YUYARCCUNI

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Yuyarccuni Año II N° 2

Trilce Calluco

Introducción Si bien la investigación sobre las relaciones indígenas en el Virreinato peruano han desarrollado interesantes propuestas sobre las mujeres que permanecieron tras la conquista española en el Perú o en otros virreinatos (como el de Nueva España), no podemos negar que la historiografía ha sido un poco escueta con ellas, dedicándoles pocas o nulas líneas a modo de apartados o notas biográficas, que en su mayoría guardan relación con los logros del hombre al que se unieron o la importancia posterior de su descendencia. Podría decirse incluso que el mayor aporte atribuido a las indias nobles es incidir en su rol como “objetos” para hacer negociaciones con los españoles que, por defecto, se materializaban en un matrimonio. Por ello, a través del enfoque de género en los estudios andinos, confiamos que no solo se rescatará el papel de estas mujeres de élite, sino que se podrá pensar en ellas como agentes activos en la formación del Virreinato peruano. Hace algunas décadas, el papel femenino en el complejo proceso transitorio a la consolidación del Virreinato, estaba lleno de “hazañas” masculinas descritas por los cronistas de la época2. Sin embargo, insistimos en que aún falta esclarecer la forma en que estas mujeres se situaron en dichos espacios. Lavrin (1989), Silverblatt (1990), Isbell (1997) y Van Deusen (2002), coinciden acertadamente en que la renovación historiográfica de 1970 en el Perú favoreció a los estudios de género. Sin embargo, el mayor aporte fue el desmentir la concepción de “la otra mitad” en los Andes, que ayudó a dejar de concebir a la mujer andina como contraparte/consorte del hombre; eliminando aparentemente la paradoja de que, mientras el hombre parecía poder actuar sin la participación o intervención directa de su “contraparte”, la mujer tenía que buscar en su actuar un equilibrio representado por la figura masculina.3 Aún hay un gran camino para que podamos desprendernos de esta concepción, debido a que las fuentes primarias aparentemente no señalan lo que muchos

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Ver Cieza de León ([1609] 1985). Crónica del Perú, segunda parte, p. 299; y Guaman Poma ([1615] 1993). Nueva Coronica y Buen Gobierno, p. 93. Al respecto, las reflexiones de Isbell (1997, p. 49) resultan acertadas: “En el caso andino, si hay algún género predominante, éste es 'el femenino'. En ambas regiones, con la conquista española, el cristianismo instituyó un sistema de género con 'el femenino' que pertenecía a la cultura del Mediterráneo de ese tiempo. En los Andes, el deseo femenino manifestado por los conjuntos impactantes de creencias y prácticas sexuales fue considerado peligroso. Las mujeres eran consideradas seres inferiores así comenzó la persecución del sexo y del deseo, considerándose el deseo femenino como especialmente pecaminoso y peligroso.” 14


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