se conocen hoy como “crónicas”. He observado que bajo este término se agrupa a varias clases de textos, como si pertenecieran a una misma tipología documental. Esto se puede deber a que el término “crónicas” describe, hasta cierto punto, los documentos de esta época que refieren secuencias de hechos considerados históricos, acaecidos en un determinado periodo y lugar, siguiendo un patrón mayormente cronológico. Lamentablemente, muchos documentos que forman parte de ese grupo escapan a esta descripción. Considero que el rubro “documentos manuscritos coloniales” es lo suficientemente general como para albergar a todo tipo de documentos identificados hasta ahora: crónicas, relaciones, cartas y otros. La clasificación propuesta 1 se basa tanto en la forma (organización, lengua utilizada, estilo, extensión) y en el contenido (temática, coherencia, cohesión), como en la función 2 y el objetivo, explicitados a partir de la identificación del eje destinador/destinatario. Considerados desde estas perspectivas múltiples, los documentos muestran sus características con mayor 1.
“El uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados (orales y escritos) concretos y singulares que pertenecen a los participantes de una u otra esfera de la praxis humana. Estos enunciados reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de las esferas no sólo por su contenido (temático) y por su estilo verbal, o sea por la selección de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengua, sino, ante todo, por su composición o estructuración. Los tres momentos mencionados —el contenido temático, el estilo y la composición— están vinculados indisolublemente en la totalidad del enunciado y se determinan, de un modo semejante por la especificidad de una esfera dada de comunicación. Cada enunciado separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos” (Bakhtin 1982: 248).
2.
“Una función determinada (científica, técnica, periodística, oficial, cotidiana) y unas condiciones determinadas, específicas para cada esfera de la comunicación discursiva, generan determinados géneros, es decir, unos tipos temáticos, composicionales y estilísticos de enunciados determinados y relativamente estables” (Bakhtin 1982: 252).
LOS
DOCUMENTOS MANUSCRITOS COLONIALES
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claridad, permitiendo una clasificación más ajustada. Esto es especialmente cierto con respecto a la identificación del destinatario 3 del documento, quien participa, aunque de manera indirecta, en la elaboración del mismo. Digo esto porque el destinador lo tiene constantemente presente al redactar el documento, ajustando su expresión a las expectativas de ese destinatario específico. Las formas expresivas varían en función del destinatario: la lengua, el registro, el léxico, las fórmulas de cortesía que exige la diplomacia. Estrechamente relacionado con el destinador, está el objetivo del documento. La identificación de la motivación que guía la elaboración del texto contribuye a establecer qué tipo de documento es, puesto que ese objetivo modela tanto la forma de expresión (organización temática, selección léxica) como el contenido del mismo. La cantidad de información escrita sobre las colonias españolas en América, en particular sobre la zona andina estudiada, obedece a una necesidad imperiosa de la Corona española de obtener información de esos territorios. La información se requiere tanto por motivos intelectuales: incorporar lo “nuevo” al mundo de lo conocido, como pragmáticos: optimizar la gestión colonial. La necesidad de contar con datos y descripciones de las Indias da inicio a las solicitudes de información general presentadas en los numerosos cuestionarios reales sobre materias geográficas, topográficas, etnográficas, económicas y otras. Era urgente registrar la nueva información náutica y perfeccionar la cartografía existente para poder transitar con relativa seguridad entre ambos continentes. Es evidente la importancia de obtener información sobre recursos mineros, su ubicación y su posible extracción y transporte a España. Los datos etnográficos eran especialmente útiles para fines evangelizadores, así como para el cobro de tasas impositivas. En general, se preguntó, durante decenas de años, lo que le interesaba saber a la Corona española para afianzar su posición de dominio en los Andes y aprovechar al máximo los recursos existentes. Los documentos informativos o descriptivos de hechos más o menos específicos que responden a los requerimientos explícitos de la Corona, deben constituir una subdivisión de los documentos manuscritos coloniales, la de las relaciones. La diplomática identifica estos documentos como ascendentes dentro de la burocracia española y los describe como
3.
“Toda comprensión de un discurso vivo, de un enunciado viviente, tiene un carácter de respuesta (a pesar de que el grado de participación puede ser muy variado): toda comprensión está preñada de respuesta y de una u otra manera la genera: el oyente se convierte en hablante” (Bakhtin 1982: 257).